jueves, agosto 18, 2011

Ojalá te enamores

Hoy fui al cine a ver "Viudas", de Marcos Carnevale. No voy a hacer la crítica formal aquí (para eso tenemos la otra web), pero sí necesito escribir un poco las cuestiones que la película movilizó en mí.

Cuando Adela, el personaje de Valeria Bertucelli, llora su angustia irreprimible frente a Elena (Graciela Borges), yo le creo. Cualquiera que haya llorado con esa angustia, entre espasmos, apretando los puños y sintiendo que el aire se escapa del pecho como si algo ahí afuera lo aspirase, va a entender qué pasa por la cabeza de esta "viuda" tan atípica que llora a su amante como si hubiera perdido a la mitad de sí misma.

En cierto momento anecdótico de la película (un momento borgeano, historia dentro de la historia), una mujer que mira a la cámara de forma sesgada y triste rememora que existe una maldición árabe que se lanza a quien te haya hecho mucho daño. La maldición reza: ojalá te enamores. Y claro. El que amó y subió, eventualmente perdió y bajó; esa persona lo sabe.
Quien no lo sabe, es porque no ha experimentado ninguna variante del amor.

Porque el amor te eleva, y también te sepulta. Subir por obra y gracia del amor implica, inevitablemente, un descenso al infierno cuando el amor se acaba. Por obra de los años, del desengaño, del pasaje de un objeto del afecto al otro... El Amor como entelequia puede ser hermoso, eterno, incluso trascender a las personas que lo experimentan. Pero es eso, apenas... una entelequia, un ideal abstracto en qué creer. Es esa clase de Amor que, según cuenta la leyenda, puede unirse a una suerte de simpatía cósmica que sobrevuela todo y se replica en personas muy distantes unas de otras, como me pasa con la Madre Universo.

Pero el amor que siente un hombre por una mujer (o por más de una); el amor de una mujer a un hombre (o más de uno); el amor de los padres por sus hijos, el amor fraterno, el amor entrañable y maravilloso que une a los amigos y que puede ser más fuerte que la sangre... Ese amor tiene fecha de caducidad. Lo querramos o no. Alguien se va y desgarra al otro, lo separa de sí, lo deja vacío. O demasiado colmado, con una energía que se derrama en el vacío, sin recipiente que la contenga.
Y el dolor puede volvernos locos. Puede matarnos.

Quedan los recuerdos, por supuesto. Quedan huellas, porque un amor fuerte marca no sólo a quienes lo viven, sino a su entorno. Quedan frutos visibles o invisibles del amor que ha pasado, como sucedáneos modestos (sombras en la cueva), pero esa energía se malogra para siempre. Si yo leo los diarios de Sylvia Plath, la autobiografía de Isadora Duncan o innumerables y hasta legendarias cartas de amor, puedo experimentar la misma emoción que me genera una obra de ficción pura como "Cumbres Borrascosas" (cuya autora, Emily Brontë, rara vez traspuso las puertas de su casa y se desconoce si alguna vez tuvo siquiera un interés masculino). Hay esa profunda huella de una emoción genuina, pero uno (espectador, lector, testigo indirecto y tardío) siempre se queda con la impresión de haberse perdido de algo increíblemente puro, tan fugaz como este mismo instante.

Ser testigos del amor es un momento mágico. Ser protagonistas del amor es muchísimo mejor. Vale la pena arriesgarse a la tortura de la pérdida por semejante regalo.

(A todos aquellos amores que han marcado mi vida... gracias.)



viernes, agosto 05, 2011

Out of this world: La historia del Bluebird

Marillion es una de esas bandas que escuchan los músicos, mayormente. Una banda que en Argentina muchos consideramos "de culto" o para unos pocos, a pesar de que en algún momento incluso vinieron a tocar a Buenos Aires. Seguramente, si los han escuchado nombrar es gracias a este tema, que es el más conocido (prácticamente el único que habrán pasado en la radio, aunque no estoy tan segura).
En 1988, luego de ese momento hitero que los hizo saltar a la fama, Marillion cambió de cantante. Fish se fue a probar suerte como solista y en su lugar entró Steve Hogarth, dueño de una voz mucho más trabajada (increíble, para mí. Pero porque soy una ñoña y me encanta el Marillion post-Fish).
Con Hogarth llegó una de las mejores etapas de la banda, con letras que oscilaban entre la radiantez y la melancolía. El cuarto álbum de esa etapa, Afraid of sunlight, tiene algunos de mis temas preferidos... entre ellos, el más preferido de todos (y conste que, cuando hablo de bandas que me gustan, "tema preferido" es algo complicado de definir). Se llama "Out of this world" (Fuera de este mundo) y me hace llorar cada vez que lo escucho. Fue uno de esos temas contundentes, que te flechan desde el primer día aunque no entiendas exactamente de qué va la letra.

