jueves, agosto 20, 2009

Que tiren papelitos

No soy un bicho urbano. No me van los amontonamientos de gente. Las pocas veces que fui a recitales fue al aire libre, o en el punto más alejado. Las pocas fiestas que frecuento me encuentran siempre a los costados, nunca en el epicentro. Busco las funciones menos concurridas de cine. Camino por las noches para chocarme menos con la gente. Me siento al lado de los más callados en reuniones donde no conozco a nadie, o conozco a pocos.
El 30 de diciembre me encontró en casa, escribiendo. Sola. Mi hermano se había ido a pasar las fiestas al pago natal. Escuchaba la radio cuando dieron la noticia. Fuego en República Cromañón, en el Once. Aunque vivía en un departamento que no daba a la calle, se podía escuchar el ulular de las ambulancias a las dos, tres de la madrugada. Venía de noches de pesadilla, parecidas a las que describo aquí y esa madrugada me quedé dormida junto a la compu mientras veía el caos que TN iba colgando en internet.
A las siete de la mañana salí a la calle y ya había vecinos pispeando hacia la morgue judicial, a un par de cuadras de donde vivíamos. Me quedé sentada un rato en el umbral del edificio. Era sábado y hacía calor. Quería ir, pero... ¿a qué? ¿Para qué? El morbo de la situación me daba asco. ¿Cuánta gente que no tenía nada para hacer más que mirar el dolor ajeno estaría parada alrededor de la morgue en ese momento?
Volví a entrar. Escribí en un cuaderno universitario dos hojas de reflexiones tristes que tenían que ver con Cromañón y con el tsunami en Asia, donde una persona a la que había empezado a querer a la distancia se había quedado, de pronto, sin futuro, sin familia. Sin nada.
Fue el primer fin de año realmente triste que tuve en toda mi vida. No iba a ser el último.

Ayer, durante la lectura del veredicto de un juicio que duró un año y contra lo que muchos esperaban (aunque algunos lo vimos venir, con tristeza y con rabia), el tribunal dio, una vez más, una lección de argentinidad al palo. Los magistrados, la madre de Fontanet y los fans de Callejeros, infantería en puerta incluída. Sobre todo esa suelta de papeles cuando no había nada que celebrar, como no hay nada que celebrar cuando una guerra termina, o cuando se acaba la agonía de la incertidumbre.
Escuché, pese al dolor inmenso que deben haber sentido, claridad en los padres y familiares de las víctimas. Se me volvió a partir el corazón con las imágenes y los sonidos de todo lo que estaba pasando a pocas cuadras de mi casa.
Otra vez, estaba lejos del epicentro. Ya no era sábado, pero había sol y era un día perfecto para exorcizar la bronca, y me habría venido bárbaro porque con esto ya suman muchos dolores y preocupaciones para apenas un par de semanas. Esta vez, me habría gustado estar ahí. No por morbo. Para brindar un abrazo sincero. Para ofrecer un frente sólido contra la desesperanza. Para decirles que ninguna condena es absoluta y que se puede pelear, se puede seguir peleando aunque se te caguen de risa en la cara. Porque no somos mejores que los que se fueron, quizá; pero somos los que estamos. Y queremos estar.
Porque después de casi cinco años, las caras anónimas que me crucé durante dos, tres días cerca de la morgue judicial empezaron a ser más y más familiares. Porque entendí cada salto al vacío, cada muerte de pena, cada caso de stress postraumático. Los números dejaron de ser números y empezaron a tener la identidad (la entidad) que sólo da la memoria colectiva.

Ahora sí.
Por esta semana, este mes, esta década de mierda.

Rompan todo.





