sábado, noviembre 06, 2010

Apuntes de un luminoso sábado

Va a hacer calor, dicen. Me molesta en grado sumo el calor, pero eso no me impide amar los días soleados de primavera. Que no pueda ponerme al sol hace más o menos una década me ayudó a valorarlo más, a tolerarlo, y sobre todo a disfrutar las pocas horas diurnas en las que no me hace mal.

Este sol que todavía no pica se derrama por el suelo como agua lenta. La piel huele distinto en primavera. La ropa huele distinto, aunque se siga secando en interiores.
Persigo desde la noche sueños por toda la casa.
Hoy vamos a dormir la segunda siesta desde que cambió el espacio.
Caigo en el futón elevando los pies y juego a la tranquilidad por primera vez en meses.

Antes de anoche y anoche pisaron esta casa los primeros queridos extraños. Las voces quedaron atrapadas en algún lugar cerca del cielorraso. May golpeando con sus pies enfundados en medias de colegio paredes y puertas mientras hace la vertical. Finis bailando y saltando sobre la cama "como un conejo". Flores celestes para celebrar.

Hay una ventana con antepecho que podemos llenar de plantas. Por ahora, la única huésped es la que ya teníamos, un pequeño potus. Lo traje abrazado, a pie, desde la casa vieja. Le hablé como si pudiera escucharme y le dije que todo iba a ser mejor. Desde que llegamos se estira lleno de una nueva vida, las hojas buscando el cielo cinco pisos más arriba.

Ir a la Marcha sin curiosidad ni poses, encontrarse con amigos a celebrar el amor. Eso es motivo de orgullo. Celebrar que el amor exista y se multiplique, para llenar la nada que dejan el rencor y las mezquindades cotidianas.

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1 comentario:

Estrella dijo...

Me pasa lo mismo que a vos.
Los primeros días de sol son siempre una fiesta. Y es cierto que todo huele distinto.
Bien por la celebración!