miércoles, diciembre 31, 2008

Cuervos del anochecer

(... o mi críptica despedida para un 2008 con algunos sobresaltos...)


One For Sorrow

Two For Joy

Three For A Girl

Four For A Boy

Five For Silver

Six For Gold

Seven For A Secret,
Never
To
Be
Told


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(Magpie, fuiste tú el que robó el anillo de bodas?
O qué otra ave rapaz se llevaría semejante esperanza?
Magpie, estoy perdido en las tierras interiores
atrapado entre los brezos, los helechos
y los niños que no tienen nombre.

No hay nombre para nosotros,
pero aún cantamos.

Y aún así, cantamos.

Pequeñito, pequeñito,
perdido y azul...
Escúchame. Déjame decirte qué hacer.
Puedes escapar, y escapar lejos del hogar
entre sus rodillas.
Entre todos sus brezos, sus helechos,
y el niño tendrá un nombre.

Y cantaremos....

Y cantaremos)

lunes, diciembre 29, 2008

Caleidoscope

Desde enero venía pensando en las pequeñas tonterías y ñoñeces de las que no me avergüenzo. Y si lo hago, se me pasa al ratito. Boceté algunas de esas pavadas en un postito anterior. Ni por asomo son la mayor parte de las pavadas: sólo las que se me antoja que se sepan.
Gracias a esas pequeñeces y pavadas empecé a escribir. Casi sin querer. Tenía (todavía tengo) la necesidad de volcar todo lo que hace barullo en mi cabeza en un papel en blanco o documentos de word. Así, el trayecto de mi escritura pasó desde el primer cuento manuscrito a pura fibra Faber (tenía seis años; si no lo conservara mi madre no le creería a mi propia memoria...) hasta este blog.
En el medio, las cuatro o cinco cajas de papeles sueltos, enfoliados temáticamente; tres novelas adolescentes terminadas (una sola mecanografiada); diez o doce proyectos inconclusos; docenas de cuentos. Y más blogs. Todavía tengo dos o tres proyectos secretos, con otro perfil, actualizados desde IP's variables. A veces hasta me da un poco de orgullo pensar que puedo impostar mi propia escritura con tanta soltura. Sería una buena ghost writer (anoten eso, y pásenlo a sus contactos).

En enero, leía algunos blogs ya occisos o descartados de mi reader y pensaba: "No tengo por qué demostrarle a nadie cuánto leí o de cuántos puntos es mi coeficiente intelectual, o qué tan armonizados están mis chakras; quienes conozcan poco (o mucho) de lo que hago o cómo pienso, tienen la libertad de creerme una perfecta idiota o un pequeño genio en potencia, si es que les place".
La verdad es que no me interesa. Hace diez años estaba tan preocupada por lo que podría pensar la gente de mis rarezas (la gente a la que yo quería interesarle, claro), que por decantación hoy me importa muy poco su opinión sobre mi forma de vestirme, caminar, hablar, cantar, escribir.

Por eso mismo... Me deja un poco perpleja releerme en estos posts (me refiero a los más nuevos) y darme cuenta de que en muchas ocasiones esta catarsis del Extraño Mundo suena a instructivo o pauta vital de algún tipo. Con lo chinchuda que soy al respecto de las imposiciones sobre lo que se debe o no se debe hacer (lo que queda bien o mal hacer o dejar de hacer), me enerva darme cuenta de esas cosas.

Lo más difícil para mí ha sido aceptarme como soy. Me refiero a la parte fea del asunto. Reconocer que en más de una ocasión fui una terrible hija de puta, o haber hecho cosas que me asquean a la distancia (como negarme a dar una ayuda cuando estaba a mi alcance hacerlo, o tomar partido en el bando contrario de una persona a la que estimaba, por debilidad propia o por despecho). Reconocer que la influencia de personas que aprecio mucho pudo, de alguna manera, filtrarse en este espacio, me produce sensaciones de lo más incómodas.

Después de todo, si trato de cambiar algo o ajustarlo a sugerencias de estilo (supongo) buscando la palmadita en el hombro, tardo poco en darme cuenta de que lo que más quería pasaba por otro lado, que los textos más preciosos quedan escondidos. Otra vez.
Cuando la sugerencia responde a fórmulas ajenas sale algo totalmente despersonalizado. "No me sale" escribir a pedido, ya está visto... Y lo peor es que el gataflorismo ajeno termina reclamando la vuelta al origen, o asentando con silencios su implícito desprecio por el resultado del cambio.
Bah.
¿Era más feliz antes, cuando no recibía críticas, ni comentarios, ni elogios de ningún tipo? ¡Qué estupidez! Medir la felicidad por logros que no tienen nada que ver con la satisfacción personal me volvería algo que no soy ni quiero ser.
Sé que soy feliz ahora, tirada en la cama boca arriba, mirando el techo mientras visualizo las palabras que después irán al papel. Lo que venga después, será lo que deba ser. Rearmarlas, alterarlas, jugar con ellas, usarlas de blanco de dardos. Me angustiaré un rato pensando en mis editores, presentes y futuros, munidos de un lápiz y un concepto que no se parece en nada al mío. Pero siempre me quedará este papel originario, caprichoso, donde estaba capturada la palabra que yo vi, que es esa y ninguna otra.
Quiero creer que siempre tendré esta historia, que será mía.

En este 2009 que se viene, me gustaría dar vuelta a la hoja y volver un poco más a ese origen caprichoso y caleidoscópico donde escribía sin preocuparme mucho de lo que quedaba bien o mal decir. Volver a meter la biblia con el calefón sin imperativos de ninguna especie. Ser la nena que decia que sí, quedate tranquila, mamá, que no me voy a subir al Desorbitados para escaparse a la primera de cambio a hacer justo lo que no se puede, pero que el corazón le pide.

Hoy es un comienzo tan bueno como cualquier otro.

(Y pensar que este borrador comenzó a escribirse en enero...)

lunes, diciembre 22, 2008

Juro que no quiero dejarme caer / Borderline

Pese a la felicidad conquistada y a los proyectos en danza, pese a la seguridad insegura y a todo lo que puede venir de bueno, sigo teniendo este peso en la panza que me liquida.

Duele físicamente: tengo el estómago contraído en un espasmo de angustia y hasta los músculos externos me oprimen como si el ejercicio diario de la angustia fuera una especie de gimnasio indeseable.

Me es tan desacostumbrado, este perpetuo desconfiar de otros... De otros en los que había puesto una confianza para nada relativa, sino basada en la experiencia compartida, en la fe en su inteligencia o sus principios. Cuánta ingenuidad, por un lado. Pero si no tengo fe, ¿qué tengo?

Yo no sé cómo viven los demás ni me interesa. Quiero vivir como siempre: sin joder a nadie, haciendo las cosas bien. Que si me ponen un deadline respeten los míos. Que por una vez mis prioridades pasen al frente y no formen parte de una variable de ajuste mezquina. Después de todo, yo valgo por mi rectitud, por mi dedicación y por la palabra empeñada.

Es detestable depender del capricho o el estado de ánimo ajenos para moldear mis angustias cotidianas.
Siento que a veces no se me permite siquiera la desazón personal, pequeñita de lo inmediato, y lo peor es que soy permeable a los mismos problemas ajenos que en ningún modo pienso hacer propios. No a costa de un crecimiento que por fin estoy empezando a optimizar.

Me encantaría hacer caso de los que insisten en que debería tener un emprendimiento propio, pero es difícil empezar en el cero absoluto con el imperativo diario de una supervivencia cada vez más difícil. Y es difícil también tomar la decisión de un rumbo completamente nuevo. ¿Quién me garantiza que a dos mil kilómetros de distancia tendré un techo siquiera prestado, el mínimo bienestar para la persona que amo? No puedo ser tan kamikaze. Ni estoy sola, ni son pocas las cosas que dejaría atrás.

No quiero seguir carcomiéndome en una angustia sin sentido y sin asideros.
Pero estoy cada vez más tentada de tomar todas las posibilidades al alcance y dar un salto que me cambie el enfoque. Quién sabe, después...

Quiero no deberme más nada a mí misma, para que cuando llegue el momento de pagar, no quede nada para mí. Absolutamente nada.
Derramarme en presentes para aquellos que me sostuvieron, que significaron algo, que me apuntalaron en el crecimiento diario sin esperar retribución.

Necesito recibir algo que sólo yo puedo darme. ¡Qué compromiso!
¿Seré capaz de sorprenderme a mí misma con este logro inesperado?



(Chihiro Onitsuka - BORDERLINE , de su ampliamente recomendable disco Sugar High)


jueves, diciembre 18, 2008

Visión de Navidad

Ya no me hace falta cerrar los ojos para volver a ver aquellas navidades, las que fueron. Esta ciudad de la que a veces reniego me dio esa capacidad.
Antes cerraba los ojos.
Ahora puedo estar escribiendo esto y viendo en la memoria, alterada o ficticia (a esta altura da igual), las cosas como yo las veía en esos años.

Soy una vez más una nena desgarbada y alta que no sabe dónde poner las manos y que ronda la cocina esperando ligar un sandwichito, espantada repetidamente por una madre muy laboriosa. "No me podés ayudar, mi amor, sos muy lenta".
Y es cierto, las manos de mamá Kuki vuelan, mis dedos todavía no encontraron la agilidad necesaria para cerrar una empanada en menos de cinco minutos.
Estoy vestida de organza, con medias cancán y una mediacola de caballo tirante que siempre remata en un pirincho parado, aunque el pelo haya crecido y tienda a buscar la vertical con su textura escobosa. Camino a golpecitos de guillermina por las líneas de granito viejo del suelo, que rezuma humedad, y tarareo seguramente algún villancico. Cuando me ven así, "ida", mis hermanos, primos y vecinos piensan que tengo cara de idiota. Algo así, supongo. Uso anteojos y ortodoncia y mi boca acorazonada casi siempre está entreabierta. No puedo pensar con la boca cerrada, por si los pensamientos tienen que abrirse paso de golpe. Entonces, canto.