Understand I can't feel anything
It isn't like I wanna sift through the decay
I feel like a would, like I got a fuckin' gun against my head
You live when I'm dead

viernes, agosto 14, 2009

The dark night of the soul

Debería estar trabajando, pero escribo esto. Es tarde. Mi día laboral empezó hace exactamente doce horas y media. A partir de esta semana, todas mis semanas serán más o menos iguales quién sabe hasta cuándo.
La oficina es linda. En este momento escribo a doce pisos por encima de 9 de julio, la ventana mira a Sarmiento. Vi el hermoso atardecer celeste y rosa por encima de un edificio que tiene una casa en su terraza que sólo se puede observar a esta precisa altura. En este momento, una luz índigo la hace parecer un sueño burtoniano. Desde hace horas los coches desfilan en una hilera interminable. Escucho las bocinas, el rumor de los motores y como en una alucinación, las ranas. Ese croar que recién voy a estar escuchando de verdad mañana por la noche, cuando estemos en silencio, en la laguna del parque Unzué.

Nos imagino así, sentados uno junto al otro bajo los faroles, el sol cayendo sobre el parque y el duelo silencioso en el alma, y las ranas croando y "Qué bello es vivir" y "Réquiem por un sueño" todo junto.

Hoy se me amontona todo: anhelos, sensaciones, dolores, viajes que vendrán.
Se amontonan todos los posts que me debía en borrador.
Se me amontonan las emociones.
Se me atragantan las ganas de llorar y de abrazar.
Mi "debe" crece hasta el infinito.

Estoy volando de una fiebre que no cura nada, de una sed que no sacia nada.

Estoy en el medio de un páramo que reconozco, con todas las certidumbres puestas y los sentidos alerta.

Espero. Camino. Trabajo. Espero. Pienso. Escribo. Investigo. Espero. Duermo. Gozo. Como. Espero. Sufro. Siento. Todo junto. Y en el medio, las canciones que estaban trabadas en medio de la garganta queriendo salir, las palabras que nunca encontraron un cauce, una desconocida que me convence de la inevitabilidad de escribir y que me agradece un gesto que quizá nunca pueda retribuirme. El amor, los miedos, extrañar. La ansiedad y la angustia reaprendidas.

Estoy a punto de salir del todo.

Y justo ahora, nada de todo esto importa. Nada importa. Nada.

Que vayas con bien, amor

Cuando faltan las palabras lo único que nos salva es la música.



I wish I were on yonder hill
'Tis there I'd sit and cry my fill
'Til every tear would turn a mill
Is go dté tú mo mhúirnín slán (And may you go safely, my darling)

Suil, suil, suil a ruin (Go, go, go, my love)
Suil go sochair agus suil go ciúin (Go quietly and go peacefully)
Suil go doras agus éalaigh liom (Go to the door and fly with me)
Is go dté tú mo mhúirnín slán (And may you go safely, my darling)

I'll sell my rock, I'll sell my reel
I'll sell my only spinning wheel
And buy my love a sword of steel
Is go dté tú mo mhúirnín slán

I wish, I wish, I wish in vain
I wish I had my heart again
And vainly think I'd not complain

Is go dté tú mo mhúirnín slán

jueves, agosto 06, 2009

Acá iba un post sobre Ponyo...

... pero todavía lo estoy terminando. Y en el medio pasaron unas cuantas cosas.
Cosas que me hicieron repensar todo lo que puse hace apenas unos días en este post, obligándome a sostener la voluntad de llevarlas adelante y no dejarme caer. Sobre todo en lo tocante a los cambios necesarios.

Necesito unos cuantos mantras ("No soy mi trabajo", "Siempre contarán conmigo", "Aprende a amar lo que haces"), un balde de papas fritas (que no puedo comer...) y un fin de semana encerrada escribiendo para superar el duelo de algo que ni siquiera perdí.

Hacía tanto tiempo que no caminaba llorando por la calle sin que me importara...




En otro orden de cosas, Gaby Larralde, de EBlogTXT, me pidió hace unos días una colaboración sobre un libro que me gustara mucho... y me salió esto.
Espero que disfruten leerlo tanto como me gustó escribirlo, sepan perdonar los muchísimos errores que le encontré después de enviarlo (maldita costumbre de no releer lo que escribo) y tengan un auspicioso final de la semana.