sábado, julio 31, 2010

Contra el silencio, contra la muerte.

Estoy en contra del aborto.

Lo digo ahora mismo para que se entienda y para que se enteren los que nunca preguntaron sobre el tema. No me parece sano para la mujer que aborta ni ético para con la criatura que viene al mundo sin haberlo siquiera pedido. El solo hecho de poner en riesgo las vidas de esa relación simbiótica madre-hijo me toca la más íntima de las fibras.
La violencia y el crimen me espantan, más cuanto más cercanos. Como a todos. Entonces, soy de las que piensan que en la medida de lo posible habría que tener a la criatura y darla en adopción, en caso de no poder o no querer hacerse cargo. Pero insisto en que esta es mi postura personal. Esta soy yo, diciendo qué haría yo, o en todo caso alguien en una situación similar a la mía.

La cuestión es sencilla: el aborto existe.
El aborto está.
El aborto se realiza en cientos de lugares en todo el país, fuera del arbitrio de la ley, causando miles de complicaciones y miles de muertes anuales (incluyo aquí a los bebés nonatos).
El aborto continuará existiendo aunque la Iglesia Católica o cualquier otra Iglesia, religión, culto o tendencia moral/política se opongan a su existencia. Es absurdo decir que uno se opone a la existencia de algo que ya está, pensando que la suma de oposiciones hace que esta situación desaparezca, se evapore. ¿Acaso la penalización del aborto ha disminuido un ápice el número de abortos? Está claro que no.

El aborto es el punto culminante de una forma de violencia que se me ocurre terrible por varios motivos, porque es una violencia de múltiples vías. Violencia contra el ser indefenso, última (aunque no única) víctima de la cadena de sucesos que lleva al aborto. Violencia contra la madre, cuyo cuerpo desgarrado por dentro queda, aunque no se vea, marcado para siempre. Más violencia contra la madre por la decisión tomada. Violencia previa contra una mujer que no ha sabido, no ha podido o no ha querido no embarazarse, pero que está segura de que ese embarazo no puede continuar. ¿Quién puede cuestionar sus motivos, sus lágrimas o su convicción? Y sin embargo, sólo por el hecho de abortar, son discriminadas y maltratadas. Esto sin contar la profunda huella psicológica que deja en una mujer la interrupción de un embarazo.


Vale la pena contarles ahora la historia de Carme y de Dorita antes de seguir. Los nombres fueron cambiados, pero lo que escribo aquí me lo contaron ellas mismas. Todo es verdad.

Carme se casó joven y enamorada con su primer novio, que también fue su primer y único hombre. Vivieron juntos, noviazgo y matrimonio, durante algo más de treinta y cinco años. Tuvieron dos hijos, el segundo de los cuales casi le causa la muerte a Carme. A partir de ese momento, el médico familiar les advirtió que debían cuidarse de futuros embarazos, porque no garantizaba la supervivencia de ninguno de los dos (madre e hijo).
Sea que Carme no tuviera la posibilidad o las ganas de acudir a un sistema eficaz de anticoncepción, su fertilidad desafió cualquier intento y quedó embarazada dos veces más, en un lapso de diez años. El mismo médico amigo fue quien evaluó y guió a la pareja en el proceso de suspensión de los dos embarazos. A sus setenta y cinco años, Carme sigue pensando que fue la mejor decisión que pudieron tomar. Actualmente es abuela, es viuda y extraña a su marido todos los días. De los bebés que pudieron ser no habla, fuera de la anécdota puntual.

Dorita se casó de apuro a los dieciséis años, víctima de circunstancias ajenas: su hermana quedó deshonrada la primera noche que salieron de baile juntas, y ella pagó el pato por haberla acompañado al baile. "Yo todavía era tan chica, todavía necesitaba tanto a mi mamá" me dice con su voz de pajarito, que los setenta años transcurridos no alteraron ni un poco. La veo tan menuda como debe haber sido. Me imagino al hombre que eligieron para ella, un tano grandote, mujeriego y bailarín que le llevaba diez años y, por supuesto, ya tenía toda la experiencia. Un hombre explosivo "pero bueno", cuya familia había decidido que tenía que sentar cabeza. Así que Dorita se casó con él. Pero el Tano no quería saber nada de regirse por el almanaque, no quería excusas de cansancio ni dolores de cabeza.
Muy rápido llegaron los hijos, y con ellos la estrechez económica. Dorita, que ni siquiera pudo terminar el colegio, tuvo que salir a trabajar porque con el sueldo del marido no alcanzaba. El Tano agachó la cabeza, pero no perdía ocasión de aparecérsele por el dispensario a hacerle auténticas escenas de celos. Es que en los años '40 no era común que una mujer saliera a trabajar, y menos la mujer de un tipo tan machista y celoso como el Tano. Aunque él nunca le pegó ni la maltrató, Dorita tenía terror de sus arranques y hacía cualquier cosa por aplacarlo. Nunca se le negó en la cama, aunque ya habían hablado de no tener más hijos. Entonces, lo inevitable sucedió: ella quedó embarazada una y otra vez.
Una y otra vez, dice. No se acuerda si fueron cinco o seis, o más. Se queda en suspenso mirando el techo, los ojos enormes empañados. Sacude la cabeza con gesto resignado, de "qué macana, no". Es que había que hacerlo, pero si el Tano se enteraba... Entonces recurrió a una enfermera amiga que le hizo el favor y la atendió lo mejor posible, hasta que el cuerpo dijo basta, aquí no entra nada más, de aquí no sale nada más. Fue un alivio pensar que ya no habría que preocuparse por eso. Pero Dorita nunca superó el trauma de esas experiencias. "Todos esos bebés que no tenían la culpa" dice. A veces llora. "Todavía sueño con bebés, casi todas las noches. Son mis bebés. Les pido perdón pero ellos no dicen nada, solamente me miran".