Atravieso en diagonal la habitación (que algún día será living) y voy a sentarme un rato junto al pesebre. La ventana que da a la calle está abierta, un poco desgonzada por la humedad. Pasan pocos autos y ya se escuchan algunos petardos. Casi no queda sol. Enchufo las luces del arbolito y me quedo mirándolas sin parpadear, hasta que se calientan un poco y se apagan. A partir de allí, se encienden y apagan a razón de cuatro veces por minuto.

Tengo algunos arañazos en las manos y mordeduras junto a las uñas, de tanto sacarme los padrastros. Me arden los hombros por culpa del primer sol del verano. En apenas semanas voy a estar usando desodorante axilar y corpiño, porque me falta menos de un mes para "hacerme señorita". En ese momento no lo sé, pero lo presiento porque mis pechos han crecido y empiezan a doler. Tengo una congoja en el alma que no sé de dónde viene. Busco la soledad, cada vez más.

Mirando las luces, el pesebre y mi falda de princesa, siento que el Espíritu de la Navidad se va derramando en mi corazón. Es como un almíbar tibio en el medio del pecho, que reconforta y despeja todas las angustias. Canturreo un poco más fuerte, pero no tanto como para que me escuchen. Pienso en todo lo que tengo en ese momento y que me gusta tanto:

Mis padres
Mis hermanos
Mis abuelos
Mis primos
El colegio
Mis libros
La música (y mi guitarra redescubierta)
La bicicleta de carreras heredada
Los fines de semana en la casita del río
Mis mascotas adoptivas
Pesca con lombrices
Lechón frío y sandwichitos
Un par de patines
El diario intimo recién estrenado

La sensación dulce y tibia se expande con cada recuerdo y alienta pensamientos relacionados con el futuro.
En ese futuro no hay abuelos muertos ni primos distanciados por mezquinas diferencias familiares. Los tíos Raúl y Edgardo ni siquiera se han casado. Una hermana que no conozco está a unos días de distancia de llamar a nuestra puerta. Mi futuro se extiende apenas un pcoo más allá de este verano y el próximo año escolar. Se mide en circunstancias felices y unas pocas zozobras que mamá sabrá curar, algunos miedos que papá podrá despejar.
De a ratos suena el timbre y sé que son las señoras B y M, buscando la ropa y los juguetes que mi mamá separó para ellos. Se escuchan los saludos efusivos de Tiatá y Maruca que llegan. Como la mesa ya está puesta, me demoro un poco más junto al pesebre y le rezo al Niño que brilla en la penumbra.

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Si tuviera que hacer una comparación a vuelo de pájaro entre la niña que era y la persona que soy hoy, tendria que admitir unas cuantas decepciones personales.

En aquellos días estaba convencida de la inmutabilidad de los afectos. Ni se me pasaba por la cabeza que quizás llegaría un momento en que las personas que compartian mi dia a dia podían llegar a faltarme.
No creia posible el distanciamiento de mis amigos del barrio y del colegio, aunque es cierto que nunca tuve amigos tan íntimos...
Admiraba a mis referentes adultos.
Estaba muy apegada a mi propia visión de la religión católica, e incluso era un poco mística.
Tenía una enorme fe en mí misma y optimismo respecto del futuro.
Escribía todos los días.
Cumplía todas mis promesas.
Cultivaba cada relación nueva.
Expresaba mi afecto y mis emociones sin dudar.
Terminaba la mayor parte de lo que empezaba.
Creía en la existencia de la magia en todas las cosas.


Hoy me doy cuenta que no existen afectos inmutables. Cambiar es tan inevitable como morirse. Si no cambio yo, cambiará el otro.
Me distancié prácticamente de todas mis amistades de la infancia, de una manera geográfica o afectiva.
La bajada a tierra de mis referentes adultos fue rápida, dolorosa y decepcionante.
No creo en nada. Sólo soy una curiosa de las religiones.
Con la envidia ajena y la competitividad dañina, llegaron la inseguridad y los abandonos preventivos (¿Para qué presentarme en esto si me van a pasar por arriba?)
No escribo más que cuando tengo el imperativo de hacerlo. A veces pasan semanas de sequía.
Ya no hago promesas, no puedo lidiar con el reproche si no puedo cumplir.
He abandonado a todos los amigos que dejaron de hablarme o escribirme. Y a algunos otros también: por lejania, por cansancio, por pereza. O porque nunca fuimos nada más que aves de paso mutuas.
El temor al rechazo frena casi todos los impulsos cariñosos que suelo tener.
Dejo sin terminar la mayor parte de lo que empiezo.
Creo que el mundo está demasiado enfermo como para que la magia dé abasto.


Sin embargo, hoy también me movilizan muchas otras cosas.
La experiencia trajo nuevas ganas de creer, más apertura mental y sobre todo una constante necesidad de aprender de todo lo que me pasa. Tengo mucho que agradecer. Muchísimo.
Y tengo que aprender que el tener muchos "perdón" atragantados en el pecho no va a hacer que quienes se sintieron defraudados, decepcionados, heridos o resentidos con mis acciones, me perdonen algún día. Que el daño o la omisión se reparan con actos de corazón y no con miles de disculpas.

¿Mis deseos? Pocos y buenos, como los amigos... Uno solo para mí sola: una nueva oportunidad.
Los deseo, como siempre, en armonía con todas las cosas y seres del Universo.

lunes, diciembre 15, 2008

Pequeña lista de frivoludeces o placeres pecaminosos

Con motivo de mi recientemente adquirido entusiasmo galopante por otro producto chatarra de marketing como es la saga "Twilight", de Stephenie Meyer, se me ocurrió hacer una pequeña listita de placeres que me dejan vergonzosamente expuesta en mi frivoludez.

Ante todo, y para el que no ha tenido el gusto de autoexaminarse a conciencia, un pecado culposo o frivoludez es, básicamente, un producto (cualquiera sea) que conscientemente sabés que es malo o pedorro, que estando en tus cabales no consumirías ni en pedo porque "no va" con tu forma de pensar o con tus gustos habituales. Y que, sin embargo, te produce un placer secreto y exultante... unas cosquillitas en el alma, un estado de ánimo relajado y feliz.

Un tema en la radio, una película, un libro o una costumbre adquirida pueden ser placeres culposos. Ciertas manías o tics pueden devenir en placeres culposos. Todos tienen en común una cosa: están ocultos, o nos avergonzamos de reconocerlos en público. Lo mismo da. Voy a anotar aquí los que me vengan a la mente en este momento:

- Comer sin cubiertos, a dedo limpio (lo único que se salva es la sopa, todo lo demás es "agarrable" para mí).
- Harry Potter (los libros y las películas)
- Las películas de M. Night Shyamalan y las comedias idiotas como "Scary Movie" o "Ace Ventura".
- Los joggings (ya lo había puesto en otra lista, pero son tan resistidos que bien vale traerlos a cuento aquí también)
- Los cuentos de hadas infantiles.
- Series televisivas al estilo de "Patito feo" o novelas brasileras como "Siete mujeres", las empecé viendo para reírme un rato y me terminaron enganchando.
- Escuchar a Chiche Gelblung y los Hermanos de la Magia Blanca en la radio.
- Videos bizarros (desde Hentai hasta bloopers)
- Blogs de mierda en Internet (les doy con un caño pero me quedo absorta leyéndolos). Me pasa parecido con los...
- Libros de autoayuda como "Mujeres que corren con los lobos". Me producen oleadas de relajación parecidas a las de...
- Los casettes con grabaciones de ejercicios para poder relajarse y dormir.
- Comer pororó salado mientras miro una película en casa, o mejor aún: hacer funciones en continuado de una saga o miniserie completa.
- High School Musical 3
- Ver dibujitos animados de todo tipo (desde "Las chicas superpoderosas" hasta "Dragon Ball Z", aunque si tuviera que hacer una lista sería interminable).
- Encariñarme como una estúpida con ciertos personajes literarios o televisivos muy clichosos (sí, me sigue pasando).
- Hacer performances "serias" de canto y baile cuando estoy en casa.
- Rodar por el suelo, andar en cuatro patas y decir lo primero que se me viene a la cabeza, como si fuera un ejercicio de hipnosis autoinducida.
- Entrar sin pagar a funciones de cine, de teatro, etcétera. (No puedo evitarlo, es tanto o más lindo porque lo pago con otro tipo de esfuerzo no monetario, ¡que me da más satisfacciones personales al mismo tiempo!)
- Ponerme bien bien rea adrede para salir a la calle y que nadie se fije en mí (a lo sumo, para criticar lo crota que soy). No peinarme, usar pantalones flojos y remeras viejas es el summum.

Sé que tengo muchísimos más, pero no podría recordarlos a todos en este momento... Seguro me entenderán, porque todos tenemos placeres pecaminosos o frivoludeces en la vida.
Y si no me entienden, mala suerte. No tiene cura.

viernes, diciembre 12, 2008

Merecido reconocimiento

El querido Jerry recibirá ¡al fin! la recompensa a toda una vida de absoluta dedicación, no sólo al espectáculo (es memorable y estremecedora la anécdota del rodaje de "Cinderfella*), sino a su lucha contra la distrofia muscular, una causa a la que apoya ininterrumpidamente desde 1966 con sus ya famosos "teletones", que han llegado a tener 22 horas de duración.

Algunas veces la pasó muy mal, es cierto, pero otras veces lo pasaba realmente bien...



We love you... personaje!



*La anécdota cuenta que la famosa escena de la escalera, un clásico despliegue de baile y resistencia física de JL (que ya tenía una fuerte adicción a los calmantes por su severa lesión de espalda), terminó con el grito de "Cut!" del director Frank Tashlin; Jerry dio algunos pasos y cayó al suelo agarrándose el pecho. Fue el primero de una serie de varios pre-infartos, uno de los cuales casi lo lleva a la muerte (en 1982) y el último hace apenas dos años.

jueves, diciembre 11, 2008

Open wide...



