domingo, octubre 26, 2025

Contra la derrota

Domingo electoral. Trabajamos todo el día para cumplir con el último pedido del emprendimiento que tuvimos que sepultar porque no había forma de sostenerlo. Nos cansamos el día en que debíamos haber podido descansar, pero esto no es más que la realidad de nuestras vidas desde hace muchos años. Cansa pero no llena, como dice él, que en todo este tiempo tuvo mil ocasiones de romperse y no lo hizo. 

Yo lo miro en silencio. El fuego que arde en él se parece tanto al mío, pero lo canaliza mejor. Dice que está curtido, que es por eso, pero yo sé que se prendió fuego mil veces y que alguna de esas veces apenas pudo agarrar algo sano de entre las cenizas para poder seguir. 

Al lado suyo me siento bastante enclenque, torpe, poco lúcida. No sé si queda algo en mí de la mujer que lo enamoró. Quisiera creer que sí, pero estoy en uno de esos días, o en uno de esos años, o en uno de esos lustros en que siento que lo que me hacía ser yo está sepultado bajo muchísimas capas de algo que hace una presión monstruosa. Y ya perdí la ingenuidad que me hacía creer que de esa presión iba a salir algo bueno. 

No todo está perdido, sin embargo. Tengo algo de salud todavía, algo de brillo en los ojos, algo de fuerza en el alma. El entorno no ayuda. Me cuesta mucho hacerle entender a los que dicen quererme que la tristeza existencial que me agobia es algo que no se va a ir aunque el dinero ya no sea un problema y tenga, por decir algo, la vida resuelta.  No se va a ir porque siempre estuvo en mí, y simplemente ya estoy demasiado grande y cansada para sostener esa piadosa mentira, erguida como un seto vivo, con la que los separaba de esto que soy. 

Mañana será otro día. Hoy me voy a refugiar en lo que nos hace bien: esta casa que es un remanso lleno de amor, los gestos y las palabras que siempre llegaron al rescate, como estas de la Jime Arnolfi, que tuve el inmenso honor de leer en la presentación de su libro hace dos viernes.  



CONDUCTA


Hay momentos en los que pierdo voluntad,

me sostengo la cara sin saber qué hacer.


Cada poema es un corte de manga a la muerte.


Cuando escribo remonto el pájaro que canta

pero me lamo las heridas como un perro.

Me refuerzo, me remiendo, me emparcho.


Es todo cuanto hoy puedo decir.

Que las palabras revienten entre mis dientes.