Ellas tuvieron suerte de no pagar con su vida el precio de la decisión. A las otras miles de historias, las anónimas, no puedo más que imaginarlas. No hay mujeres para contarlas, ni familiares que te digan "se murió por un aborto mal hecho". Es una vergüenza o un dolor muy grande, a veces ni siquiera en ese orden. A veces es solamente la vergüenza la que frena la lengua. Y en el silencio crece la violencia.

Según estudios realizados por distintas organizaciones, en Argentina, las muertes a consecuencia de abortos mal realizados constituyen la primera causa de muerte materna.
Pónganse a imaginar ahora mismo a todas las mujeres que conocen. Yo puedo imaginar a Carme y a Dorita entre ellas. Ochenta y dos madres cada cien mil nacidos vivos son las que mueren. Pónganles caras conocidas a todas ellas. Cuenten ochenta y dos mujeres caminando por la calle de camino a su trabajo, y piensen.
Supongamos que la cifra es exagerada. Supongamos. La mitad, la cuarta parte de esa cifra ya sería escandalosa. Se habla de medio millón de solicitudes o intentos de aborto por año en Argentina. Supongamos que fueran cien mil. Supongamos que fueran treinta mil. ¿Cuál es el punto? ¿Reducir las muertes? El objetivo debería ser cero, y punto. Reducción a cero de las muertes, o al menos del riesgo de muerte. Dada la circunstancia y la inevitabilidad de la realización de un aborto, hay que desplegar una serie de garantías mínimas que hagan más plausible ese objetivo.

Asimismo, tiene que cortarse de una vez el enorme negocio montado detrás de las redes de aborto clandestino. Sobre todo las más inseguras, aquellas que por quinientos pesos realizan una mala intervención a una adolescente de bajos recursos cuya vida o muerte no le importa a nadie, sólo a los fines de la indignación.

Porque estoy en contra de llegar al aborto como solución, quiero (exijo) que se regule el aborto de una buena vez por todas.
Porque más allá de mi personalísima visión del tema o de mi decisión irreductible de traer al mundo a una criatura que no busco o no deseé, tiene que terminar tanta muerte. La cadena de violencia tiene que cortarse por algún lado.
Y ya que las políticas de salud reproductiva no son suficientes (por desidia, por mala implementación de lo que ya está o por impracticabilidad de la misma según áreas puntuales de la población - aquellas más carentes de lo básico-), es deber del Estado garantizar una opción de interrupción de embarazo segura para estas miles de mujeres en situación desesperante.
Esto no les exime de continuar implementando y mejorando la Ley de salud reproductiva que se sancionó en 2003, con décadas de atraso: el problema ya está arraigado en esta sociedad pauperizada, polarizada educativa y económicamente. Pero eso no es excusa para no hacer nada.

Que se entienda que estoy en contra del aborto pero no voy a juzgar jamás a una mujer por tomar la decisión de hacerlo. Ni por reclamar el derecho a no morir en este intento.
Antes bien, me abrazaré a ella como si fuera mi hermana y la sostendré en su reclamo. Prefiero creer en su convicción y sus intenciones a juzgarla y maltratarla por una decisión que es suya y sólo suya.

Para leer hoy:

- Suplemento Las 12. Diario Página/12
- Artículo "Argentina: ¿Por qué hay tantas muertes por aborto?". BBC Mundo (tiene vínculos relacionados a la derecha de la página que conviene consultar también)
- Síntesis de la historia legislativa del aborto en Argentina.
- En Wikipedia: Aborto en Argentina, breve historia y antecedentes inmediatos.
- En Pensar.org: "Aborto: una contribución al debate en Argentina". Cuestiona los datos vigentes y la real incidencia del aborto en las tasas de mortandad femenina, en ocasión del debate que se dio en 2007 con las declaraciones de Ginés González García. Para que puedan leer otro punto de vista.
- Carmen Argibay en 2009, también sobre el aborto.

Se agradece cualquier contribución que quieran dejar en los comentarios.

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Qué cosa es el amor,
medio pariente del dolor,
que a ti y a mí no nos tocó,
que no ha sabido, ni ha querido, ni ha podido.

Por eso no estás conmigo,
por eso... no estoy contigo.

(Liliana Felipe, "A nadie")

lunes, julio 26, 2010

Días extraños / 3

"When I call a name, it will be your name"





(esta es la primera escena de una película que amamos. Yes: we, the freaks.)

Son días extraños en los que leo mucho y lloro por cualquier cosa. Son días de aquéllos, con el cambio a las puertas y la zozobra en la punta de los dedos, todo el tiempo. Lo que me moviliza no es el miedo, al fin, ni el eterno pendular de esta mente llena de recuerdos. Son días de sonrisas mordidas para que no se note, de pañuelos de colores entre la ropa negra y de jugar con mi cabeza por última vez (mentira: no puedo ni quiero dejar de jugar conmigo).