It's wonderful what a smile can hide
If the teeth shine right and it's nice and wide
It's so magical what you can keep inside
And if you bury it deep no one can find a thing, no.

So come on now, open wide, open up now.
Don't you think it's time
To look back at that boy on his way to school
Such a heavy heart, such a heavy jewel hiding something that one day he'll sell
But now if no one shows, no one tells a thing, no.

So come on love, open wide, open up now
Don't you think it's time

Now after all these years you are at last opening
was it worth all that war just to win
So caught up in the speed of the days in your sin
Don't forget how the story begins, no
Don't forget now.

Now I'm seeing all your lovers and enemies
They've been turning their keys so full of need
All trying to see that sure you keep
What makes it shine, what makes it mine
But I don't care.

Just come on now, open wide.
Open up now.
There's so much love for what you'll find.

But what will you find!

Now after all these years you are at last opening
Was it worth all that war just to win.

If it was can you take me back to where it begins
Come and take me back to where it begins
Come and take me back to where it begins
Come on, open wide and let some light in.

Let us in.
Let us in.

(Patrick Wolf, "Overture")

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Cada tanto, escuchar "The Magic Position" me pone los pies en la tierra, el corazón alegre y me doy cuenta de que nada vale la pena más que estar bien con uno mismo.
"Frankly, my dear, I don't give a damn"... por la mitad de la gente que me crucé este año. Es la otra mitad la que tiene todo el crédito de este 2008.

Es mes de balance pero también de limpieza.
Se siente tan bien la descarga... Decir todo lo que tengo atragantado, sin tener que escudarme en la virtualidad. Así fui siempre. Me parece mentira haber perdido el foco por un momento. Tantas cosas dejé atrás sin esfuerzo y aún me hierve la sangre cuando leo a pelotudos lifeless por internet.

Lo dicho: fin de año de limpieza, de adentro hacia afuera. Purga y más purga.

Propósitos a cumplir:

- Elegir los problemas a los que prestarle atención
- Decir que "no"
- Quejarme menos
- No volver a Mónica Brenta (te asaltan)
- Terminar TODOS los borradores antes de empezar nuevos, o decretar su muerte definitiva.

Poquitos y precisos, no hay excusa. A volar, gaviota.


miércoles, diciembre 10, 2008

Fol lol the doh fol the day



(The moon and the sun will go...)

jueves, diciembre 04, 2008

Maldito mes de balances

Balances por acá, por allá y de mi abuela también. Estoy un poco abrumada.
Hace apenas dos días volvió a aplastarme ese peso conocido (nunca del todo aceptado) de la responsabilidad forzosamente asumida.
Pueden decirme muchas cosas, excepto que no me tomo a mí misma en serio. Sí, me tomo en serio. No lo suficiente aún, no en el sentido que me gustaría, pero lo hago.
No se me ocurre cómo, no encuentro la manera de esquivar el sentimiento de frustración que me crece en el pecho en meses de balance. ¿Qué estoy haciendo mal? O más bien, ¿Qué podría hacer mejor?

Y la respuesta está acá, frente a mis ojos, mientras vuelvo a sentir el peso de la culpa que me aplasta.

Por qué, por qué, por qué, por qué, por que. Cientos de Por Qués seguidos de todas las respuestas ordenadas, unas más tramposas que otras, todas apelando a mi neurosis, desafiándola.

Las respuestas de siempre y otras nuevas, y en el medio mi maldita tendencia a buscar el equilibrio.

Autoestima balanceada, responsabilidad compartida, bronca por lo que no puedo ser (pero que tampoco quiero ser): una persona aprovechada y ventajera. Por más que me toreen, no puedo. Dale, cagame, prefiero sentirme el último orejón del tarro antes de volverme un garca como vos.

Diciembre. La cama. El cuerpo apaleado de cansancio, consumido desde adentro hacia afuera. El remolino en mi cabeza, el vértice tirando hacia abajo.
Esa sensación de vértigo tan familiar.

Y detrás de todo, esa mirada de la que no puedo sustraerme jamás. Maldito falso aislamiento. ¿Por qué no sos lo suficientemente convincente para aislarme de verdad? Quiero que no me importe. Necesito el último empuje para despegar, y ese hilo invisible


todavía






colgando de mi cintura








atado de esa piedra








haciéndome de ancla...

Ese hilo maldito.
Los otros.



Si pudiera odiarlos...


miércoles, noviembre 26, 2008

Sintetizando...

Mientras te leo, reprimo las lágrimas
Imagino lo poco que falta para
Escaparnos de todo eso y
Respirar.
Cuánto calor...
Oh, fuck.
La cabeza me estalla
Espero y vivo solamente para
Salir de esta ciudad, de este momento

viernes, noviembre 21, 2008

Más despierta que nunca

(Para vos... que disfrutaste tanto como yo de la película)



Este avance corresponde a "Elegy" (pésimamente traducido como "La Elegida" en nuestro país), la última película de Isabel Coixet.
Como sabrán los habitués del blog, amo a esta directora con facha de rara y que tan bien sabe llegarme al corazón.
Les recomiendo que la vean, la saboreen, disfruten de las muy buenas actuaciones y de esa música que llega al alma...

Buen fin de semana para todos.


("Películas como esta me hacen pensar inevitablemente en las ausencias. Y cuando imagino un mundo sin vos, lo veo como... un sueño eterno. Me niego a imaginarlo. Hoy, que estoy más despierta que nunca... Fuera pensamientos.")

jueves, noviembre 20, 2008

Es fija (IV)

Sólo envidian los insatisfechos y los resentidos.
Por precaución, no me rodeo de unos ni de otros. No bien los detecto, los dinamito.

miércoles, noviembre 19, 2008

Castillo en el cielo...

Con motivo de este post, el Profe se inspiró y mandó un hermoso dibujo.
(Click para agrandar, derechos reservados, blablabla... ustedes saben, no se hagan los vivos, eh)


Mi fortaleza en el cielo

He aquí un sitio donde nadie más puede llegar, allí donde el sol y la luna no tienen punto de escape. En el que bailan danzas inciertas, provocándose, simulando ser amigos, aún sabiéndose amantes. Eterno día, interminable haz de noche, como ella y yo.

A veces desnudos pintamos lienzos nocturnos. Desayunamos luz de día escuchando a los pájaros, presintiendo el aroma de flores siempre frescas. Recorremos las estancias con libros, enmudecemos ante el horizonte infinito. El patio recibe sonidos lejanos, de a ratos música, a veces cantos y en ocasiones silencio.

Sonreímos, abrimos los ojos y las murallas de ese castillo incorpóreo desaparecen, pero solo por momentos. Cada beso lento, cada caricia delicada, cada abrazo tierno… nos llevan a abrir sus puertas, recorrer pasillos y perdernos dentro.

C.F.C. (El Profe)

Qué les puedo decir... ojalá yo me inspirara más seguido, con cosas como ésta.
Sin palabras.

Gracias totales, Profe!!!

(Y ustedes, ¿ya pensaron cómo sería su propio Castillo en el Cielo?)

domingo, noviembre 16, 2008

Ejercicio de autoconciencia : Un deseo atípico

¿Qué es ser atípico hoy? ¿No ser progrekirchnerista o gorila extremo? ¿No militar en ninguna de las "nuevas" tribus urbanas? ¿Ser mujer y no hacer dieta para llegar al verano? ¿No tener celular, Ipod o auto, si sos un clasemedia de pasar promedio? ¿No drogarte ni sentirte tentado de hacerlo, aún cuando todo tu entorno te empuja a que lo hagas? ¿Consumir productos audiovisuales alternativos? ¿Ignorar las tendencias?

¿Qué es ser "raro", cuando todo el mundo es raro, cuando el frikismo está de moda?

Desde chica fui atípica en casi todo.
Cuando los padres de mis compañeras de curso (no todas pudientes) sacaban créditos en el 1 a 1 para pagarle a "la nena" la fiesta de quince o el viaje de egresada, yo elegía una reunión de entrecasa con un catsuit palazzo de algodón, que costaba 25 pesos. Después repetía el catsuit en tres cumpleaños de 15 ajenos, sin ponerme colorada ni pensar que ya me habían visto usando eso. Tenía exactamente dos pares de zapatos para combinar entre vestidos y conjuntos. Entre ese año y el siguiente, asistí a dos docenas de fiestas con cuatro o cinco prendas rotativas. Me lo hacían notar, pero jamás me sentí mal. Me limitaba a divertirme, comer, tomar y bailar hasta las cinco de la mañana, tal vez hasta las 7. Y siempre me pareció natural que viniera mi viejo a buscarme.
En cuanto al viaje de egresada, mis padres me pagaron las tres primeras cuotas, de 73 pesos cada una. A las otras doce las pagué yo, trabajando durante el verano y vendiendo todos los fines de semana alfajores de maicena caseros.

No me gustaba maquillarme. Salía a bailar con una línea de sombra en los ojos y un labial que desaparecía al primer sorbo de gaseosa. Usaba colonias y body sprays en lugar de perfume importado. Nunca me planchaba el pelo, aún cuando sabía que iba a quedar mejor.

Jamás me teñí, o me hice un tatuaje o un piercing. En una habitación donde 12 zanguangas aprendían a fumar como una transgresión ingenua, yo era la única que esquivaba el pucho circulante con indiferencia.

Nunca tuve cuenta en una casa de ropa (costumbre bastante común en mi ciudad, al menos cuando yo era adolescente). Mi vieja me tenía que maniatar para llevarme a comprar un jean o zapatos nuevos, nuestras peleas eran legendarias: a ella rara vez le gustaba lo que yo elegía y siempre decantábamos por algo clásico "que tuviera talles para mí". Nos llevábamos un poco mejor cuando recaíamos en la modista: allí, nuestro gusto encontraba un punto en común. Quizá ella gastaba un poco más, pero la felicidad de ver a "su muñeca" de vestido o pollera (al fin!) la hacía olvidar peleas pasadas.

