jueves, agosto 30, 2007

Sol y Mineral

Tengo este olor pegado a la nariz. Apenas sé cómo describirlo. Podría intentarlo si evocara la textura de la arena fina, casi limosa, escurriéndose entre los dedos como azúcar impalpable. Es un aroma frío y metálico, atemperado con unas notas de sol. El olor del barro, pero límpido. La brisa ligera, toques de viento con aroma a monte y a bosquecillo de pinos. Tengo este olor y estas texturas y no puedo sacármelos de la cabeza. Bendito el impulso que me lleva a manejar una vez más esos kilómetros que parecían tantos cuando era más chica.

Otra vez el camino de arenisca que ni el voluntarismo municipal se decide a pavimentar. Otra vez la entrada bifurcada. Y el rumor de los neumáticos en el pedregullo, la frenada amortiguada, mis pies ansiosos rumbo a la orilla.




De repente, tengo nueve, o tal vez diez años. Son las siete de la mañana y ya siento en los pulmones que va a ser un día húmedo y caluroso. Acarreamos las sillas, las lonas, la picada del almuerzo, un bidón de cinco litros con jugo y cubitos. Tardamos casi dos horas entre preparativos, llegada y bajada a la playa. No hay nadie.
En la playa no hay nadie. Tal vez los dueños del parador, una pareja de ancianos más madrugadores bajo una sombrilla de junco.

No hay nadie. El silencio es perfecto. Lejos, casi sobre la línea del horizonte, pasa una chata arenera. Alguna canoa bordea rumbo a Puerto Boca y deja una estela de ondas muy suaves que vienen a morir en la orilla. Sube desde el Este un sol mortecino, atenuado por la bruma húmeda del verano.

No hay nadie. Soltamos las hebillas de las sandalias de vinilo. Caminamos chapoteando una danza improvisada para aclimatar los pies y espantar a las rayas. Con la venia de los mayores, nos tomamos de las manos y avanzamos río adentro. El agua tiene una tonalidad marrón que se vuelve ambarina cuando el sol finalmente la alcanza. El efecto es mágico. Tomo un poco de agua en la copa de una mano y la huelo con los ojos cerrados.

Sol.

Mineral.

Agua, limo, verde, azul, metal, peces, vida, frío, calidez, templanza, latidos, pájaros, remo, madera.

Mi cabeza hila todo esto en apenas un paso, abstraída de los chillidos y chapoteos de mis hermanos, que empiezan a alejarse más. A treinta metros de la costa, el agua apenas nos rebasa las rodillas. Papá vigila, brazos cruzados al borde del agua. Mamá se pasa bronceador. Abro los ojos, miro la línea del horizonte, de derecha a izquierda. La chata, una canoa que pasa. La línea de la costa uruguaya, mucho más lejos. Los árboles, notables a simple vista pese a la distancia.
El puente, mucho más lejos. Y otra vez, los árboles.

El agua ya me llega a la cintura. Estiro los brazos por encima de mi cabeza para zambullirme.


Ahora es ahora. Es invierno. Aún así, hay gente en la playa porque es un día de sol: dos familias con niños que juegan en la arena, una ronda de mujeres hablando, un matrimonio que camina tomando mate.
No me atrevo a mirar la línea del horizonte porque tengo los ojos húmedos ("Es el viento", sonrío por fuera) y el corazón todavía me da saltos. En mi cabeza, no hay nadie. No hay ruidos. La arena es la misma: fina, con la textura del azúcar al deslizarse entre los dedos. Reconozco el olor aún antes de ahuecar la mano para llenarla de agua, lo retengo sin soltar la respiración hasta quedarme sin aire. Apreto el puño, me froto las manos, quiero llevarme este olor prendido a la piel, además de al recuerdo.

Una sola vez miro la otra orilla, cambiada para siempre.

Cuando finalmente dejamos la playa, me resisto a pensar que esto haya sido un adiós. Aunque lo sea.
Cae la tarde. Hasta los pinos callan.

(Ñandubaysal, Gualeguaychú - Julio de 2007)

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Desde ayer, Botnia es un hecho. Y como no puedo explicar lo triste, furiosa y frustrada que eso me pone, elijo sentir que tengo la suerte de haber vivido una infancia de río Uruguay.

martes, agosto 28, 2007

Yo EXIJO...


... el derecho de caminar por la calle comiendo un pico dulce sin que ciertos "hombres" se sientan en la obligación de gritarme cualquier barbaridad.

... el privilegio de ser ignorada hasta que decida lo contrario.

... la capacidad de autocrítica a todos por igual.

... que los que les dan de comer a los chanchos se hagan cargo.

... el final de la hipocresía y de la ignorancia deliberada ("elijo no saber", "elijo no ver" no cuentan como excusa; a la hora de las lágrimas, al que le toca, le toca)

... más llanto, más risas, más emociones genuinas.

... el fin de la pendejocracia.

... el derecho a protestar cuando tengo la razón.

... que los libros vuelvan a ser para todos.


And so on...


(matizando con un poco de mala onda en el preludio a un día que preveo pesadito...)

lunes, agosto 27, 2007

El lado brillante de la vida

Mamá guarda la ropa de invierno. La tarde de ese sábado se perfila tranquila contra la puerta-ventana a la terraza.

Pau desparrama fotos sobre el cubrecama. Siempre está por ahí, cerca de mamá, dando vueltas. Como antes del secundario, cuando éramos todos apenas una pandilla de cachorros estirándose por turnos en la cama grande, los fines de semana. O, más chicos aún, las noches de tormenta en la que invadíamos de a uno en fondo el reducto de papá y mamá en busca de un consuelo innecesario a miedos cada vez más reticentes.