Creo que ya harté, que ya cansé... pero me siento agradecida. Profundamente agradecida. La vida es generosa conmigo en personas y momentos. Qué me importan un par de cachetazos cuando todo lo demás es rojo, verde y mariposas. Cuando llego a casa y sé que en un rincón hay aceites esenciales y un burbujero para usar en caso de emergencia. Qué me importan las once líneas de colectivos desfilando a bocinazo puro bajo mi ventana, si vas a estar esperándome con los ojos llenos de sonrisas y los brazos colmados de bienvenidas.

Ambiciono la paz y sólo la paz. Es tan invaluable tenerla al alcance de mi mano cada vez que la necesito, sólo estirarme un poco y respirar... y ya. No más habitaciones grises de un metro cuadrado con el sueño de un profundo bosque en su núcleo; simplemente abrir los ojos y ver que estuve siempre allí, en el bosque que creía sueño y que era la realidad en la que tenía que construír todo lo demás.

Mi paz han sido estas caminatas, chicas, con ustedes. Estos días de mate, de cosas ricas y poca ansiedad. Mi paz fueron las lágrimas que no quise guardarme. Mi paz fue el fin de semana de descanso y diversión en las dosis exactas. Son las imágenes y las voces que nunca me abandonan.
Mi paz es, por sobre todo, llegar molida de cansancio y aún así acompañarte en tus labores hasta que las piernas y la espalda no dan más y piden cama. Mi paz es esa cama donde una luz clara se derrama sobre tus dedos curándome la nana del pie y deslizándose por mis pantorrillas.




Mi paz es esta música perfecta en la que flotamos hasta quedarnos dormidos, un ratito nomás; mi paz son los sueños de ruta y de mar, de montañas y seres queridos a quienes abrazarnos. Mi paz es trabajar por todo esto, no importa cuánto, no importa dónde. Y nombrarte cada día, como un mantra. Nombrarte aunque sea evocando la línea de tus manos, la forma increíble de tus ojos y tus cejas, silabeando todo lo que sé de vos durante seis horas al día con Hisaishi en segundo plano.

Gracias a esta energía que me rodea soy color en el gris. Un núcleo cálido en medio de tanto invierno que late y se expande donde quiera que voy. No hay tristeza que no pueda derrotar riendo entre las lágrimas, ni ansiedad que no se calme gastándome el cuerpo en bailes catárticos. A veces, la danza está en mi mente y por fuera apenas soy una sonrisa en la ciudad que pocas veces ríe. Casi nunca soy la que sale en las fotos, ni siquiera en las que me gustan.

Pero sí quiero ser paz, siempre que pueda. Música, siempre. Y palabras y colores. Esto, hoy. Esta vida presente, pasada y futura.

Buena semana a todos.

miércoles, julio 14, 2010

¿Por qué no?

1. Sobre el amor

El amor y la razón son arterias por las cuales necesariamente hay que circular por doble sentido, no se puede ir siempre hacia un solo lado, porque se acaban pronto si no se realimentan. Un ejemplo de la razón funcionando en doble sentido es la ciencia, que por definición necesita razón para existir. Y, según una lectura somera de la Biblia, ni siquiera Dios ama sin esperanza (y este es quizá el rasgo que lo muestra más sospechosamente humano).
En un mundo de individuos que viven colectivamente, el amor y la razón individuales son algo que pueden existir sin ninguna duda, aunque para dicho "mundo" como sistema de individuos, no. Amar en secreto, amarse uno mismo, amar por el amor mismo, son estados espirituales y como tales, no compartibles. Ya Dostoievsky y Sartre, por ejemplo, trataron el caso del "humanismo" que es capaz, según Dostoievsky, de sentir un amor ciertamente desproporcionado por los hombres en su conjunto pero que es incapaz de sentirlo por los individuos o, como doble paradoja en Sartre, que sublima en el todo el no poder concretar su consumación individual. Tomando estos dos ejemplos, podemos trazar todo un arco de situaciones similares que hacen de la autocontención del amor su paradoja y su muerte para el "mundo": ecologistas y/o amantes de los animales que detestan a los seres humanos, cristianos que deliberadamente deciden no amar al prójimo como a ellos mismos, maridos que golpean a sus mujeres, y un largo etcétera. Hay en los cultos religiosos una enorme cantidad de estas paradojas -en un sentido estricto y tomando a Dios como un ser teológicamente fuera de este "mundo" y que no es un igual- como el fenómeno de la clausura en algunas órdenes religiosas o llegar a la sublimación del amor conyugal en "el amor a Dios" o "el matrimonio con la Iglesia".
Hay un sofisma posmopolitan que dice que para amar a otros es necesario amarse primero, pero es una falacia que intenta decir que amarse uno mismo es condición suficiente para ser amado cuando apenas es condición necesaria para quienes precisan del narcisismo del otro como confirmación de una elección. Y hay un tema aquí del que no me quiero distraer: el narcisismo posmodernista metrosexual no es más que una velada salida del clóset del componente homosexual individual, a veces de manera tan exagerada que, en parejas heterosexuales, surge otra paradoja sobre el verdadero objeto del deseo.
Razón y amor pueden vivir aislados del mundo, sí, pero son estados "santos". Y, siguiendo a Henry Miller -que habla de la "madera" con la que están constituidos-, ya sabemos que los santos, los asesinos seriales, los locos y los poetas están "fuera del mundo" (y juro entre estos paréntesis que eso no significa ningún juicio de valor, sobre todo viviendo en una cultura que le reza a imágenes de mártires torturados, idealiza asesinos seriales en vampiros y otros similares, que considera a Hitler y a Videla "normales" y que siente una predilección especial por poetas sufridos y suicidas). Pero yo, con el fibrón negro en la mano, sé que necesito razón y amor de ida y vuelta para no darlos por inexistentes.