Nunca tuve la compulsión de ponerme en pareja o ser madre. Viví cada relación, corta o larga, como una aventura día a día. Mientras hubo amor, fui feliz. Mientras estuve sola, aproveché para pensar en los errores cometidos y poner a prueba mi resistencia a la falta de sexo. No me costaba ir al cine sola, hacer de "violinista" cuando tocaban salidas en pareja o poner la oreja a los problemas ajenos sin deprimirme. Pese a mi impaciencia, tenía la certeza de que hay un tiempo para todo. ¿Cómo hacía, cómo hago? No tengo ni idea. Nací así.
(De a ratos me falla, esa intuición de la esperanza. Pero siempre vuelve. Una que me escucha desahogarme seguido, lo sabe.)

Un poco por esta impronta y un poco por falta de roce social, siempre me causó una profunda curiosidad el tipo de mujer marcada culturalmente, a fuego, para siempre, por el imperativo de no ser soltera. Me causaba (me causa) gracia su horror frente a una mujer soltera cómoda con su circunstancia, frente a una pareja sin el imperativo vital de reproducirse, frente a mi desinterés por temas tan frívolos como figurar en un evento donde no te conoce nadie, salir bien en una foto, tener "clase". Frente a mi falta de culpa ... ¡por Eru! (y no sabés lo que cuesta, pero qué fabuloso es sacársela de encima).

Y más recientemente, me causan más curiosidad (a veces me indignan, lo reconozco) esas personas que se sienten dueñas de la verdad, a la par que desnudan a diario sus peores inseguridades y miserias. No ofrecen una mirada propia del mundo: ofrecen certezas, mientras naufragan en dudas. No ofrecen opiniones: se empeñan en exhibir su infalibilidad quedándose siempre con la última palabra. En una contienda verbal, siempre ganan. Aunque pierdan. Creo que soy atípica también porque no puedo elaborar esto... la importancia de la última palabra. Si dije una barbaridad, ¿te molestaría escuchar mis explicaciones? Si me equivoqué, ¿puedo pedirte disculpas sin que tengas que pisarme como un felpudo y exhibirme como a un trofeo de una de tus insignificantes guerritas cotidianas?

Si me preguntaran hoy, diría que lo atípico es estar contento. Lo atípico es ser feliz.

¿Cómo, si no, se explica tanta propaganda empeñada en recalcar la felicidad de hacer o tener tal o cual cosa? ¿Por qué llenar la pantalla de ñoñeces exacerbadas que rozan el ridículo? Porque no hay manera de venderle a la gente lo que no tiene. Y lo que les falta es esa sensación de felicidad ñoña para sentirse completos. Mientras tanto, se regodean en los problemas como si fueran auténticas tragedias.

Los blogs y webs más visitados fluctúan entre lo humorístico y lo bajón. La tendencia marca: sé malaonda, caracúlico, quejate de todo pero con gracia. La gente no busca la identificación con lo tranquilo, no busca una evasión apacible. La gente necesita neurosis ajenas que pueda enmarcar como propias. En el mejor de los casos, necesita comprobar que hay alguien peor que ellos.
Parece ser así. No lo digo por decir, lo veo y lo escucho todos los días. Hasta en mis hermanos, que no tienen ni puta idea de lo que es un blog. Los escucho hablar y sus preocupaciones y aflicciones diarias bien podrían figurar en un post de "La Peleadora" o "Viajé como el orto", o "Privado de Salud".

Lo atípico, entonces, es tener buen humor. Sentirse feliz. Seguir los propios sueños y objetivos con la cuota de ambición justa para no sentirse conformista. Contenta, pero incómoda. Irascible, pero permeable a la felicidad que acecha ahí a la vuelta. Con una sonrisa en lugar de la bronca que me late a flor de labios tantas veces.

Cuesta convencer a los demás de ese buen humor, de ese bienestar. ¿Cómo podés estar bien si nunca te recibiste, si tenés un trabajo mal pago, si no estás siendo el 100% de lo que podrías ser? Seguro estás neurótica. Yo en tu lugar estaría desesperada, frustrada.
Es simple. Felicidad no es conformismo quieto. Yo sigo queriendo ser mejor. Yo sigo queriendo un trabajo mejor. Sigo intentando proyectarme más allá de mi realidad. ¿Pero qué me impide ser feliz ahora, con lo que soy, con lo que tengo?
Lo escribo y me sigo asombrando de lo difícil que es hacerle entender a la gente que las circunstancias de mierda, los "pendientes" e incluso las preocupaciones graves, no son incompatibles con la posibilidad de ser feliz.

Quiero seguir intentando cambiar el mundo.
Quiero seguir siendo atípica. No quiero ser una más, amargada, aplastada, envenenada de cotidianeidad ordinaria. No quiero sentirme superada, nunca.
Quiero conservar mi curiosidad y mi capacidad de asombro intactas. Quiero que me desafíen. Quiero que me hagan reír. Quiero divertirme con cualquier estupidez y seguir ejercitando la neurona, aunque el ejercicio haya pasado de moda.

Aunque no pueda hacer la mitad de las cosas que quiero,
quiero amar la totalidad de las cosas que hago.


miércoles, noviembre 12, 2008

No hay lugar como el hogar...



Este post que compartió hace algunos días (justo al borde de mis fiacaciones) me hizo recordar dos cosas.

La primera y más importante de todas, que ahora estoy en casa. Que me siento en casa en este lugar "pequeñorme", lleno de libros y cds y con olor a papel, jabón y especias. Que seguirá existiendo aún cuando me haya ido... y de esto último me di cuenta hoy, viendo a un hombre que con su colchón de cartones, un bolso y una guitarra acaparaba el umbral de un edificio coqueto y abandonado, por Córdoba y Esmeralda. De inmediato me pregunté (y me respondí) si llegado el momento me sentiría capaz de vivir de esa forma: sin mis libros, sin la memorabilia personal y los muebles. Sólo yo y lo que construí cada una de las veces a lo largo de estos años.

La segunda cosa que recordé inmediatamente fue el arte de esta película.
A las pruebas me remito:


A partir de quién-sabe-cuándo, el símbolo que cuelgue de nuestra puerta será este:


Hasta que me canse de simbología ñoña, o hasta que F. encuentre uno más apropiado.


(Todos nos merecemos este Castillo en el Cielo. Y estoy convencida de que podemos apropiárnoslo. Cada vez).

viernes, noviembre 07, 2008

Diez millones


...¿Usted tiene un niño cerca suyo?. Mírelo. Si es su hijo o un familiar, mejor. Ahora multiplique ese niño por diez. Diez millones. Póngalos a todos, a los diez millones de pendejos, en donde quepan (el Valle de la Muerte sería un buen lugar), y déjelos morirse ahí. Tíreles algunas cepas de enfermedades comunes y corrientes, pero mortales sin tratamiento. Sobre todo, no los alimente. Déjelos morirse de hambre, eh. De sed. Cada tanto tíreles unas granadas, ponga unas minas cerca de las fuentes de agua, si las hubiera. Enférmelos de paludismo, de SIDA, de Fiebre Hemorrágica Argentina, de Chagas, de Cólera. Eso sí: mande muchos religiosos, no vaya a ser cosa que mueran sin haber conocido al Salvador. Mátelos a todos, que no quede ni uno.
El año que viene, el mismo día y a la misma hora, traiga otros diez. Diez millones. Cada año, so vago, ¿qué quiere?: ellos le pagan el celular ése con veinte funciones al pedo, y le pagarán su futuro iPhone. ¡No se haga el boludo, boludo!

Leer completo en el blog de Fender, pero les aviso: el resto es tan duro como lo que ya leyeron.
Duro, y dolorosamente cierto.

jueves, noviembre 06, 2008

Fiacaciones

Estas vacaciones miniatura me están dando muchísimas satisfacciones y alguna que otra mínima molestia. A saber...

Satisfacciones:
  • Caminar horas y horas con NIN y The Cure en las orejas. Es increíble lo mucho que me relaja y me limpia. ¡Y hace que me olvide del calor!
  • Tener el tiempo que necesito para leer y escribir cuanto se me cante (y poder decidir qué se queda afuera y qué no).
  • Los parlantes nuevos de la PC que hacen que todo suene glorioso.
  • Hacer orden y limpieza mientras dejo puesta una película que me gusta. Entonces, cuando llegan mis escenas favoritas, puedo hacer una pausa y quedarme toda emocionada frente a la pantalla.
  • Aprovechar la luz natural que entra en el departamento a raudales a esta hora. Aún sin necesidad de abrir por completo la ventana...
  • Bañarme dos o tres veces al día si se me antoja.

Mínimas molestias:
  • El primer día de caminata me olvidé que por más que sean las 8.30 de la mañana, por más bloqueador solar que me ponga y por mucha agua que tome, el sol está fuertecito. Así que desde el lunes arrastro una insolación que se traduce en esporádicos e inoportunos dolores de cabeza, aunque ahora camine a la sombra (o con gorro).
  • El tiempo nunca es suficiente.

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A continuación, una yapita agridulce de vacaciones.
El fin de semana pasado murió Yma Súmac. Pasó sus últimos años de vida en un hogar de ancianos de Los Ángeles, ciudad que adoptó como propia en los años ´60, luego de un idilio con Hollywood y Broadway. Transcribo a continuación la reseña que hizo Donnie para Esquizofónico sobre "Mambo!", uno de sus discos más conocidos.

Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo, más conocida como Yma Sumac (transliteración del quechua Ima Sumaq, "qué linda"), es una cantante soprano de Perú que logró el alto registro de 5 octavas en un momento en que el promedio que alcanzaba una cantante de ópera era de dos octavas y media. Se dice que de niña trataba de imitar el canto de los pájaros, iniciándose así su pasión por el canto.

(...)