Cierto domingo a la mañana, buscando en Youtube videos de temas que me gustaban, encontré esa canción y la dejé de fondo. Tardé un minuto en darme cuenta que en realidad el video era un extracto de una película de la BBC sobre la vida de Donald Campbell, el hijo menor de un lord inglés fascinado por la velocidad, que se sobrepuso a sus limitaciones físicas y que actualmente ostenta el honor de haber sido la única persona en romper dos récords simultáneos de velocidad (en tierra y agua) en el mismo año (1964).
A bordo del Bluebird, Campbell se convirtió en el más prolífico rompe-récords de velocidad sobre agua. Había sido rechazado para servir en la RAF por una enfermedad y desde entonces se dedicó a la ingeniería y los negocios. Pese a su innegable talento en estos campos, su temperamento terco y difícil lo llevó a consagrar su vida a superar a su propio padre, Sir Malcom Campbell, que había ostentado a su vez trece récords de velocidad en el Bluebird. Su obsesión lo llevó a mejorar varias veces la legendaria nave de su padre para conseguir los récords que Sir Malcom no había podido quebrar. Se casó tres veces, la última con Tonia Bern, que estaba a su lado la mañana fatal del 4 de enero de 1967.

Aquel día, Donald condujo por última vez el Bluebird en el lago Coniston. Luego de una pasada inicial sobre el lago, en la que alcanzó los 507 km/h, decidió el segundo y definitivo intento sin repostar combustible. Hay quienes piensan que esta decisión fue la que lo llevó al desastre. Lo cierto es que en la segunda pasada, cuando el Bluebird alcanzaba los 510 km/h, la nave se desestabilizó levemente y antes de que Campbell pudiera aplicar los frenos, se alzó en el aire, dio una vuelta y cayó de nariz, quebrándose contra la superficie y matando instantáneamente a su piloto. Los restos de Donald y su nave se hundieron en el lago en cuestión de segundos, ante la mirada impotente de su equipo técnico y las decenas de corresponsales de prensa que acampaban en la orilla.

La trágica historia del Bluebird y su audaz tripulante inspiraron a Steve Hogarth, que escribió la canción en 1994 para el álbum que se editó en junio de 1995 y actualmente es uno de los más celebrados de la banda británica.
La realidad inspira al arte, y el arte a la realidad: luego de escuchar "Out of this world", el buzo profesional Bill Smith, fanático de Marillion, comenzó a gestar el Bluebird Project para rescatar la nave de Campbell del lago Coniston. El rescate se realizó en octubre del año 2000 y tanto Hogarth como Steve Rothery, guitarrista de Marillion, estuvieron presentes en el lugar como invitados de honor. Hogarth escribió una detallada crónica en el sitio web oficial de la banda, que con todo y licencias literarias, es de una humanidad tan conmovedora como la canción.

Vi cómo la segunda esposa de Donald, Tonia Bern-Campbell, era llevada a la barcaza para tener una mejor aproximación a la maltrecha máquina, aún medio sumergida y rodeada por los buzos, que todavía tiraban de las bolsas de flotación, maltratando los restos del Bluebird en un intento de guiarlos al trailer de remolque y evitar su colisión con la barcaza. Tonia miró por un rato. Dios sabe lo que sentía. ¿Qué sientes cuando estás frente a los restos de una máquina que causó la muerte de tu esposo hace 34 años? Sorpresa por la súbita oleada de dolor? ... Culpa por no ser capaz de sentir lo suficiente?... Enojo por haber sido obligada a enfrentarte a estos sentimientos? 34 años es mucho, mucho tiempo.

Los restos mortales de Donald Campbell fueron rescatados del lago varios meses más tarde, pese a la oposición de la propia Tonia. "Me habría gustado que permaneciera allí. A Donald le habría gustado".
Si antes de conocer la historia de Donald y su Bluebird la canción me conmovía hasta los huesos, ahora sencillamente no puedo leer los nombres sin que se me llenen los ojos de lágrimas. Donald, Tonia, Bluebird, Coniston Lake, speed, water, only love will turn you round. Sólo el amor te dará vuelta. Como voló el Bluebird, vuelta completa en el aire, aquella mañana de enero en su último e inesperado viaje.
El "oh..." final de Donald en el radio. Y la estática.
El silencio.
Spinning round in your head / Everything that she said...




Three hundred miles an hour on water
In your purpose-built machine
No one dared to call a boat
Screaming blue
Out of this world
Make history
This is your day
Blue Bird
At such speeds, things fly

What did she say?
I know the pain of too much tenderness
Wondering when or if you'll come back again
Wanting to live for you
And being banned from giving

But only love will turn you around
Only love will turn you around
Only love
Only love will turn you around

So we live you and I
Either side of the edge
And we run and we scream
With the dilated stare
Of obsession and dreaming

What the hell do we want
Is it only to go
Where nobody has gone
A better way than the herd
Sing a different song
Till you're running the ledge
To the gasp from the crowd
Spinning round in your head
Everything that she said