(Fender, en Das Gebiet. Hoy.)

En estos días, muchos amigos y notables de la casa se manifestaron con inteligencia, altura y respeto al respecto del matrimonio igualitario. Como, me consta, también han sabido manifestarse (y comprometerse, y actuar) en relación a otros temas igualmente "ocupantes" en este momento.

Les dejo algunos vínculos para que los lean:

- Celia nos recuerda que el derecho al amor atraviesa todas las creencias.
- destripa etimológica y semánticamente al matrimonio en Les Mots.
- Fodor y la Nación avergonzada.
- Augusto y los manotazos de una doble moral que se ahoga.
- Jerónimo y un punto de vista sobre la oposición de las instituciones eclesiásticas en este punto.
- Lucho y tres objeciones a los argumentos más recurrentes en contra del matrimonio igualitario.


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2. Sobre la realidad

¿Cuáles son las consecuencias reales de la aprobación de la ley de matrimonio igualitario? ¿Existe una amenaza concreta al modus vivendi de las personas que ayer manifestaron su repudio frente al Congreso? ¿Se va a acabar la tradición occidental y cristiana tal como la conocemos? (respecto a esto último, está claro que no, pero con tanto tremendismo suelto...)

Esto me preguntaba hoy, en el trabajo, y me puse a garabatear algunas ideas que espero me ayuden a completar:

- El matrimonio heterosexual y la "verdadera familia", esa institución culturalmente establecida como parámetro de lo normal y deseable, no se van a acabar por la sola sanción de una ley que admita en su texto a otras familias igualmente orgánicas. Por la sencilla razón de que estas "familias alternativas" ya existen, ya conviven con las "verdaderas familias", sin que hasta el momento haya existido un menoscabo real de la estructura tradicional, normal y deseable.
- El potencial neurótico, enfermante, viciado e inmoral de estas "nuevas familias" no será diferente del de las "verdaderas familias". (Disculpen el exceso de comillas, estoy citando ideas / términos que no me son propios).
- La aprobación de la ley no conlleva obligatoriedad de transmitir a los niños (¡¡los niños!! las cabecitas de playa de todas las guerras, invocados por padres usualmente demasiado ocupados para ocuparse, hasta que alguien más despierto habla) un canon de valores ajeno a la familia a la que pertenece. Esto se relaciona íntimamente con el primer punto. Ni la ley ni las costumbres obligaron, obligan u obligarán a una familia a predicar valores estructurales (morales, éticos, culturales) que no comparte. Libre albedrío, ¿les suena?
Anexo a lo anterior: Sí sería deseable contemplar una exhaustiva actualización de los contenidos que se brindan en las charlas de educación sexual previstas para los colegios (tema para otros debates).
- De ninguna manera la nueva ley tendrá como consecuencia la imposición forzada a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos o ancianos de una decisión tan delicada como es la elección de la propia sexualidad. Un niño podrá seguir asistiendo a colegios que comulguen con las ideas de sus padres, vivir en una burbuja donde la homosexualidad sea ignorada, ninguneada, discriminada, bastardeada... Por más que nos pese. Otra vez: libre albedrío. Es cansador aclararles a estos padres preocupados que no va a venir Pipo Pescador a decirles a sus niños que pueden elegir su sexualidad, válgame. Ustedes, padres, corren con la responsabilidad de una educación integral, con los fallos y los aciertos que sólo a la familia corresponden. Nadie, ni siquiera el Estado mediante la Ley, puede decirles qué enseñarles o no a sus hijos en este apartado. Aunque sean tergiversaciones y mentiras.
Esto es tan obvio que avergüenza leer argumentos como "a mis chicos se les va a enseñar en las escuelas que se puede elegir el género que uno quiere tener", "de acá a unos años vamos a tener los resultados psicológicos y comportamentales de niños influenciados y educados por padres del mismo sexo", "los homosexuales son parejas estériles y promueven una cultura que lleva a la muerte de la especie humana". Los chicos podrán seguir jugando con amigos potencialmente homosexuales sin menoscabo de su propia decisión sexual, a menos que entren a tallar factores como la perversión, y esto es privativo de la condición humana. Va mucho, mucho más allá de con quién elige casarse, acostarse o besarse cada uno.

Que se entienda: la homosexualidad no es una enfermedad. La homofobia sí.
Homosexualidad no es perversión sexual. Es orientación sexual y elección de vida, no la simple y mera manifestación de una enfermedad mental.