El registro vocal de Yma Sumac abarca las 5 octavas, siendo ella la 1ª cantante en alcanzar este rango en la historia de la música. La nota más alta de la peruana era de un E7, producido en varios conciertos pero nunca escuchado en grabaciones, y su nota mas baja es un E2. Ha sido comparada con Mariah Carey y aunque ésta llegue G#7, Yma Sumac posee la particularidad única de interpretar todos los papeles de la ópera desde soprano coloratura hasta los graves profundos de un bajo con el pleno dominio de todos los registros sin el uso de falsete ni whistle register. Yma Sumac es también conocida por su técnica por ser la unica que logro hacer la triple coloratura o conocido como trino de aves en la canción Chuncho, además de superar a Erna Sack en las notas altas y a Mado Robin con su famoso D7.


Qué decir de esta mujerona que grita como ninguna: toda una experiencia musical oírla. Llegué a ella por el Cirque du Soleil, pues uno de sus temas ('Gopher') fue el único en la historia de la compañía circense ajeno a sus compositores y utilizado en uno de sus espectáculos (Quidam, y al margen de Love, claro, que es tributo a The Beatles).

Y para completar la yapa, click aquí si quieren Mambo!

viernes, octubre 31, 2008

Siniestro

Hoy se celebra Halloween, y no sólo en los países angloparlantes, parece.
A la salida del trabajo, María nos avisó que pasaba una madre arreando un séquito de niñitos disfrazados y toda cargada, ella, de paquetes y bolsitas alusivas. Esto era en Córdoba al 800, plenas seis y cuarto de la tarde.
Antes, me tocó ir a un edificio muy paqueto en Puerto Madero. En el tercer piso, donde nos esperaban para descargar una mercadería, los recepcionistas ofrecían sendas calabazas de plástico repletas de caramelos insípidos a los visitantes. Las caras sombrías acompañaban bastante bien el clima halloweenesco.

Antes de eso, en viaje, me comentaron como al pasar: "Están empezando a echar gente". Lógico, pensé: la crisis y sus psicosis... Igual que con las corridas, las empresas se empiezan a pasar la pelota...
"¿De dónde?"
"De todos lados"
Y llegó la enumeración. Empresas grandes, de las que ya tenía noticia desde la primera corrida. Me inquietó descubrir que algunas empresas más chicas también estaban tomando esas medidas drásticas. Un pequeño distribuidor informático echó a quince personas solamente ayer. Simplemente así: a las seis de la tarde, hora de cierre, reunieron a toda la planta presente y dijeron a dedo: "Estas son las quince personas que a partir de mañana no tienen que venir".
Hoy pasó otro tanto en una empresa del mismo rubro. Diez personas ya están fuera. Y los mensajes siguen llegando.
Gente muy querida por mí, que suele frecuentar este blog, está pasando por la misma incertidumbre. Algunos, desde hace meses.

Disculpen el ánimo poco festivo, pero estoy muy inquieta. Hay algo siniestro en el aire y no tiene nada que ver con nuestros queridos personajes, ocasionalmente conmemorativos.

La pregunta obligada es... ¿por qué los medios no están haciéndose eco de esta ola de despidos masivos?
¿Para no alimentar la psicosis?
¿Para generar una neurosis protectora en aquellos que sentimos que tenemos el culo cubierto? (Entérense: después de lo que escuché hoy, no tengo muchas esperanzas de vacas atadas. Propias ni ajenas).
¿Para apañar a alguien, a algo, a sus propios grupos empresarios? Después de todo, medios son empresas.

Para descomprimir, y con la esperanza de que todo pase (para mejor), les dejo este regalito. Que lo disfruten.



(Y para los Wicca y compañía, feliz Beltane)

sábado, octubre 25, 2008

Felicitudes y avisancias de sábado

No tengo más que ganas de recomendar, así que hoy copio a otros bloggers que suelen hacer esto los sábados antes de salir a la puta calle (como yo en este momento) y les dejo mis recomendaciones para este sábado.

- Fender viene escribiendo unos cuantos posts buenísimos en estos días, pero este (para una medioburra como yo) es el súmum.

- La amiga Gerund volvió con todo hace algunos meses y desde entonces nos regala  joyitas como los Saturday Morning Cartoons. Pero no conforme con eso, ha dedicado todo el mes de octubre (y contando...) a la temática tenébrico-terrorífica. En cada post hay joyitas, así que no dejen de pasar.

- ¡Revivió Malas Ondas! Más mala onda que nunca. Con nuevos colaboradores. Con piñas y cortes de mano para repartir. Si quieren compartir alguna indignación pueden enviarla vía mail, que será debidamente analizada por el MalasOndas Team y posteada para que otros puedan sumarse a su cólera.

- Un blogger muy estimado por mí desde antes de ser blogger, Hugo Zapata, está  de aniversario. En su página web se pueden encontrar dossiers sobre los temas que más le gustan. Música, cine, historietas, libros. Todo desde la perspectiva de un fanático atento y con muchas pilas.

- Si son enfermitos de "Peter Capusotto y sus videos", no pueden dejar de visitar el sitio de Bombita Rodríguez (con letras, fotos y todos los programas de la sección) y el MySpace de Marcelo Iconomidis, "EL" coleccionista de rare videos y dealer nº1 del programa de los lunes. 

Y en nuestra sección Aviso a la Población:

Habrán notado que el blog Esquizofónico está cerrado y sólo admite usuarios invitados. Tomamos esta decisión luego de varios inconvenientes sufridos en las últimas semanas y mientras vemos qué rumbo va a tomar esa queridísima web, alias Hijo Naranja, permanecerá así. 
A los pocos disfrutadores de ese humilde espacio les pedimos las disculpas del caso y les invitamos a pasarnos un mail (privadamente, por favor) si es que están interesados en acceder hasta nuevo aviso.

¡Buen fin de semana para todos!

jueves, octubre 23, 2008

Ejercicio de autoconciencia / Jueves

No sirvo para ser "la que nunca se queja".
Ya pasé por ahí.
Larga vida a mis neurosis, mis berrinches y catarsis.

miércoles, octubre 22, 2008

De mi mala relación con las fotos propias

Desde chica revuelvo y organizo (y saqueo) los cajones de fotos de mi familia. No se salva nada: ni el álbum de la tatarabuela, uno de esos que se ataban al costadito, con hojas de cartón duro y esquineros para enganchar las fotos sin que se dañen, ni las sueltitas que salieron mal y quedaron excluídas de todos lados.
Me encanta encontrarme con la expresión adolescente de la abuela en una foto de sus doce años, sentada en una tranquera del campo, o con mis hermanos cuando eran bebés. Tengo colgadas dos fotos que se sacaron mis padres el mismo día que se conocieron, en el cumpleaños de una amiga común: ella, 15; él, 19. Los dos hermosos y alegres, también en un entorno campestre, la piel bañada de sol primaveral. (¡Pensar que pasaron más de treinta octubres, ya!).

Sólo guardo y exhibo fotos propias donde aparezco junto a mis hermanos, la mayoría sub-20. Principalmente por coquetería: creo que era mucho más bonita a mis 20 que ahora, con una belleza bastante aniñada y fresca que al menos no me daba pudor mostrar. Pero también por motivos un poco más complejos que los meros complejos (cuack).

Todos pasamos por momentos de quiebre en nuestras vidas. Hay un día, o una semana, o un año que te marcan para siempre. A veces hay más de un quiebre y consecuentemente se acumulan experiencias, sensaciones, revires, que van empezando a formar parte del mapa de tu cuerpo y de tu mente. Más cuando tu cuerpo y tu mente empiezan a ser una sola cosa.

Obsesiva de los detalles, soy capaz de trazar un mapa en las caras de todos mis familiares y conocidos. Puedo rastrear la soledad, la tranquilidad, la depresión, la enfermedad, la hipocresía. En cada arruga de los rostros de mis viejos (los ausentes y los presentes) hay una historia distinta. En mi propia mirada hay distintos grados de cansancio, neurosis y caos a medida que pasan los años.

Mis fotos post-20 años están cargadas de impresiones como esa.
Lo sentía al escribir el post que no publiqué el domingo (y que a esta altura ya no publicaré nunca), más que nada porque pienso casi toda mi vida en función de escenas, como las de una película o una obra de teatro, y después las condenso en imágenes congeladas.

Lo pensaba desde el sábado, ahora que me doy cuenta. El sábado, además, vimos "Pieces of April". Era mi segunda vez y llegando al final las lágrimas salieron sin ningún tipo de preaviso. No hubo nudo en la garganta, sino un estallido. Empezó en la escena donde la madre de April se queda mirando a la niña que está detrás de la puerta del baño, con las medias y la bombacha a mediapierna. Pero lloré hasta el final de los créditos.

Lo volví a pensar ayer, cuando me dijeron (una vez más y van...) "la de la foto no sos vos".

Lo cierto es que las fotos me matan. En todos los sentidos. Tienen un poco de lo que fue, más un poco de lo que vendrá. Pero eso es más ilegible.
Yo estoy segura, cuando me miro en esas fotos sub-20, que si en ese preciso momento me contaban cómo iba a cambiar mi vida y mi relación con el mundo en menos de dos meses, mi cara no habría estado tan fresca, los ojos no habrían transmitido esa confianza en el futuro. Yo había aprendido a caminar sola hacía muy poco tiempo y tenía esa fe ciega que sólo tenemos los optimistas.
Después llegaron las fracturas, una y otra vez. Las desilusiones, el remar contra la corriente, las lágrimas aguantadas porque siempre había alguien que sufría más que yo, el dar y dar un poco más, la insensibilidad, el cinismo, el descontrol físico y psíquico, el desamparo. Mi alma pasó de la madurez a la vejez en muy poco tiempo.

Desde entonces, nunca volví a ser reconocible en las fotos. Al menos para mí.
¿Cómo voy a reconocer a esa extraña de ojos alucinados que me devuelven las fotos de 2006?
¿Nadie se daba cuenta del rictus en la boca, de las arrugas prematuras en el ceño permanentemente fruncido? ¿Del olor a limpio en la piel irritada de tanto restregarla, de las mentiras yuxtapuestas?

Ahora que sonrío más, sigo sin reconocerme. Esa chispa de nervios se me crispó en los ojos para siempre y se activa por reflejo cada vez que una cámara anda cerca.

