domingo, abril 19, 2009

Contra la desesperanza

(inspirada por este post de Jerome en Un Dios Danzante)

Hace algunos años me hablaron de la abulia de mi generación: Los de entre 20 y 30, años más, años menos. Hablamos de la ausencia del pensamiento crítico. Del hacer sin saber para qué, sólo porque podemos. De la obligación que te da ser portador de un talento específico y el lugar en que esa responsabilidad te pone (o te debería poner). De la angustia, otra vez, de no saber para qué. ¿Para conseguir fama, fortuna, status, reconocimiento de pares? ¿Para conformar a los que nos rodean a costa de nuestra propia inclinación abúlica?
Hablamos de cómo el factor "para mí mismo" nunca es suficiente. El factor "para otro" es motivo de risa. Pobre infeliz, ¿creés que tu sonrisa y tu buen trato van a salvar al mundo? ¿Que tu entusiasmo va a contagiar a tus compañeros de trabajo? ¿Que tu buen humor no llenará de envidia a todo aquel que no se permite una sonrisa hasta tanto no haya un buen motivo para sonreír? Como si no hubiera cientos de motivos a diario...
Pasaron cuatro o cinco años desde aquella primera conversación, y pasaron muchos más desde que descubrí que lo que yo creía normal no lo era tanto. A algunas criaturas se le acaba la inocencia a una edad muy temprana, y a gran parte de los adolescentes cuando se asoman al mundo tal como es. Tuve la suerte de ser de esas criaturas con la curiosa capacidad de conservar la inocencia y la autoconciencia al mismo tiempo. Seguí creyendo en magia y posibilidades de vuelo mientras caían en mis manos los primeros escritos racionalistas, filosóficos y nihilistas de la biblioteca de mis mayores y de la biblioteca pública. Algún punto de neurosis hubo, seguro. La sensación de escisión fue muy fuerte en el momento en que debía serlo, en la adolescencia.
Quizá debería haber elegido otra profesión, otro destino, mejores empleos.
Quizá. Pero todo me ayudó a conocer mejor a la gente. Incluso las pésimas experiencias. Y me ayudó a no ser indulgente conmigo misma: cada error fue mío, cada tropiezo me lastimó. Al mismo tiempo, me descubrí capaz de caminar con algún hueso roto, de aguantar varios días sin comer, de dar un poco más de mí cuando creía que ya no había nada más para dar.
La adultez me está trayendo un poco más de templanza, pero mi impaciencia ante la debilidad ajena sigue intacta. Puedo perdonar un momento de descanso en el camino, pero no el eterno flotar a favor de la corriente: alguna vez tendrás que aprender a nadar. La voluntad es un músculo que se ejercita o se pierde. Detrás de la voluntad perdida se va la vida misma.
Hay cansancio, hay hastío y está también la impotencia de quien se sabe incapaz de hacer lo necesario para que el cambio se opere a un nivel que parece inalcanzable.
Nos cansa la mediocridad, el gregarismo de masas acrítico y bienpensante, el wannabismo, el vacío ajeno que nos empuja a unirnos a una desesperanza universal.
Pero obviamente, dolorosamente y necesariamente hay esperanza.
Porque si no seríamos sólo una procesión de muertos yendo a lo inevitable.

Particularmente yo, una de esas acosadas por la muerte (le gusta andar pegada a mis talones, susurrando en mi oído palabras de tentación), prefiero sacarle la lengua por encima del hombro y correr hacia ella con los brazos abiertos, pero más adelante. En otro tiempo. Cuando me haya cansado de asombrarme, de gozar todo lo disponible, de quedarme seca de tanto dar, de reír hasta que se me descoyunte la mandíbula, de bailar hasta que no quede un hueso sano, de gritar y de pelearme con todo.
Pelearé para que cada muerto sea un otro significante, venga de donde venga. No voy a agobiarme de agobios ajenos. Quiero seguir haciendo escuela de pequeñas interpretaciones propias, por imbéciles que suenen, por más que parezcan formuladas contra un canon.
Quiero conformarme inconformistamente, como hasta ahora.

Por eso, ante todo y en consecuencia con el modo de vida que elegí llevar hace algunos años, este blog se pronuncia hoy oficial e ineludiblemente a favor de la esperanza y de la gente despierta. O que desea despertar.

Nada tiene más fuerza que un deseo formulado con el corazón y hacia el Corazón del Mundo.



3 comentarios:

Demian dijo...

ay, me deprimi y me canse :'(

Jerome dijo...

Agustina, me alegra que un post de mi blog te haya llevado a pensar y publicar algo en tu blog. Es una alegría, en serio.

Yo también creo que es vital luchar contra la desesperanza. Pienso mi blog como personajes que escriben las entradas, no soy necesariamente yo el que piensa así. A veces estoy cansado de todo, a veces tengo un amor enorme hacia todo. Vuelco esas diferentes impresiones extremas en mi blog, casi como una catarsis. Son pensamientos que podrían ser cuentos (por eso no hay puntos aparte).

Yo no pienso eso que escribí, para nada. Incluso hay cosas que considero horribles. Pero como te dije, son verdades a medias, o verdades disfrazadas.

Espero que haya quedado claro.

Es muy bueno tu blog y escribís verdaderamente bien.

Saludo.

Cassandra Cross dijo...

Demian: Ya te di la receta, piscuí. Ap, ap, ap!

Jero: Gracias por pasar, por tu comentario y por ese post que escribiste. Que se entienda que cuando pongo "inspirado por..." no quiere decir que estoy "respondiendo a" ni que se me escapa el hecho de que los posts, tal como los escribís, tienen una razón estilística de ser y no son pura movilización interior. Incluso las cosas que no compartís tienen una fuerza increíble, así como las escribiste.
Si vamos al caso, este blog también es catarsis desde su inicio. Y empezó con un desprendimiento de mi personalidad al que no le daba bola, una "otra yo" que escribía.
Yo creo que está todo perfectamente claro.

Saludos y gracias por sus comentarios!