Se puede consultar bibliografía adicional sobre las familias en este sitio: QueerParents.org (está en inglés, paciencia)

No me sirven los statu quo mentirosos, inamovibles. No me sirve la historia estática, cíclica, gatopardista. No me sirve quedarme con lo que me enseñaron sin permitirme cuestionamientos o debates. No me sirve quedarme callada y meramente "tolerar": yo tolero, pero no voy a permitir que se me avasalle con pseudo-razonamientos o falacias ad-hominem.

A cada una de las conclusiones que puse más arriba, cualquier persona con ánimo de cuestionar la terminología y tipificación de la ley podría oponer un "Y entonces, ¿qué tiene de malo la unión civil? Podrían tener en la práctica los mismos derechos o muy similares..." y toda esta larga retahíla de "pero si..." que vengo escuchando, no en la última semana sino en la última década y media, más o menos. A esa oposición yo opondría la pregunta que titula el post. ¿Por qué no, entonces? ¿Por qué no "matrimonio"? Porque si a mis cuestionamientos van a salir bufando "tanta alharaca por una palabra", se estarán olvidando que a veces una palabra ("puto", por ejemplo) o una frase ("tortillera de mierda") alcanzan para reafirmar una indignidad. O para subvertir un orden impuesto a puro condicionamiento.

En un día en que se conmemora a todas las Revoluciones en una sola, les deseo a todos

LIBERTAD
IGUALDAD
FRATERNIDAD

Allons.
Porque es derecho del hombre.


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Actualización: Me gustaría cerrar citando a Yamila, una ex compañera de colegio, una persona de espíritu enorme, y a quien humildemente considero una amiga.
A raíz de un pequeño debate que hubo en Facebook, ella envió un e-mail del que me permito copiar aquí algunos párrafos.

(...)
No somos sólo XX y XY y afortunadamente la naturaleza humana no se reduce a eso. Si reducimos todo a esta distinción perfecta toda nuestra genética sería perfecta, y no habría mujeres u hombres que siendo tales no pudieran tener hijos. Dejemos de creer que la definíción del hombre se reduce al XX/Y ó que hay una manera de "ser normal" en relación a esto y que lo distinto a lo que fue arbitrariamente establecido como "normal" es una desviación ó aberración de la naturaleza. El racismo funciona de esa manera. El nazismo funcionó y funciona de esa manera (intentando eliminar toda "desviación" de una definición genética arbitrariamente establecida como la más apta ó mejor).
No hay nada perfecto ni exacto en la naturaleza. Por eso es inasible y misteriosa. Somos y ya. Que la ciencia establezca ciertos parámetros -o teoría de conjunto- para definir casos y avanzar con determinados fines es cierto, es aceptable y es necesario para su avance. Pero no podemos reducir la realidad y la vida a esos parámetros, como los únicos e indiscutibles. La historia nos muestra con muchos ejemplos (Galileo es uno de los más alevosos) que no podemos hacer carne postulados científicos -que son totalmente contingentes y modificables/ampliables/ reemplazables- para definir la realidad (aquí los sexos), porque la realidad es más compleja que su dimensión científica. La ciencia es sólo una mirada con ciertos fines específicos.

(...)

No somos iguales para unas cosas sí y para otras no. Somos todos seres distintos e iguales en derecho (que es una categoría establecida por el hombre).
Los hombres y las mujeres no somos pares de zapatos por suerte. Cada uno se calza del lado que su ser le indica, le nace, le es.

lunes, julio 12, 2010

Enfolding

Vuelve el frío y camino. Es lo que mejor me sale, lo que hago incluso cuando estoy quieta: caminar. Camina mi cabeza, mi cerebro como esponja de celulosa, resbaloso y denso y empapado de nada, de todo.
Caminan mis dedos.
Caminan mis oídos, mi paranoia en ese Rapipago donde estoy atrapada momentáneamente, Rapipago que acaba de dejar un cliente enojado, tan enojado que estoy segura que va a regresar enseguida con un martillo para romper la puerta, con una bazooka o al volante de un colectivo para matarnos a todos.
Camina mi imaginación detrás de los espejos. Caminan mis piernas atrapadas en un atuendo impropio. Desafiante, echo los hombros hacia atrás demostrando que no me importa estar metida en esta ropa, en este cuerpo prestado, y me invento que estoy protegida por un campo de fuerza invisible y que no estoy pensando en nada, absolutamente nada.
Caminaban hace unos minutos las suelas de mis zapatillas sucias por la misma plaza donde años atrás otro calzado jugó a mimetizarse con las raíces de un ombú mientras las palabras se me hacían rizos, a la vez, y yo era un barrilete pura cola buscando enredarme en tu dedo.
El reloj de la Torre de los Ingleses marcando las 17.20 y en mi retina un nombre propio, Esquel. Más otros dos nombres al que quiero sumar el tuyo, más esa carpa que sueño comprar en primavera para compartir con vos.

Pienso en el clavijero que me vas a enseñar a poner, si tenés la paciencia de soportar mis ojos pendulando entre tus dedos y tus propios ojos concentrados, uno de estos días en la guitarra criolla. Pienso que no quiero perder los callos nunca más. Tropiezo en Suipacha a la altura del Tita Merello, que ya no está y es otra ausencia que me pone triste y me hace pensar cuál fue la última película que fui a ver allí... "De quién es el portaligas", eso. Un seis, un siete con toda la furia, y que le besen el pupo a la Ricci porque fue gracias a ella. ¿Y en el Cosmos, qué fue lo último? Ni una década en Baires y ya he visto desaparecer lugares que empezaban a ser míos y que fueron de tanta gente, tanto tiempo. Gandhi, el América, que ni para eventos quedó. Las cuponeras del Hoyts a veinte pesos, las salidas foreras de jueves a lunes.