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Como yapa descompresora a este post bajoneante, recomiendo algo que viene muy a cuento: una película argentina excepcional, dirigida por la talentosa María Victoria Menis. Se llama "La cámara oscura", está basada en un cuento de Angélica Gorodischer (a quien respeto y admiro mucho) y es ... bella, simplemente bella.
Les dejo el trailer y los invito a ver el sitio oficial, donde también pueden escuchar una partecita ínfima de la exquisita banda sonora.
Por supuesto, también les recomiendo que vayan a verla. La exhiben en el Gaumont, donde la entrada no cuesta tanto y te hacen descuento por cualquier cosa. Aprovechen. Por ahí les pasa como a mí, y se quedan con un par de frases interesantes sobre la belleza y el arte.



martes, octubre 21, 2008

Ausencias

El fin de semana me puse a escribir lo que iba a ser un post cortito, para el día de la madre, y terminó siendo un choclo largo, incomprensible, demasiado mío para dejarlo acá colgado. Así que no lo puse. Me siento mejor, pero algo me falta. Leo el texto que quedó (una hoja y pico) y sigo agregando cosas, para no sentirme en falta con alguien, para que todas mis madres queden contenidas ahí.

No puedo.
Desisto.

Hoy estoy acá y no quiero.

Quisiera estar en cualquier otro lado, ser otra persona, volver a ser invisible, dormir una siesta de 100 años y despertar en un mundo donde no queden rastros de nadie más que de mi Marius.


Recién ahí, salir de entre el polvo de las ciudades y empezar de nuevo.






Esta noche duermo y se me pasa. Hoy estoy llena de ausencias, y la primera ausente soy yo.

viernes, octubre 17, 2008

Las dos Camilas

(Publicado originalmente en ProfundoBosque, me pareció pertinente dejarlo aquí también)


Camila tiene 11 años y vive en Gualeguaychú. Dinámica, pasa sus días entre el colegio, las clases de danzas e inglés y su vida familiar. Le gusta navegar por Internet y leer. Me la imagino escribiendo poesía, como hacía su hermano mayor a su misma edad.

Camila es bella. Tiene los ojos de un verde-parduzco, dudo haber visto otros iguales en algún lugar. Tiene pómulos altos y una nariz perfecta donde se insinúan algunas pecas y el primer acné. El pelo, de un rubio más oscuro que el mío e igual de abundante. Es esbelta, no muy alta, y usa cancanes y polleras con zapatillas porque también le da por ser coqueta. No se pinta. Juega con su hermano menor y su sobrinita de tres años y si bien tiene modales correctos, de nena madura y seria, sigue siendo apenas eso: una nena.

A Camila le empezaron a crecer los pechos este año, al poquísimo tiempo de hacerse señorita. A mí me pone incómoda pensar que aquella prima diminuta que sostuve en brazos una tarde de verano, recién salida de la incubadora del sanatorio, ya esté suscitando las miradas y los piropos (algunos subidos de tono) de los muchachones de la ciudad-pueblo. Y me pone incómoda porque yo fui igual. Demasiado grande para ser niña, demasiado niña para ser grande. Y me asustaban los tipos. Con razón, me asustaban. Ahora que soy adulta, me doy cuenta del peligro que corrí no una, sino diez, veinte, cien veces a manos de ciertos "adultos" pretendidamente confiables.

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Camila tiene 11 años y vive en Villa Carlos Paz. Le gustan los animalitos, es católica y muy familiera. El cronista, sin que se le mueva un pelo, destaca como datos simpáticos el hecho de que se convirtió en la Lolita más joven de la Argentina y que, pese a pertenecer a una familia a todas vistas acomodada, va a un colegio público. Sí señor, ¡y además, es abanderada!.
Yo la conocí recién hoy vía Critica Digital y a medida que leía se me iba sublevando la sangre. Basta con rescatar algunas líneas de su testimonio para entender un poquito el por qué de mi indignación.

"Quiero que todos recuerden: los niños no tenemos pecados. Hay que tener fe en Dios, que todo lo cumple. Yo les digo a todos los chicos que luchen por sus sueños. Que peleen por lo que quieren. Que tengan esperanzas.” Aconseja Camila Colombero, 11 años, la nueva Lolita argentina, la más joven de la historia: desbancó a Nicole Neumann, que debutó a los 12. Camila aclara: “Yo los cumplo el 29 de octubre. Falta poco”.

"–¿Y quiénes son tus modelos preferidas?

–¡Nicole Neumann! Ella es la más linda. ¿Sabés qué me gusta de ella? (...) Me gusta porque ella quiere a los animales. ¡Como yo! ¿Sabés que en Santiago del Estero mi papá tiene una finca? Y ahí está lleno de animalitos. Hay cabras y gallos kiki. Son unos gallitos enanos, re lindos. ¡Ah! Y de las actrices me gusta Emilia Attias."

"–Y tus papás, ¿te ayudan con tu nueva ocupación?, ¿qué te dicen?
Ellos me cuidan mucho. Pero no por esto que estoy haciendo ahora... Ellos me cuidan siempre. En el cole, en la casa, en todos lados."


(Y claro... qué va a contestar?? es una CRIATURA, por el amor de Jebús!!)

Once años, repito.
Creo que esta foto es bastante elocuente de por sí.






Ya pensé tantas veces que a los padres de estas gurisas habría que spankearlos a morir, que me temo estoy gastando el castigo. Lo peor es que nos estamos acostumbrando a este nivel de pelotudez. ¿Qué necesidad puede tener una pendeja de semejante grado de exposición a tan temprana edad? Ella es quizá muy chica para procesarlo, pero los padres, los adultos que la rodean, siquiera algún amigo o amiga más grande que ella pueden perfectamente alertarla sobre cuestiones tan básicas como la reacción que causa en otras personas con su físico contundente expuesto de este modo. O sobre los riesgos de soñar con un futuro en el que tu cuerpo es a la vez una mercancía, tu herramienta de laburo y por ende, el objeto de tus desvelos. O sobre el peligro que encierra la premisa (errónea) de que porque sos inocente y "no tenés pecado" este mundo caníbal te va a respetar.

Mi querida Camila, a las lolitas como vos se las comen crudas hasta los lobeznos de esa industria nefasta. Las que sobreviven pagan un precio altísimo. Pero como no te ponen límites, y para tus papás es suficiente saber que estás contenta jugando a Patito Feo y Las Divinas en el Pretty College, lo vas a aprender muy tarde, cuando te cases con algún tipo platudo y algo complejo, al que le guste cogerse algún travesti de vez en cuando mientras vos te pasás el día en el gym para pilotear el estrago de los años y los embarazos sucesivos, lidiando con las niñeras que cuidan a tus hijos y esquivando a los medios que están alerta las 24 horas para saber de qué color son tus zapatos, cuántas veces los usaste o qué olor tienen los pedos que te tirás.

Después hablamos de explotación infantil en Sri Lanka o en Misiones, o en Moscú, o en Ciudad Juárez. Por favor. ¿Es mucho pedir que les den a los chicos la posibilidad de una infancia tranquila, con ritmos madurativos acorde a los biológicos? ¿Que les digan "hasta acá"?

Pretender que la burbuja salvadora de los principios y las creencias te van a cuidar de los hijos de puta del mundo no es más que un pensamiento simplista; indolencia y estupidez, detrás de una máscara de ingenuidad neurótica.

Si me preguntan, por más que termine preñada a los 15, aunque se llene de tatuajes y piercings y se pelee con sus padres, aunque se saque un cinco o un tres en Matemáticas y llore porque no puede tener todo lo que quiere, me quedo con mi Camila.

martes, octubre 14, 2008

Finalmente, la lluvia...

...Me estaba olvidando cuándo fue la última vez que escuché el golpeteo de las gotas en el techo de mi habitación, los relámpagos como flashes, el ruido del trueno ahí nomás.

Ahora que miro bien, me doy cuenta que es muy raro que se formen frente a la casa aquellos surcos de agua que corrían paralelos al cordón y en dias de mucha lluvia llegaban a inundar la calle. Hace mucho que no llueve como antes. También es cierto que los sistemas de desagüe mejoraron y el agua escurre más; ni siquiera la casa es la que era, y el año pasado el fresno que adornaba la entrada también sucumbió a una mejor urbanización (bueno, al menos los fresnos de las otras casas siguen ahí, y algunas palomas en los zócalos también).

Llueve. Es un fin de semana gris, como los de antes, cuando me decían que hacía falta que llegara yo para que se largara a llover. Ya hacía casi dos años que no veía semejante colchón de nubes. Me fue inevitable pensar en el post anterior cuando salimos a la calle y vimos pasar las hojas dando bandazos entre los charcos.

En un minuto recordé las carreras de barcos de papel que seguíamos con la corriente hasta que doblaban la esquina y se perdían rumbo a los barrios más bajos, a una velocidad que ya no podíamos sostener con las piernas cortitas y las botas de goma. Cuántas veces mamá nos dejó bailar en esos charcos, calzados y descalzos, a veces completamente vestidos de fiesta, al regreso de un cumpleaños, con la única recomendación de que nos cuidáramos de los autos. En aquellos días, había todavía menos tránsito en mi cuadra que el que hay ahora (¿un auto, dos, cada diez minutos?) y si nos manteníamos cerca del cordón aprovechábamos mejor la corriente de agua, ya límpida, que bajaba desde las calles del centro.

Pocas cosas importan tanto como el goce cuando sos chico. Después llega el otoño de la vida y te quedás mirando por la ventana esos charcos donde antes saltabas.

Hay otros goces, como el de las madrugadas con las gotas cantando en el techo de zinc y los truenos que ya no asustan, y los pájaros del amanecer sacudiéndose la última humedad.

Eso no cambia, aunque hayamos crecido.

