martes, noviembre 27, 2007

(in) madurando

X: y por primera vez (bah, segundo si recordamos) toy traumado porque no hay escapatoria, no va a terminarse nunca, y por más vacaciones que me tome, será siempre lo mismo
la maldita vida del laburante

Y: uy
estás en crisis, nene

X: todavía no, pero son los síntomas

Y: yo te juro prefiero amargarme por eso y que no me falte nunca el laburo, porque quedo en la calle

X: ah bueno, hoy estamos en pose destructura de sueños ¬¬
igualmente creo que el saber que aun no se realmente de esos temas, es parte de toda la futura crisis
M... el otro día osó decirme q estoy madurando, y creo q tiene razón
:? tengo miedo

Y: pero nene...
madurar no tiene nada de malo, siempre y cuando quede ese core de franca inocencia chanta que tenemos
madurar, es más... es necesario
hasta Gorodischer debe haber madurado, aunque no se le note

X: says who?
jeje

Y: la clave no es renegar por eso, sino cagarte de risa de la madurez
plantándole cara a cada rato y recordándole que vos concedés parte del terreno
pero te guardás un patio de juegos bien grosso
como el jardín de howl
ponele




(Todos tenemos que pecar alguna vez de bloggerismo, O bloggerez, si se prefiere)

domingo, noviembre 11, 2007

El camino de los sueños

No es la primera vez que un sueño me saca de la cama, con esa sensación atroz de realidad que ni los ojos en agua fría, ni el té caliente en la garganta, son capaces de despejar.

En alguna ocasión hablé de los sueños vívidos. No hay reglas para estos sueños; siempre aparecen cuando menos los espero. Las situaciones varían, desde la más absurda de las ficciones, hasta la más realista de las fantasías (respirar bajo el agua o el sueño de volar, sin ir más lejos: los más recurrentes).

Me gusta soñar y también poder recordar lo que sueño, aún mucho después de despertar. Casi diría que no hay sueño que no me guste, pero hay algunos que realmente me hacen muy bien y cambian mi humor para el resto de la semana. Y están los otros...

Sin ser exactamente pesadillescos, se ubican en esa frontera molesta entre lo inconsciente no resuelto y los peores miedos de la niñez. Curiosamente, dejé de tener esos en los que aparezco desnuda caminando por la calle pensando incómoda "que nadie se dé cuenta, que nadie se dé cuenta", mientras me debato entre pedirle a un desconocido que me preste algo para cubrirme o asaltar un negocio, cualquiera, con tal de ponerme algo. Pero sigo soñando que vuelvo al colegio secundario porque me quedó alguna materia colgada, y cuando estoy sentada en el viejo pupitre del primer piso, mirando al patio por la ventana, me doy cuenta de que no recuerdo absolutamente nada de Física o Matemáticas (mis dos materias más odiadas). Y lo que es peor: ni siquiera tengo las carpetas al día, ni los libros. Sigo soñando con monstruos inverosímiles, con laberintos, con la oscuridad de una escalera sin fin y el olor a moho de la piedra de los cementerios.

Los que más me frustran, indudablemente, son aquellos en los que por algún motivo (preservación o irritabilidad) llego al extremo de irme a las manos con algún contendiente... para descubrir que mis puñetazos no tienen la fuerza suficiente, que mis movimientos son demasiado lentos o que veo demasiado borroso como para atinarle a algo. Por lo general, me despierto de esos sueños con los brazos y las mandíbulas acalambradas.

Hay sueños, sin embargo, que me preocupan más que los otros. Involucran a personas que ya no están o que no veo hace tiempo. Aparecen de la nada, en situaciones cotidianas, sonrientes cada vez y hablando de trivialidades. Ellos están cómodos y felices; yo, por alguna razón, me siento inquieta. Con el transcurrir del sueño la sensación explota y termino despertándome con la certeza de que esa persona necesita algo de mí. Algo que no le di, algo que quedé debiendo, algo que no dije o que no escuché. Al despertar, si tengo la posibilidad, me pongo de inmediato en contacto con la persona en cuestión. Más allá de la sensación de resaca que dejan esos sueños, me han sido sumamente útiles, y aprendí a desarrollar la capacidad de recordarlos en detalle, prestándoles más atención que a ningún otro.

Anoche soñé con mi abuelo. Él murió hace un año, diez meses y dos semanas. Tal vez tenga que ver con el hecho de que me lo mencionaron bastante ayer; lo cierto, es que ese sueño me sirvió para darme cuenta de que tengo una asignatura pendiente con el querido "Guachi". La "primaveración" ficcional tiene que ver con eso, y con el bloqueo de las palabras ajenas que me fueron heredadas y que tengo atragantadas, encerradas, hace bastante tiempo.

Es momento de abrirles la jaula y enfrentar mi propia memoria.