Me acuerdo de todo a fuerza de pensarlo todo, siempre, a fuerza de caminarme la cabeza ida y vuelta. A veces siento que estas múltiples Yo que se envuelven una dentro de la otra, bien apretadas en un abrazo cómodo, son mi manera de no olvidarme de nada: creer que todo le pasó a una Otra Yo lejana y próxima. Porque si no, no podría recordarla con este nivel de detalle.
Labial protector para el frío, pienso en "La campana de cristal" y "ponme la mano aquí, Macorina, ponme la mano aquí". Estoy tan lejos de las publicidades de la tele y de la radio. Nadie me conoce. Sonrío. Nadie entendería cómo se hila este matete que me lleva inevitablemente al jueves, 16 horas, un punto más de inflexión porque sí. Porque puedo. Porque lo mío no es la sinestesia exaltada de los químicos, sino la química tramposa de mis propias neuronas.





sábado, julio 03, 2010

Kate Beaton, o la historia hecha comics



No les puedo explicar lo mucho que me gusta esta web, a la que llegué gracias a Ge hace un tiempito por una tira que compartió.

Para (más) muestra...



Reconozcámoslo: hasta que los hicieron sexies, había poca gente interesada en los Tudor...




Ahhhh, podría vivir algún día sin Internet, pero qué de buenos hallazgos me habrá dado para ese entonces.

(PD: No entiendo por qué Blogger no me deja mostrarles las versiones ampliadas de todas las imágenes, así que las linkeo para que las vean fully en la web)

viernes, junio 25, 2010

Colores verdaderos

Con mi familia, amigos y pareja no siempre estamos de acuerdo. Vaya, si ni siquiera son esa clase de familia y amigos que glorifican cada boludez que hago sólo porque me quieren. Cada uno de ellos sabe que no hace falta que me digan lo que quiero oír para tener mi estima, u ocultarme su verdadera forma de pensar cuando me mando alguna diarrea verbal en un debate. De hecho, ahora que lo pienso estoy en las antípodas del pensamiento de muchos de mis seres más queridos, y eso nunca fue un obstáculo para discutir ideas. Me cuesta pensar en una omertá familiar o clánica bajo un pensamiento único, aunque las diferencias se desdibujen al momento de saltar en conjunto a defender a uno de los miembros. En eso somos, casi todos, un poco lobos. Incluso los más solitarios pueden volverse inesperadamente gregarios una vez adultos. También es cierto que los más condescendientes han sabido pegarme un buen mordisco en los cuartos cuando hice algo que era innegablemente malo.

La mayor libertad que me dieron fue la que más me asustaba: la de pensar por mí misma. Hasta que no crecés y te vas haciendo un camino no te das cuenta de lo difícil que es tomar responsabilidad de una palabra, un pensamiento o una acción. Te viven enseñando que tu voto no vale, que tu voz es demasiado débil, que tu convicción tiene la fuerza de un granito de arena en una marejada. Cuando cobrás conciencia de que todo eso es tan relativo, que incluso (quizá... seguro!) es una mentira... viene el cagazo. El que no se siente abrumado o acobardado en esta etapa de autoconciencia es porque quizá no haya llegado allí todavía. Algunos no llegan nunca; son los que más me asustan. Pero ese es otro tema.

El pensamiento crítico se consigue a fuerza de muchos errores, o por la confirmación de la certeza de una intuición en base a la experiencia, el estudio, la curiosidad. Pensar por uno mismo es una pelea diaria en un mundo cada vez más polarizado en debates tramposos, jalonado por el sostenimiento de un status quo dañino que interesa y favorece a unos pocos.
A veces la tentación de actuar en contra de nuestra propia dignidad de seres humanos es muy fuerte, sobre todo porque en el dulce viene envuelto el veneno. Así, un referente-ídolo-profeta transmite la sensación de que su palabra es la nuestra y que, ya que habla por nosotros ("como nosotros"), su palabra y accionar es consistente con nuestras necesidades, con nuestra dignidad. Le dejamos hacer, lo sostenemos con nuestra fuerza mínima de granitos de arena, y si en algún momento comete una aberración lo perdonamos; si se manda una macana lo justificamos; si decide mutar drásticamente el discurso y dejarnos solos en el desierto, creemos comprender que la culpa en realidad es nuestra, que nuestra fe no ha sido suficiente, que merecemos que nos pase cualquier cosa. Todo, con tal de no comprender que podemos errar. Cualquier cosa, con tal de que otro asuma la culpa.

Muchas veces mis padres, mis hermanos o mis mejores amigos y amigas no entendieron mis razones para tomar una determinada actitud o se sorprendieron cuando revelé pensamientos que intuía conocidos por todos ellos. "Nunca imaginé que pensaras así" me dijeron sus labios o sus expresiones. Pero el cariño y la confianza siguieron allí. No puedo imaginar una suerte más grande: un voto de confianza, aún dado con miedo o recelo, es un capital inmenso. Es una red de seguridad con la que no contabas y que se te revela en el momento justo, el de la incertidumbre: mirando hacia abajo, cuando no estás totalmente confiado de cómo va a salir la pirueta.