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(Este post iba a salir el sábado, pero me encapriché con ponerle una foto, o quizás un video de esa lluvia entrerriana y lo verde que se veían los árboles y el pasto... pero ninguna salió como quería. Suele pasar. A cambio les dejo una canción que me acompañó incidentalmente alguna de esas madrugadas)




jueves, octubre 09, 2008

En estos últimos dos o tres días y por esas cosas desencontradizas estuve viniendo a pie a la oficina. Sola.
A falta de una mano que agarrar, ocupo las dos que me quedan libres en tomar el volantito que ofrece siempre el mismo señor, en una de las esquinas de Tribunales. Sigo mi camino mientras hago un barquito de papel (ese volante tiene el tamaño justo). Tardo en hacerlo lo que me lleva caminar hasta el Teatro Colón; unos tres o cuatro minutos. Lo tiro siempre en un tacho distinto, así, prolijamente armadito, con la ilusión de que alguna de las personas que día a día pasan mirando o revolviendo la basura se quede pensando quién será el loco o la loca que todos los días deja un barquito de papel distinto en los tachos de basura de la zona de Tribunales.

Mientras mi cabeza piensa en esas tonteras, el otro hemisferio escucha...




miércoles, octubre 08, 2008

In this town we call home...

... everyone hail to the pumpkin song!
(This-is-Halloween, this-is-Halloween...)

Visitando el VF me encontré esta linda sorpresa, y como su propietaria siempre es tan generosa, me chorié la idea.

Así que ahora tengo este avatar


...que va a ir junto al "estonoespsicodelia" hasta el 31/10 a la medianoche... y por ahí un poquito más.
¡Gracias, Gé, por la excusa de esta celebración anticipada!



viernes, octubre 03, 2008

Es fija (III)

Un poco de viento fresco me cambia este humor huraño y se me pasan (un poquito) las ganas de volar de acá.
La simpatía cósmica existe.

miércoles, octubre 01, 2008

..."Ha de ser el corazón"



Tuvimos la invaluable posibilidad de ver esta joyita con el metraje extra (versión encontrada en el Museo del Cine este mismo año), y quise poner este video con la intro, simplemente porque no tengo palabras para esa experiencia.
Fueron dos horas y pico intensísimas de música en vivo, de imágenes hipnóticas y desconexión de la realidad: en un auditorio lleno de gente, nadie se movía ni hablaba. Todos estábamos compenetrados en la historia de Freder y María, del alucinado Rotwang, el leal Josaphat y el ambicioso Joh Fredersen.

Mi amor por el cine llegó mucho antes que mi cinefilia, en una salita con olor a humedad y cortinados negros donde a veces se escondían murciélagos y lechuzas. "Metropolis" es la síntesis perfecta de estos factores. Porque se puede ser cinéfilo (o cinéfago) sin necesariamente amar al cine, y se puede amar al cine sin volverse cinéfilo jamás.
Casi siempre estuve más cerca de esta segunda combinación que de la primera.
Después de las 23.17 hs de ayer, ya no estoy tan segura.

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Hace un par de semanas falleció Salvador Sammaritano; fundador de Cine Club Núcleo, crítico de cine y ex subdirector del INCAA, es también uno de los involuntarios protagonistas de este hallazgo. Fue él quien le dio a Fernando Martín Peña la pista de la copia perdida de "Metropolis" al recordar la proyección que hizo para el Cineclub en los años ´60. (Todos los detalles, pueden leerlos aquí).

Seguro al "Negro" le habría encantado poder ver esta película una vez más. Y la realidad es que nadie debería perdérsela cuando vuelva a Argentina restaurada.

sábado, septiembre 27, 2008

Grizzly en primavera

Me siento un poco rara saliendo a la calle de abrigo negro cerrado hasta el cuello (por liviana que sea la remera que está abajo), con botitas cortas y pantalón holgado largo.
Un poquito rara, nomás. Preferiría, por comodidad, ir más ligerita y sin abrigo. Pero me acostumbré demasiado a la intimidad de mi cuerpo encerrado bajo mucha ropa, a esa sensación de preservación de la mirada ajena detrás de los anteojos de sol y de aislamiento del ruido que dan los auriculares del mp3.

Justo yo, que odio los anteojos de sol y que siempre renegué de la música en las orejas (porque me sigue alcanzando con la de mi cabeza).

Me inquieta un poco lo fácil que me acostumbro a estas cosas y lo mucho que todavía me angustia exponerme a la mirada ajena, no importa cuán benévola o neutral sea.

Quisiera que el invierno no se fuera nunca para poder seguir poniéndome este abrigo, guardándome detrás de una coraza falsa, sintiéndome la mujer invisible, ignorada hasta que yo misma lo disponga. Quisiera ser, no sé, mucho más chiquita o más flexible. Quisiera caminar por el cielo para no volver a chocar o esquivar a nadie.






Buen fin de semana (ochentoso!)

lunes, septiembre 22, 2008

Poco importa

Una de las mejores referencias a Murphy (no recuerdo si ley, corolario o postulado) que leí en algún momento me acompaña hasta hoy como un mantra: "Si no te importa... que no te importe".
Pero soy una drama queen. Lo saben mis familiares y amigos como lo han sabido mis parejas, o mis eventuales compañeros de ruta en la facultad, el colegio, el teatro. De tanto en tanto me descubro exasperada, irritable por algo, y me doy cuenta de cuánto me importan ciertas cosas. Cuánta relevancia le doy a pequeños detalles que (independientemente de las vueltas que dé) me preocupan. La medida de la importancia que les doy no siempre es proporcional a la reacción que me provocan.

¿Qué será, entonces, lo que me impide desprenderme de eso? Porque está claro que me sería más cómodo despreocuparme, dejar pasar lo no dicho como justamente eso: algo que no se dijo, y después aguantátelas.
Asumo, pues, que algo tendrán que ver las alusiones tangenciales que voy encontrando (algunas con meses o años de delay) respecto de situaciones no muy claras o que nunca se cerraron.

La actitud más sana sería "agua y ajo". Pero siempre sobrevuela la culpa de no haber sido demasiado clara, de no haber ofrecido a mi vez la excusa para un cierre, un quiebre, una respuesta directa. Es que no se me da bien ir al choque. Eso es tan evidente como mi dramaqueenismo. Y es algo de lo que es muy fácil aprovecharse, también.

Sería un buen propósito para este año (y me importa un carajo que esté más que empezado) darle un cierre a todo esto encarando con una actitud vigorosa y nueva esas situaciones donde no queda claro del todo...

- qué me rompe las pelotas
- qué me entristece
- qué me incomoda
- qué me da vergüenza o pudor
- qué me hace mal

Algo es seguro: Para que definitivamente deje de importarme, tengo que dejar de callarme. Las tripas me arden con todo lo que guardo por consideración a otros que no tienen la consideración de ahorrarme sus propias palabras.

Las palabras y mis propias manos siempre fueron la mejor cura para todo.
Estoy ansiosa por extirparme viejos venenos ajenos.

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Postdata 1
: ¡Soy TAN feliz ahora que volvió Peter Capusotto! (Enorme sección: "Pesados del Rock". ¡Queremos más!).

Postdata 2
: No se pierdan este evento el sábado. Lo recomiendo con todo mi corazón:

Liliana Felipe dará un concierto en la ex ESMA, organizado por la televisión pública.
El sábado 27 de septiembre, a las 17, tendrá lugar en la sede del Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos (ex ESMA), Avda. del Libertador 8151, el Concierto Homenaje Juventud y Memoria a cargo de la cantante argentina/mexicana Liliana Felipe, acompañada en la oportunidad por la Orquesta Sinfónica de Canal 7.
¿Cómo? ¿No la conocen? Subsanemos eso urgente con algo alusivo.




Tienes que decidir
quién prefieres que te mate:
un comando terrorista
o tu propio gobierno para salvarte
del comando terrorista.

Tienes que decidir
qué prefieres que te mate:
la pobreza, la miseria,
el Tratado de Libre Comercio
o el programa contra el hambre.

Ya se acabó aquel tiempo
en que decidían cómo nos mataba
y sin preguntarnos si quiera por pura cortesía.
Si era nuestro deseo el de fenecer,
como los mosquitos al amanecer,
o morirnos de sed.

Ya nos mataron de tantas maneras,
ya nos cansamos de ir al panteón
ya no sabemos si somos civiles,
rehenes, vampiros o simples mortales.

Pero, de tanto morirnos
al menos nos hemos ganado el derecho
de decidir cómo queremos morir.

Tienes que decidir cómo prefieres morir:
de hambre natural,
de asco terminal,
de pago de predial,
ahorcada con tu chal,
debiendo un dineral,
cruzando de ilegal.

Ya se acabó aquel tiempo
en que decidían cómo nos mataba
y sin preguntarnos siquiera por pura cortesía.
Si era nuestro deseo el de fenecer,
como los mosquitos al amanecer,
o morirnos de sed.

Ya nos mataron de tantas maneras,
ya nos cansamos de ir al panteón
ya no sabemos si somos ciiviles,
rehenes, vampiros o simples mortales.

Pero, de tanto morirnos
al menos nos hemos ganado el derecho
de decidir

cómo queremos morir.

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Y de yapa... Susana Zabaleta canta "Mala" (también de Liliana)




... pero qué bonita, chingaos!

domingo, septiembre 21, 2008

Ejercicio de autoconciencia y yapa / Domingo

- No importa cuánta razón tenga, cuán apasionada o vehemente me sienta respecto de un tema: invariablemente las discusiones me ponen mal. Así como hay ruidos que no tolero (una pava que chilla, un teléfono que suena, voces chillonas y portazos), hay tensiones que no puedo soportar. Las discusiones, más aún las socráticas, están cargadas de esto. Prefiero el debate. Pero como el mundo está lleno de personas que se miden la poronga, el debate es una tradición que pierde terreno frente a los portazos que le da el "yotengorazonicismo".


- Daría toda mi autoconciencia por un poquito más de control de mi ciclotimia, y perder para siempre este miedo al enfrentamiento, este temblor en las manos que me obliga a pegarle a algo o a alguien. Al menos estaría bueno que la vida me pusiera enfrente a un ser digno de matarlo a piñas.


