Sí, ya sé que estás ahi para mí, y te lo agradezco y creo retribuirlo bastante bien.
Pero, sabés... No puedo abandonar este sentimiento de plenitud que me agarra cuando estoy sola y me hace tan feliz.
Pero, sabés... No puedo abandonar este sentimiento de plenitud que me agarra cuando estoy sola y me hace tan feliz.
No puedo, no quiero, no deseo dejar de estar sola conmigo misma al menos unas horas al día.
Nadie puede entenderme tan bien, sobre todo cuando me agarran estas ganas absurdas de bailar, gritar y cantar como loca.
Si tuviera un cajón de arena, un tobogán inflable, una pileta cubierta, una pista de baile, no sería tan feliz como en este momento donde el yo lúdico desplaza tan completamente al yo racional.
Y hablo sola, canto sola, me contesto, me pregunto, me dejo enloquecer, libero un rato a la Morrigan para que haga estragos de niña y no se anticipe a la amargura que espera afuera, en el campo de batalla que significa el afuera para mí.
Sola... Sola... Sola...
Sola... Sola... Sola...
Amparada, abrigada, sola...
Desolada, enloquecida, sola...
Inconsciente, consciente, sola...
Creadora, bloqueada, sola...
Extrañándote, deseándote, sola...
Resistiendo al impulso de desgarrarme en pedazos y dejar salir la furia, sola.
Bomba de tiempo, máquina de sangre, núcleo volcánico, sola.
En el fondo de un abismo donde siempre hay luz y donde puedo respirar bajo el agua, en un mundo donde yo pongo las reglas y armo los esquemas, y donde el caos es rey. Nada es todo. Todo es nada.
Tengo el corazón destrozado, fisurado; se destruye y se rearma en cada latido.
Gozo de la vida, la sufro, la paladeo, la amo y la rechazo, y es hermosa, es tan terriblemente hermosa...
Sola y todo, muda, impávida, sentada aquí en el centro de esta nada, no podés saber que aunque sonría estoy gritando. Que mi euforia es total y 100% natural, hasta estos ojos de pupilas dilatadas y este balbuceo de niña re-aprendiendo el mundo, y el sol de hoy, y la lluvia de mañana, y el fin del mundo como lo conocemos.