Fundamentalmente les agradezco a mis padres que me hayan dejado elegir, muchas veces en contra de sus propios deseos o aspiraciones. Durante años elegí no casarme, ni siquiera planteármelo en broma. Ahora que el matrimonio es una opción para mí (una que considero en serio, con todas las precauciones, el amor y la dedicación que esa decisión requiere) agradezco tenerla.

Con lo que agradezco y aprovecho día a día el don de la libertad, ¿cómo no voy a querer esa posibilidad abierta para todos y todas?
Lo único que sé es que si el ser humano increíble que hoy me acompaña fuese una mujer, me gustaría poder seguir teniendo esa opción.

También me gustaría encontrarlos aquí mañana. Yo me voy a dar una vueltita.


jueves, junio 24, 2010

Efemérides

Lo más lindo es que ya perdí la cuenta del tiempo que llevaba sin pensar en "qué será de".
Lo malo es que siempre vuelve el marcador a cero.
Lo bueno es que me sigue importando muy poco.
Lo malo, es que sigo siendo la misma criticona conmigo misma.
Lo bueno es que eso me impulsa a ser mejor.
Lo malo es que a veces me paraliza.
Y lo bueno de las parálisis, es que un día se terminan. Y te despertás con cuentos en la cabeza. Soñando con cosas raras. Resuelta a resolver tus problemas. Todo el tiempo se ponen en marcha cosas nuevas. Lo pesado decanta.

Qué me importa qué fui o qué soy, si estamos cambiando todo el tiempo y lo que importa nunca cambia.
Disfrutemos ^_^


miércoles, junio 09, 2010

Retrospective: So beautiful, so powerful

Las luces y las voces bajan. Un teclado/sintetizador queda tildado en un zumbido que me recuerda mucho a la intro de The Ubiquitous Mr Lovegrove; casi espero que comience a sonar en cualquier momento. Algunos sentados, otros parados, esperamos a Cat en ese orden teatral que tienen algunos géneros musicales (los que no admiten pogo).
Entra ella con una bebida X en la mano. Como quien brinda casualmente, saluda y deja el mug en el suelo, al lado del setlist que está al lado del parlante, que está al lado de un curioso que al final de la noche va a querer llevarse el dichoso recipiente de souvenir. Ignora la botella de Evian toda la noche. Nos morimos de ganas de saber qué hay en el dichoso jarrito, aunque está claro que lo que hay en ese otro vaso que trajo en el intermedio es whisky... ¿o no?

Milo nos dijo que el año pasado casi no se movió del fondo del escenario y que dio la espalda al público la mayor parte del tiempo. Este año empezamos mejor, al menos canta de perfil; con el pelo sobre la cara y las dos manos ahuecadas sobre el micrófono, los ojos cerrados y un pie que se mueve espasmódicamente sin seguir el ritmo ni la cadencia de las canciones. Promediando el show, una chica le grita desde el pullman "qué lindo que movés la patita". Me siento un poco idiota por reprimir las decenas de boludeces que me vienen a la mente y que podría decirle también, amparada en la oscuridad. La de veces que me muerdo las ultragroupie ganas de pedirle que no se vaya nunca.




A mí se me queda marcada en la piel Lived in Bars. Por unas cuantas razones se ha vuelto mi preferida. Llego a grabar algo con la camarita, lo que puedo sin dejar de mirarla. Otros tuvieron la misma idea, y mejores cámaras.




Horrible todo, ahora que ella no está lo que queda son miguitas de un banquete. Resplandor paliducho, su voz perfecta. Me quedó por unos cuantos días su sonrisa; no se iba más del escenario. Sonreía para cada uno de nosotros.


lunes, junio 07, 2010

Sietedejunio

Pese a los años dedicados al estudio, pese a la vocación incontrastable de seguir leyendo más allá de la carrera, pese a las prácticas que me volvieron muy solvente en campo y mucho más dubitativa en una redacción, todavía me cuesta asumir que he sido periodista.
Y como dice Galeano, una vez que entraste en ese mundo y lo hiciste tuyo, se hace difícil volver a ser el mismo.
Al lado de otros colegas que tuvieron suerte dispar, o más entusiasmo, no tengo nada que hacer. Apenas desentumezco la mano con colaboraciones y una web modesta. No voy a negar que estoy muy desengañada con lo que fue la carrera (hasta el punto que me da pánico volver a la ciudad donde cursé mis treinta y tres materias), y ni siquiera los proyectos más ajustados a mi ambición me terminan de convencer para que retome lo que todavía me debo.
A pesar de todos estos conflictos, sigo pensando que este oficio es, de todos los terrestres, el que abre la puerta a las mayores gratificaciones.

Links recomendados del día:
- El amigo del mes, por Subjuntivo
- Ley de Medios. Por su efectivización a la brevedad posible.
- Ciudadanos periodistas, por Washington Uranga.

Y lo que nunca falta: releer a Walsh, a Soriano, a Briante; reencontrarse con el Polosecki que nos llevó a pasear por el lado oscuro mucho antes del progresismo post-menemista.

