jueves, diciembre 27, 2007

Sombras


A veces uno pierde la perspectiva de ciertas cosas. Llega el fin de año y resulta que en el balance general (oportunidad excelsa para evaluar en profundidad si las hay, e invariablemente desperdiciada cada vez) nunca miramos más allá de nuestro propio ombligo. Bueno; hay excepciones. Pero la consigna general es "qué balance hacés de..." y terminamos siempre cayendo en el Planeta Yo.

Por alguna razón, y pese a que insisto en llamar a este sucucho un "espacio de catarsis", dos por tres se me traba la bolita y en el balance anual-semestral-mensual-semanal se me cuela por todos los wines la realidad con sus sombras, más que con sus luces.

La sensación es definida, bastante extraña y la arrastro desde que tengo uso de razón. Ya sea que vaya caminando por la calle, o esté aislada en un lugar cerrado (sala de espera, oficina, cola de banco), o esperando un colectivo que no llega pasa la sombra sobre mí como si fuera un pájaro enorme. La sombra no es necesariamente un oscurecimiento del sol; a veces es apenas una voz en la radio, una noticia que te aturde con su déja vú implícito desde un cartel en la calle. A veces es el recuerdo de una mala fecha que insiste en repetirse como un karma macabro. Te golpea en la nuca con un aire frío, te envuelve en alas de incertidumbre. Enseguida pasa. Pero por lo general, se queda con su peso apoyado en algín rincón, esperando un resquicio de mal día para envenenar el alma.

Entonces me pongo a pensar en las recurrencias de mis fines de año anteriores. Las sombras vuelven con más fuerza en esas épocas. Es como el otoño para los suicidas. Y mis tendencias escapistas se activan con más fuerza, porque pareciera que sólo puedo atravesar el muro de sombras con una cierta proporción extra de hiperrealismo.

En épocas donde los demás hacen balances personales, yo pierdo el tiempo comparando los beneficios de vivir el aquí-ahora, con los de otros cientos de millones de menos privilegiados que saben que su vida vale menos que la bala que los mata. Las noticias de los últimos meses, que rara vez me abandonan la cabeza, ahora se pelean codo a codo con la catarata de información desplazada de agenda por repetitiva: las guerras civiles que desangran continentes enteros, los conflictos que nunca terminan, la persistencia imbécil del intervencionismo yanqui en Afganistan e Irak (¡tan burdamente -poco- reflejadas por el último Redford!), los niños que no paran de nacer para morirse al poco tiempo, como si estar en el mundo (algo tan natural para mí) fuera una parada intermedia a algún otro lado.

Hace poco escuché algo inquietante, dicho casi al pasar: "Acá todos están demasiado confiados de que nunca les van a poner una bala". El instinto de supervivencia nos dota a todos de cierta piadosa neurosis para con la desgracia ajena; de modo tal que algún atisbo de interés por el prójimo suele ser tomado como fanatismo religioso o como snobismo solidario (sí, ese mismo que nos lleva a reenviar cadenas por pura buena fe, pensando que logramos algo), o cosas peores.

Vale reírse de las preocupaciones del otro, como nos reímos todo el tiempo de la vida y sus bemoles. Por supuesto. Sólo que últimamente tengo sombras encima todo el tiempo, y aunque no dejo de reírme, no dejo de pensar. ¿Será válido sentirme angustiada en solidaridad con aquellos que están a miles de kilómetros de distancia? ¿Con gente de la que apenas sé lo que escucho, leo y percibo en mis sueños, y a la que nunca conoceré? No sé. En todo caso, sé que no puedo evitarlo. La angustia es real, está aquí, puedo palparla. Como cada uno de ustedes, eventualmente, tendrá sus angustias que no discuto ni juzgo.


No era al cuete, entonces, que en los últimos días pensaba tanto en este video*...







*(igual me gusta todo "To all new arrivals", jeh).
(Se me contagió la linkitis de uno que yo sé. Pucha).

martes, diciembre 18, 2007

Vergüenza

A ver si se enteran...



LOS PULGARES NACIERON ACÁ



José Antel: Descubrimiento, las pelotas. Ustedes lo habrán capitalizado allá, pero la idea ya estaba registrada y en marcha hace tiempo.

Pero en algo tiene razón Donnie: la oportunidad, por más que la sirvas en bandeja, sólo es oportunidad hasta que el que tiene los medios para ayudarte a concretarla la vea como opción concretable.

Igual, estoy indignada. Y chinchuda. ¿A quién hay que garcharse en este país para mover una puta influencia? Porque está visto que el talento es condición negociable.

(¿Putos uruguayos? No: Argentinos imbéciles)

Es fija

Todos somos el milagro de alguien.

lunes, diciembre 03, 2007

Sin promesas, una promesa

Hoy escribo lo que tu mano no llegó a concluír. Lo paso en limpio, como querías. Hoy, por primera vez, después de muchos intentos fallidos, esfuerzo mis ojos medio miopes para descifrar los trazos erráticos de tus últimos meses. Y escribo. Con los ojos bien abiertos, para verte en cada línea tal cual te mostrás. Veo hasta la foto en sepia donde los cuarenta que eran, ya no son y ahora sólo viven en esa foto sepia. Como vos.

Estoy escuchando música que te gustaría oír conmigo. Estoy bien. Estoy en paz, pese a las zozobras cotidianas. Sigo leyendo, sigo escribiendo, sigo buscando algo. Siempre estoy buscando.

Y te extraño tanto que cada tanto tengo que verte. Lo siento. No tuve duelo de tu cara demacrada en un cajón, no pude pararme a tu lado para recitar el verso que querías. No hubo más despedidas que ese día previo a la recaída donde, paradójicamente, estuviste más lúcido que nunca.

No recuerdo exactamente tu voz de esos días, sí la otra. Y tu letra. Y tu trote irregular escapando con la pelota de voley. Y tus ojos de un celeste verdoso bajo las cejas pobladas.

Te veo cada vez que me tumbo boca arriba en el césped, en algún lugar, y me quedo mirando fijo el sol y los parches de cielo entre las hojas.
Cada vez que el garabato de un rayo dibuja el cielo nocturno, o la tormenta inminente esparciendo su olor sulfuroso en el aire.
Cada vez que abro al medio una naranja o una granada para comerla a diente vivo, limpiándome con el antebrazo lleno de tierra del camino.
Cada vez que manejo por esa ruta que lleva al puente y me meto de un volantazo prudente en calle 7 puro polvo al fondo, hasta la primera curva. Cada vez que descubro lágrimas en mis ojos al bajar la ventanilla y aspirar el olor a pradera como si fuera el último olor en el mundo que quiero olvidarme, si tengo que olvidarme de todos.
Yo, que nunca hago promesas, me comprometo con vos a continuarte.

A darle a tu historia el remate que tanto te gustaba imprimirle a tus poemas, esos que guardo mecanografiados en original (porque también heredé de vos la capacidad de improvisar sobre la marcha, sin corregir, sin errarle. Así, de puro culo). Esos que hablaban de la nostalgia del hogar y de la muerte.
A darle a mi propia historia un final a toda orquesta, con Illumination de fondo, y aunque no crea demasiado en la continuidad de nuestras sendas voy a buscarte trepando a la montaña llena de flores donde sé que me estás esperando.

Te quiero hasta el Cielo. Sé que siempre lo digo, pero es cierto cada vez.