viernes, junio 25, 2010

Colores verdaderos

Con mi familia, amigos y pareja no siempre estamos de acuerdo. Vaya, si ni siquiera son esa clase de familia y amigos que glorifican cada boludez que hago sólo porque me quieren. Cada uno de ellos sabe que no hace falta que me digan lo que quiero oír para tener mi estima, u ocultarme su verdadera forma de pensar cuando me mando alguna diarrea verbal en un debate. De hecho, ahora que lo pienso estoy en las antípodas del pensamiento de muchos de mis seres más queridos, y eso nunca fue un obstáculo para discutir ideas. Me cuesta pensar en una omertá familiar o clánica bajo un pensamiento único, aunque las diferencias se desdibujen al momento de saltar en conjunto a defender a uno de los miembros. En eso somos, casi todos, un poco lobos. Incluso los más solitarios pueden volverse inesperadamente gregarios una vez adultos. También es cierto que los más condescendientes han sabido pegarme un buen mordisco en los cuartos cuando hice algo que era innegablemente malo.

La mayor libertad que me dieron fue la que más me asustaba: la de pensar por mí misma. Hasta que no crecés y te vas haciendo un camino no te das cuenta de lo difícil que es tomar responsabilidad de una palabra, un pensamiento o una acción. Te viven enseñando que tu voto no vale, que tu voz es demasiado débil, que tu convicción tiene la fuerza de un granito de arena en una marejada. Cuando cobrás conciencia de que todo eso es tan relativo, que incluso (quizá... seguro!) es una mentira... viene el cagazo. El que no se siente abrumado o acobardado en esta etapa de autoconciencia es porque quizá no haya llegado allí todavía. Algunos no llegan nunca; son los que más me asustan. Pero ese es otro tema.

El pensamiento crítico se consigue a fuerza de muchos errores, o por la confirmación de la certeza de una intuición en base a la experiencia, el estudio, la curiosidad. Pensar por uno mismo es una pelea diaria en un mundo cada vez más polarizado en debates tramposos, jalonado por el sostenimiento de un status quo dañino que interesa y favorece a unos pocos.
A veces la tentación de actuar en contra de nuestra propia dignidad de seres humanos es muy fuerte, sobre todo porque en el dulce viene envuelto el veneno. Así, un referente-ídolo-profeta transmite la sensación de que su palabra es la nuestra y que, ya que habla por nosotros ("como nosotros"), su palabra y accionar es consistente con nuestras necesidades, con nuestra dignidad. Le dejamos hacer, lo sostenemos con nuestra fuerza mínima de granitos de arena, y si en algún momento comete una aberración lo perdonamos; si se manda una macana lo justificamos; si decide mutar drásticamente el discurso y dejarnos solos en el desierto, creemos comprender que la culpa en realidad es nuestra, que nuestra fe no ha sido suficiente, que merecemos que nos pase cualquier cosa. Todo, con tal de no comprender que podemos errar. Cualquier cosa, con tal de que otro asuma la culpa.

Muchas veces mis padres, mis hermanos o mis mejores amigos y amigas no entendieron mis razones para tomar una determinada actitud o se sorprendieron cuando revelé pensamientos que intuía conocidos por todos ellos. "Nunca imaginé que pensaras así" me dijeron sus labios o sus expresiones. Pero el cariño y la confianza siguieron allí. No puedo imaginar una suerte más grande: un voto de confianza, aún dado con miedo o recelo, es un capital inmenso. Es una red de seguridad con la que no contabas y que se te revela en el momento justo, el de la incertidumbre: mirando hacia abajo, cuando no estás totalmente confiado de cómo va a salir la pirueta.

Fundamentalmente les agradezco a mis padres que me hayan dejado elegir, muchas veces en contra de sus propios deseos o aspiraciones. Durante años elegí no casarme, ni siquiera planteármelo en broma. Ahora que el matrimonio es una opción para mí (una que considero en serio, con todas las precauciones, el amor y la dedicación que esa decisión requiere) agradezco tenerla.

Con lo que agradezco y aprovecho día a día el don de la libertad, ¿cómo no voy a querer esa posibilidad abierta para todos y todas?
Lo único que sé es que si el ser humano increíble que hoy me acompaña fuese una mujer, me gustaría poder seguir teniendo esa opción.

También me gustaría encontrarlos aquí mañana. Yo me voy a dar una vueltita.


4 comentarios:

gerund dijo...

precioso post, Cass.

Thiago. dijo...

Leo siempre, comento poco.

Me limito a sonreir ésta vez. Ya te imaginarás por qué.

Estrella dijo...

Paso a agradecer tus lindas palabras. Paso siempre, digo a veces y siempre me gusta lo que leo. Escribís muy bien.
Saludos!

Anónimo dijo...

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