jueves, marzo 12, 2015

Verano cruel

Chau no: hasta pronto. Te espero, te anhelo, te quiero.
Tengo que dejar de escribir porque en cualquier momento vendrán a pinchar esta burbuja hermosa en la que me metiste.
No quiero obsesionarme, pero todo en mí grita que ya deberías haber llamado. Quizá es la ansiedad, la puta necesidad de que llames, es tan raro que no hablemos por más de medio día. No quiero tener miedo de nada. Ahora el mundo se concentra en este miedo que me aprieta el pecho, ¿es esto el futuro?
Sin embargo...
De alguna forma, nos estamos salvando la vida. Gracias a vos, hoy sé que puedo esperar y también actuar. 
No voy a defraudarte porque no quiero defraudarte. Tengamos paciencia, seamos positivos. En el peor de los casos, mi incapacidad crónica para darle cierre a las cosas tomará unos días más de lo esperado. Cuándo, cuándo, cuándo. Ya sabés que mi problema no es el cómo, es el cuándo.
No es justo para nadie. Sé que no es justo. No soy ingenua: hay demasiadas cosas en juego. Todo pasó muy rápido y en muy poco tiempo. Cómo pedirte más de lo que ya estás dando. De los dos, el que más tiene por arriesgar sos vos. Pasé los veinticinco sin ninguna esperanza sobre el futuro y por primera vez tengo un norte; todo es posibilidad, todo es asombro, cualquier cosa juntos es más segura que la convicción más arraigada de esta misántropa en la que me convertí.
Van a ser difíciles los próximos días, cuando caiga en la cuenta de que ya no tengo tus abrazos, de que tu olor desaparece poco a poco de ese colchón donde caímos a disfrutarnos y devorarnos a pesar del calor. Anoche dormí en el piso en vez de la cama, en el colchón finito que conservaba para las visitas que nunca vienen, y que a partir de ahora ya no será para nadie. 
Estaba tan asustada cuando llegaste, tan nerviosa. Y sin embargo me hiciste olvidarlo todo en el tiempo que dura un viaje en taxi desde Retiro hasta Balvanera. Siento que no estoy a la altura de tu esfuerzo. No sé cómo agradecerte por estas horas preciosas robadas a la rutina. 
Como a cucharaditas el último resto de salsa del almuerzo que nos preparaste. Espero que me llames después de un día muy largo.
Ayer a esta misma hora estabas saliendo de casa.

1 comentario:

Eve dijo...

Auch! Estoy sin palabras, me elevas y me azotas, respiro y lloro... Gracias. (siento que no estoy a la altura de tu esfuerzo... sublime!)