- Hay momentos en que no puedo manejar mi propio cuerpo, mi mente se desboca y el límite entre los mundos queda borrado. Los sueños empiezan a ser más complejos, más vívidos. Siento insectos caminando por todo mi cuerpo, una sugestión extraña, nacida de mi manía por la limpieza y el orden. Hablo mientras duermo. Escucho voces viejas y percibo los olores con más fuerza. Vuelven mis instintos primigenios y la boca se me llena del anhelo de carne cruda, de masticar macachines o jazmín del país.
Con el paso de los años voy entendiendo que esta serie de factores se da con más fuerza en los cambios de estaciones, especialmente en la transición verano/otoño e invierno/primavera.

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En otro orden de cosas, este blog cumple años.

Yo que me creía incapaz de sostener nada en este mundo virtual por demasiado tiempo, encuentro cada día más motivos para seguir escribiendo, aburriendo gente y desprendiéndome de mis límites.

Si todo sale bien, hoy me voy a levantar temprano a caminar junto al río. Me sentaré en el pasto hasta que la humedad me manche los pantalones. No voy a bañarme hasta que vuelva a Buenos Aires. Que duren el olor a tierra, a verdín y a pelo lavado ayer. La mugre bajo las uñas y el frío en la punta de la nariz, la alergia de cada primavera inminente y el barro en las zapatillas.

La vida sólo vale la pena si hay ganas de vivirla. Así que vivan lo mejor que puedan.
Vivan a la altura de sus sueños.
Vivan para servir y para arrancar sonrisas.
Vivan para ser útiles.
Sigan su instinto. Escúchense.
Cáguense en los prejuicios y en la mala leche del que sólo vive para ver lo que hacen los demás.

O mejor, no me hagan mucho caso. Después de todo, la fórmula que me hace bien puede no funcionar para nadie más.


A los que tengan la suerte o la desgracia de leerme, les dejo la canción de estos días.



jueves, septiembre 18, 2008

Días de ruido

Vivo en esta ciudad llena de gente, autos, mugre y ruido. Ruido sobre todo. Tanto, que la gente está acostumbrada. Lo odia y lo necesita como si fuera una droga. No son capaces de quedarse en silencio porque se morirían de angustia. Se estresarían por falta de ruido.
Supongo que por eso terminan yendo de vacaciones a urbes superpobladas, como Córdoba, Mar del Plata o las playas más "in" de Brasil. O se encierran en corralones a saltar amontonados al ritmo de una música frenética que a menos que estés a dos metros del parlante suena átona. Simplemente ruido y más ruido.
Usualmente me cierro a él, acostumbrada a ignorarlo por mi salud mental. Pero desde hace unos días no paro de escucharlo.
Es inevitable, se mete por todas las hendijas y me taladra la cabeza, golpeándome como si fuera un punchingball. Las motos, las bocinas, los caños de escape abiertos, las alarmas, los martillos neumáticos, los gritos, me están dejando de cama. Por suerte es hoy, y hasta el lunes (espero) nada más... no más bochinche. O sí, pero de otro tipo.

En días como hoy pienso "¿Quién carajo me mandó mudarme acá?"
Y enseguida me acuerdo de que todo tiene una razón de ser, y que si no hubiera recorrido este camino hoy no tendría lo que tengo, ni sentiría lo que siento, ni habría vuelto a escribir. Nunca más.

Así que ... gracias.


You are my sweetest downfall...



(I loved you first)

lunes, septiembre 08, 2008

Sin miedo a las serpientes

(Inspirado por esta imagen, que vi en lo de Estrella)


Mi infancia fue, entre muchas otras cosas, interesante y afortunada. Sobre todo porque las cuestiones menos afortunadas y felices se articulaban con lentitud en algún lugar del subconsciente y quedaban para después. ¡Sabia madre Natura!

Una de esas cosas fabulosas fue mi colegio, el Malvina Seguí de Clavarino, mejor conocido como "Villa Malvina" o simplemente "la Villa". Un lugar algo aislado del centro de la ciudad, en un barrio tranquilo camino a la ruta 136; un terreno enorme donde aún conviven el viejo solar del matrimonio Seguí (que es actualmente "la casa de las monjitas") y el edificio del colegio propiamente dicho, bastante más moderno. La capilla anexa era lo primero que se veía al final de la calle, y es una de las más lindas que haya visto en mi vida.
Fui a ese colegio en parte porque mis padres trabajaban día y noche, y no se animaban a mandarnos caminando a alguna escuela más próxima a casa, en tanto que "la Villa" tenía su propio servicio de transporte escolar. En parte, también, porque todas mis tías eran egresadas notables de ese colegio y había una suerte de pacto de simpatía entre la familia de mi papá y las monjitas.
Mamá dijo, algunos años más tarde, que habría preferido enviarnos a una escuela pública como la ENOVA, a la que fue ella. Que quizá nos habría preservado de muchos desengaños y del elemento humano que suele rondar ese tipo de colegios.

"La Villa" me contó entre sus huestes desde preescolar hasta mi egreso, un total de doce años. Desde la sala "Hormiguita Viajera" hasta el quinto año del Bachillerato en Letras cambié de amistades, aprendí a estudiar, a negociar, a expresarme y a pelear.
El preescolar me encontró escribiendo mis primeras rimas junto a algunos dibujos y cumpliendo penitencia en un rincón, con algún libro en la mano. Recuerdo el olor a barniz de madera que tenía la banderita "de los de jardín" y la textura de la soga al izarla. Recuerdo las alianzas bajo las coronas de novia y las luchas de poder en el arenero y los toboganes.
A medida que nos hicimos púberes, mis hermanos y yo nos acostumbramos a llegar a la parada del transporte a las siete menos cinco de la mañana, de lunes a viernes. El transporte era un colectivo pintado de naranja con el cartel del colegio, manejado por un cincuentón de cara cansada y bigote blanco que se llamaba Ángel. Peleábamos por un lugar en el fondo del colectivo y a veces nos sentábamos los tres juntos, aupados y amontonados, en un asiento simple. Compartíamos la merienda incluso cuando ya habíamos pasado al secundario y a nuestras amistades les resultaba rarísimo ver un caso tan patológico de solidaridad fraterna.

Mi colegio tenía gente excepcional en más de un sentido. Excepcionales idiotas y excepcionales seres humanos. Tenía un roble gigante en medio del patio y un salón de actos que servía de gimnasio cubierto los días de lluvia. Sobrevive en el patio una fuente de cemento y un bicentenario cordón de casuarinas que da vuelta a todo el perímetro. Todavía están ahí los bebederos de mármol y las glorietas con glicina y azahar que tienen olor a "Un año más" de Mecano, cuando llegan las vacaciones de verano.

Lo mejor de todo es ese parque enorme, en el que me gustaba perderme aún en épocas de prohibición. Por la calle que circunvalaba el parque pasaban las canaletas de Obras Sanitarias, criadero de yararáes, arañas y culebras. Apenas llegaban las estaciones cálidas, una tanza custodiada por maestras de la primaria partía el parque en dos, impidiéndonos cruzar a las zonas de peligro. Yo prefería perder cinco minutos de recreo buscando la manera de pasar sin que me vieran, antes que quedarme jugando cerca de la bandera.
Mi lugar preferido era La Gruta, una reconstrucción a escala del lugar donde la Virgen de la Inmaculada Concepción se le apareció a Santa Bernardita. A ese lugar con olor a pino y tierra con lombrices me iba a pensar, a escribir o simplemente a soñar despierta, sentada en los bancos de madera (¡tan parecidos al de la foto!) o al pie de un árbol, con la pollera del uniforme bien extendida cubriéndome las piernas.
En mi adolescencia fui seria y disciplinada como un soldado, o tan revulsiva y rebelde como cualquiera de las más revoltosas del curso, dependiendo del día y de mi humor. El único lugar donde me sentía yo misma era aquella gruta con glorieta, hiedras y un sendero de casuarinas por detrás, donde podía cantar sin que me oyeran o treparme a los árboles sin riesgo de que un varón me espiara los calzones.

Un invierno en que se hizo difícil parar la olla y uno de los tres tuvo que renunciar al transporte, empecé a levantarme todos los días quince minutos más temprano para vestirme con doble capa de abrigo (cancanes y un saquito de lana azul, tejido por la abuela) y encarar en bicicleta o a pie las calles silenciosas, aún en penumbra, donde la helada aparecía primero en los techos de los autos.
Llegando al boulevard se avistaban los primeros jardines blancos. Casi podía sentir que se gelificaba el humo de mi aliento. Los perros del barrio, medio ateridos de frío, me acompañaban en procesión silenciosa cuando llegaba a la calle cortada que desembocaba directamente en el portón de hierro forjado de la entrada. A veces llegaba tan rápido que tenía que esperar que Molina, el casero del colegio, abriera la puerta de acceso peatonal, mientras el sol empezaba a levantar la helada del campo de deportes y la humedad me calaba los huesos.
En ese momento exacto, de silencio perfecto y temperatura bajo cero, sentía que el corazón me iba a explotar de felicidad.

Entre obligaciones y recreos, convivencias y jornadas deportivas, aprendí a desengañarme de las falsas amistades, a renegar de los prejuicios, a leer a las personas y a no dar nada por sentado. A bancarme las humillaciones soterradas y las traiciones de gente intachable que me juzgaba en silencio por mis excentricidades. También pude construir auténticos principios y valores que me sirven al día de hoy, bastante más que aquellos que pretendieron inculcarme.
Nunca me vieron llorar, pero sí aprendieron a temer mis enojos. Nunca dejé de hablar con los bichos o con los arco iris. Ex compañeros y docentes todavía me recuerdan por eso; por ser la que hablaba con los pájaros, los perros y las flores. Y porque no le tenía miedo a nada.

Es por estas cosas, entre algunas otras, que cada vez que mi madre lamenta haberme enviado a ese colegio yo le respondo que ningún otro lugar me habría gustado más, o me habría enseñado mejor a sobrevivir.