-Mirá - dice mamá, dejando caer un paquete más viejo que los otros. Viejas Polaroid cuadradas, chiquitas, donde apenas se la puede reconocer detrás del flequillo espeso y el rostro demasiado serio.

Pau reconoce a la Tiatá en una de ellas, más joven y con el pelo largo, una tarde de sol. Mamá la evoca tal como era entonces, con esa forma que tiene de contar las historias que hizo que quisiera ser cuentista alguna vez. Entonces, mi hermana conoce un poco más de aquella mujer, su madrina, que (con la enfermedad todavía lejos) adoraba viajar a Mar del Plata.

Las preguntas se suceden. Mamá hace memoria, ¿fue en el '83, en el '85, que se perdieron las esperanzas sobre su visión menguante? Ella cree que en el '81. El mismo año en que Pau nació. Los ojos de mi hermana se llenan de lágrimas.

Pobre Tiatá, que ya no va a ver más. ¿Cuál habrá sido la última imagen que tuvo de nosotros? ¿Cómo puede ser que se la vea tan tranquila, cuando el dolor sigue abriéndose paso y las esperanzas caen como fichas de dominó alineadas año a año? Mamá ya abandonó el trabajo y ahora moquean juntas, mirando las fotos sobre el cubrecama, hilando un recuerdo tras otro, nostalgia sobre nostalgia.

Y sin saber cómo, ni por qué, alguna hace un chiste sobre aquella vez que la Tiatá echó las papas demasiado húmedas en el aceite hirviendo y cómo las llamas llegaron hasta el techo de la cocina. O aquella vez que por salvarla de un perro, su marido la hizo tropezar con el cordón de la vereda y fue tema de conversación en las reuniones familiares durante semanas.

- Y cómo habla, la muy guacha...
- ¡Y cómo le saca el cuero a las de la parroquia! ¡Siempre tiene algún cuento nuevo!

Las carcajadas se escuchan por toda la casa. Intrigada, interrumpo la lectura y salgo de mi cuarto para entrar al de mamá. Las encuentro abrazadas, tumbadas en la cama, todavía con lágrimas en la cara y sin poder parar de reírse.


(palabras más, palabras menos, la historia es real. Y siempre que algo me parece demasiado triste para soportarlo, recuerdo que todos los días grises tienen un reverso. Además, está visto: llevo en la sangre el antídoto para mi propia melancolía... Ojalá pueda seguir encontrándolo siempre)


miércoles, agosto 22, 2007

Malos tiempos para la gramática...

Estoy
tan
absolutamente
harta
de la gente que escribe
"desvelar" por "develar"
"rebelar" por "revelar" (y viceversa)
y burradas por el estilo...
Tanto como de la gente que escribe a puro corrector del Word y entonces encontramos "haber" donde debería leerse "a ver" (y dejémoslo en claro de una puñetera vez: el "a ver si..." es una expresión del coloquial. Punto), u otras afrentas para el ojo.
Si hay algo que supera mi hipersensibilidad auditiva es mi hipersensibilidad a la burrada sistemática. No la tolero. Desde que tengo memoria lectora, me perturban sobremanera los horrores ortográficos. Y se viven tiempos de atentado a la lengua como nunca antes...

miércoles, agosto 15, 2007

Esquizoide yo? (y yo? y yo?)

Cortito y al pie.

La Mandarina Records crepó sin aviso para nadie, y en reacción inmediata y protestona, me subí a otro colectivo similar.
Al que le interese la música como la gente (como qué gente? pues... pasen y vean), puede visitar el Blog Esquizofónico. Hay buena música, buena onda y demás.

"El que no vive para servir, no sirve para vivir"

lunes, agosto 13, 2007

Odio al pasar

De momento no voy a hacer ninguna lista de las cosas que no me gustan...



pero hay veces que el sólo hecho de ser yo, hace que sienta la imperiosa necesidad de golpearme la cabeza contra una pared.


Rápido. Fuerte. Muchas veces.


jueves, agosto 09, 2007

Oído al pasar (II)


"Porque MI NOVIO, el doctor Fulano, va a venir a retirarlo y yo no voy a estar... voy a estar en reunión, viste."
... segundos después...

"MI NOVIO va a firmar con vos, por eso te dejo todo. Como yo no voy a estar, viste, y no es cuestión de estar yendo y viniendo..."

...segundos después...

"Entonces yo ahora... permitime un segundito que voy a llamar al doctor Fulano para avisarle... ¡Hola, mi amor! ya le avisé a la recepcionista que tenga todo a tu nombre, que va a venir MI NOVIO el doctor Fulano a buscarlo"

etcétera... etcétera...

(Repita la retahíla de abogada treintañera wannabe con mucho MaryKay encima unas cinco o diez veces, hasta saturar el oído. Compadezca a la chica de la recepción. Alégrese de que faltan apenas unos minutos para ganar la calle y huir).

miércoles, agosto 01, 2007

Para los días grises...

Nada mejor que un poco de esta música para caminar bajo el cielo plomizo...



(This Mortal Coil - Acid, Bitter and Sad)

Y una pequeña yapa para descargar. Califica para mi lista de Temas para días de lluvia, que eventualmente daré a conocer en otro post. Pero como avance y en honor al día TMCesco que tengo, va bien

Sería largo de explicar el camino que lleva a This Mortal Coil, pero en días como hoy, y como tantos otros, agradezco que exista esta música.

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Desde el cielo caen. Sólo yo las veo.
Partículas pequeñas de nubes vagabundas.
El olor del agua, el fresco inminente, y

una nube de vapor alrededor del rostro.

Las visiones del mundo que trascienden el mundo.

Y más: un alma errante que casi nadie nota

suspendida del aire por los hilos del tiempo.

Es la lluvia que viene.


(Clásico post ladri en el que no firma nadie. Milo, te cagué :-) )