Anoche llamó papá. Tenía esa voz alegre que detrás es pura ansiedad contenida: una marca de familia para las angustias indefinidas, esas que no podemos verbalizar o determinar. Necesitaba que le hiciera "un favor en la compu" y mientras tanto, como quien no quiere la cosa, me dijo "se murió Alfonsín". Hablamos un ratito del tema. Estaba emocionado, no sé si por este suceso en sí o por las fechas, o por esas angustias que nunca cuenta pero que tampoco exorciza del todo.
Nada más cortar, me vino a la mente una imagen de papá hace casi veintiseis años, cuando yo pisaba los tres y Alfonsín acababa de ganar las elecciones nacionales. Él, afiliado radical desde que puedo recordar y antes también, se había prestado (con todo el tiempo del que disponía siendo padre de tres hijos y laburante a destajo) a ayudar en el comité de nuestra ciudad. Como era (y es) un tipo macanudo, que da hasta cuando no tiene, puso auto, nafta, plata y parte de su herencia a favor de una campaña en la que creía y que lo entusiasmaba muchísimo. Me acuerdo que el 3CV en el que mi mamá re-aprendió a manejar había una calcomanía que, leída del revés, decía "SELACIDAR ETNALEDA". Se me quedó grabada de tanto mirarla: blanca y negra y roja en letras de imprenta grandes.
Atrás habían quedado los años de sobresaltos y paranoia de mi Tiatá, que escuchaba en Radio Colonia las noticias de Malvinas y que a veces decía que convenía hablar en voz baja "por si nos estaban grabando". Gracias a ella yo fantaseaba con que había micrófonos en las patas de las camas, bajo los muebles y hasta en las canillas de la cocina, pero ingenuota como era, me arrimaba al lugar sospechoso para cantar alguna canción. Atrás habían quedado los primeros pasos de mis hermanos, la varicela que nos tumbó a los tres y la epidemia de ratas que nos siguió hasta la casa nueva.
Tengo memorias de la época de la híper, cuando papá y mamá apenas ganaban para comer y él empezaba a tener problemas de espalda (que eventualmente lo dejarían sin trabajo), pero nunca le flaqueó el bolsillo para dar en la colecta de Cáritas o para comprar un sachet de leche de más para los pobres que golpeaban a nuestra puerta. Jamás lo escuchamos quejarse o hablar de política, pero se lo notaba caído y amargado con los traspiés de ese gobierno en el que había puesto tantas esperanzas.
Nada más cortar, me vino a la mente una imagen de papá hace casi veintiseis años, cuando yo pisaba los tres y Alfonsín acababa de ganar las elecciones nacionales. Él, afiliado radical desde que puedo recordar y antes también, se había prestado (con todo el tiempo del que disponía siendo padre de tres hijos y laburante a destajo) a ayudar en el comité de nuestra ciudad. Como era (y es) un tipo macanudo, que da hasta cuando no tiene, puso auto, nafta, plata y parte de su herencia a favor de una campaña en la que creía y que lo entusiasmaba muchísimo. Me acuerdo que el 3CV en el que mi mamá re-aprendió a manejar había una calcomanía que, leída del revés, decía "SELACIDAR ETNALEDA". Se me quedó grabada de tanto mirarla: blanca y negra y roja en letras de imprenta grandes.
Atrás habían quedado los años de sobresaltos y paranoia de mi Tiatá, que escuchaba en Radio Colonia las noticias de Malvinas y que a veces decía que convenía hablar en voz baja "por si nos estaban grabando". Gracias a ella yo fantaseaba con que había micrófonos en las patas de las camas, bajo los muebles y hasta en las canillas de la cocina, pero ingenuota como era, me arrimaba al lugar sospechoso para cantar alguna canción. Atrás habían quedado los primeros pasos de mis hermanos, la varicela que nos tumbó a los tres y la epidemia de ratas que nos siguió hasta la casa nueva.
Tengo memorias de la época de la híper, cuando papá y mamá apenas ganaban para comer y él empezaba a tener problemas de espalda (que eventualmente lo dejarían sin trabajo), pero nunca le flaqueó el bolsillo para dar en la colecta de Cáritas o para comprar un sachet de leche de más para los pobres que golpeaban a nuestra puerta. Jamás lo escuchamos quejarse o hablar de política, pero se lo notaba caído y amargado con los traspiés de ese gobierno en el que había puesto tantas esperanzas.
Más allá de los acuerdos y desacuerdos que con la perspectiva de los años fui teniendo con Alfonsín y su gobierno, estoy convencida de que hoy se fue un gran hombre. Uno de esos que dejan un espacio irremisiblemente vacío, sin sucesores ni recambios. Uno de esos que hicieron historia, primero desde un perfil moderado a bajo y luego desde el lugar de responsabilidad que le tocó cubrir.
Les recomiendo que pasen por lo de Unser, si no lo hicieron ya, y lean el magnífico post que escribió sobre Raúl Alfonsín. Creo que todo lo importante está allí.
Y mañana será otro día.
Les recomiendo que pasen por lo de Unser, si no lo hicieron ya, y lean el magnífico post que escribió sobre Raúl Alfonsín. Creo que todo lo importante está allí.
Y mañana será otro día.
8 comentarios:
Gracias Cass por el link.
Yo todavía no me atrevo a llamar a mi viejo...
Es así Cass, se fue el hombre que nos dio la esperanza en la democracia a muchos argentinos. Y como solía decir, la democracia se hace todos los días, con dialogo. Corrigiendo las cosas que están mal.
Por otro lado, su partida marca un poco la culminación de mi juventud, como bien dice acá: http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=21170
qué fuerte lo de ayer!, me impresionaron las colas de gente para despedirlo, y me alegró que no fuera aprovechado para hacer partidismo.
Cass, con esto le entiendo tantas cosas...
besitos.
Y además ponen fotos de Alfonsín de aquella época pero en blanco y negro. Todo lo de ahora se ve tan, pero tan colorinche...
Se lo está contrastanto mucho al hombre y no es para menos.
Tu post me llevó a dar una vuelta por mi infancia, cuando todo lo referente al gobierno me parecía demasiado serio para entenderlo. Hoy que veo las cosas de otra manera, todo lo referente al gobierno me parece muchas cosas menos serio. Ver y oír todo lo que se desencadenó con la muerte de Alfonsín, me ha dejado pensando. Todos (incluso sus rivales políticos), y principalmente los medios, hablaron de lo bueno que era ahora que ya no está. Tanto que lo criticaron tanto cuando estaba por terminar su mandato y ahora lo llaman "el padre de la Democracia". Y de repente me puse a analizar cómo se llegó a esto y supongo que la respuesta más lógica es "por comparación". Según muchos, Alfonsín terminó siendo débil a la hora de gobernar. Claro, ni se imaginaban lo que vendría después...
Te encontramos.
Lo que son las cosas.
En mi entorno había que hablar por teléfono con cuidado porque sabíamos que estaba pinchado por la SIDE alfonsinista.
Por lo demás, ya sabía que la muerte mejora a la gente. Pero no deja de sorprenderme esa mejora. Salvo que no sea solo la muerte, sino también la comparación con los demás.
Ya lo dijo el GEneral: "No es que seamos buenos, es que los otros son peores".
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