lunes, febrero 12, 2007

Una nena

Escarbó la tierra con los dedos, un rato largo. Era una tierra dura y apisonada por las generaciones de botinetas y guillerminas (sus tias, sus primas mayores) que habían pasado antes bajo aquellos árboles. Hacer ese pozo le llevó todo el recreo. Había olor a primavera en el aire lleno de casuarinas y un dejo a agua de lluvia en los últimos charcos de la calle de tierra, más allá del alambrado con enredaderas que separaba al colegio del resto del barrio.

Trabajó concentrada y terminó justo cuando sonaba el timbre. Amontonó despacio una parva de agujetas de pino, algunos coquitos, una piedra pulida de color verde con estrías amarillas (tal vez era un resto de botella de vidrio. Quién sabe). Al fondo de todo, un ramillete de coronas de novia y un diente de león que se marchitaba rápidamente.

Sólo cuando creyó que el nido estaba listo, depositó con manos de madre al ave muerta, que el rigor mortis todavía no había agarrotado del todo. Qué pelotudos son los varones, pensaba con lágrimas de furia en los ojos. Al menos la cabeza no estaba rota, como la de la rata que habían aplastado contra la pared de un botinazo la semana anterior. En realidad, le habría parecido que estaba dormida si no fuera por el cuello torcido en un ángulo extraño y el hilo oscuro que colgaba del pico.

Selló con tierra la tumba, la aplastó con sus propios zapatos, se sacudió el guardapolvos y volvió caminando al aula, bajo un sol absurdo y en medio de las risas burlonas del resto de las chicas.

"Ahí va la que habla sola" decían las mayores, que sin embargo nunca se habían animado a aguantarla en una pelea a puño limpio por el derecho de uso al parche de cemento donde se saltaba mejor a la cuerda.

En el pupitre le esperaba una carta de Luisa, donde decía que no podía ser su amiga porque no pensaban igual. "Yo no creo en las mismas cosas que vos. No creo que exista la magia, o en las hadas, o en los duendes", decía. O algo así.

La que hablaba sola y miraba los arcoiris parada bajo la lluvia, la de anteojos y dientes torcidos, se inclinó sobre el cuaderno y empezó a escribir con su letra diminuta lo que la seño dictaba. Terminó antes que nadie. Se sacó un diez, le acariciaron la cabeza. Pero pensaba, incluso cuando llegó a su casa aquella tarde, en el pajarito enterrado bajo las casuarinas, en los miles de botines por venir pisando la tumba anónima.

Saludó a su madre, y se fue al dormitorio a leer.

6 comentarios:

D. (de Damián) dijo...

muy muy muy muy bueno

Fender dijo...

Me encantó! Puede ser MAS? :D

Nene Tonto dijo...

q lindooo que escribe, usted lo sabe mi doña. Para cuando el borrador del premio clarín?

gerund dijo...

:)
cómo diría D., "lindo papelito"

D. (de Damián) dijo...

exactamundo!

julika dijo...

que lindo cassandra!!!
lindo y duro a la vez... me gustó.
besos, y gracias por tus bonitos comentarios!!!! (anduve de vacaciones... y pa colmo, sin compu a mi regreso)