Vaya desde aquí un saludo modesto y lleno de respeto a aquellos periodistas que he tenido ocasión de cruzarme y que me han enseñado con sus silencios, con sus recomendaciones, con sus acciones, con sus verdades. También para aquellos a los que no conocí ni conoceré, pero que con su ejemplo me alientan más allá de las dudas y las limitaciones.

miércoles, mayo 26, 2010

Ama de Cass-a

Por filosofía personal y una incomodidad que me es propia (no me gusta meter gente en mi quilombo; hay demasiadas cositas que son de mi altísima estima y que detestaría perder o que se rompan) trato de llevar adelante bajo mi cuenta y riesgo el orden y limpieza de mi casa. Si bien me puse floja con los años, es algo que siempre me dio mucho placer y me pone de buen humor. Sentirme útil me hace muy feliz.

He aquí una pequeña lista de las cosas que aprendí a hacer a lo largo de mi vida y que se volvieron indispensables con los años, con su duración estimada*:

Tareas idealmente diarias:
- Pasar la escoba. 15 a 30 minutos, dependiendo de la superficie total.
- Lavar platos, adminículos de cocina, etc. después de cocinar y/o comer. 20 minutos.
- Lavar ropa (cuando se amontona, la tarea se vuelve semanal y no es recomendable, por superposición con otras). 30 minutos por tanda de ropa si hay lavarropas, 40 min a 1 hora cuando hay que lavar a mano. La colada (toallas, sábanas) sí conviene, en este caso, mandarla a la lavandería; lo digo por la experiencia de haber sido estudiante ratona y lavar a mano mis propias sábanas en un lavadero de pensión durante tres años, incluso en invierno. Es ingrato, es insatisfactorio y nunca quedan totalmente bien.

Tareas semanales:
- Dar vuelta el colchón (de resortes, 2 plazas). Primero la cabecera por la piecera, luego un lado por otro. Tender la cama cuidando que las sábanas estén limpias, también es ideal cambiarlas una vez a la semana. 15 minutos.
- Lavar a mano repasadores y delantales. Sí, en casa se cocina prácticamente todos los días, así que esta tarea hay que hacerla entre 1 y 2 veces por semana. 15 minutos, más la espera del remojo.
- Pasar un trapo por todos los muebles. Se recomienda día por medio, espaciando en invierno (cuando las ventanas están cerradas y no entra tanto polvo) y dependiendo de lo concentrado del tránsito en la zona de residencia o lo mucho que corra el aire. 20 a 40 minutos.
- Trapear el piso. Entiéndase por esto: pasada de trapo mojado con energía, enjuagado y escurrido del trapo y nueva pasada para secar. Dependiendo de la superficie total y del grado de mugre, entre 30 y 70 minutos.
- Limpiar el baño. Comenzando por los azulejos y terminando en los adminículos sanitarios (lavatorio, bidet, inodoro), con una repasada final al piso más "detalles": agacharse con un trapito y escarbar en los rincones buscando pelusas o mugre acumulada. No menos de una hora.
- Limpiar la cocina. En nuestra casa esta tarea se lleva adelante al menos dos veces por semana, ya que cocinamos mucho. Hay que tener en cuenta, también, que "limpiar la cocina" implica no sólo desengrasar el adminículo que da nombre al corazón de la casa, sino también los azulejos, sectores aledaños, estantes y lavaplatos (si los hubiere) y el piso. 40 minutos a 1 hora.

Tareas eventuales (dos veces por mes o más espaciadas)
- Eliminar las telarañas de los rincones con plumero o cepillo esquinero. 10 minutos.
- Limpieza de PC y teclados con CIF en crema, hisopo y paño absorbente. 30 minutos por PC.
- Limpieza de vidrios ventaneros y marcos de ventanas/puertas. 1 hora en total.
- Descongelado y limpieza de heladera, 1 hora.
- Limpieza y orden de alacenas, 20 minutos.

Dejo afuera del post una de las tareas más ingratas y demandantes de tiempo, pero a la vez también una de las más personales: la compra del supermercado. A mí me lleva no menos de una hora, y siempre me organizo para no olvidarme de nada. Trato de no caer en la tentación de ir "de pasada"; con tiempo voy haciendo una lista de lo que falta para atenerme a ella y marcho con el carrito de la abuela y/o la bolsa reciclable.
Recuerdo que cuando era chica en mi casa se hacía la famosa "compra del mes"; luego de esto, sólo se volvía ocasionalmente al supermercado, o mejor: salías del paso en el almacén de la esquina. Hoy por hoy no conozco gente que haga "compra del mes", quizá porque no tengo referencia de auténticos familiones o porque al cambiar los hábitos de consumo (más los precios) se volvió costumbre una suerte de "compra semanal" con escapadas ocasionales al supermercado chino, ya que los almacenes han ido desapareciendo y es raro que uno vaya al lugar donde le cobran más caro; salir del paso no vale tanta diferencia de precios, al menos para mí.
También dejo afuera la tarea que me causa más placer: cocinar (o ayudar a hacerlo). Hay que tener en cuenta que es una cuestión tan personal como las compras y que, así como habemos loquibambis capaces de invertir una hora o más en un antojo nocturno, hay quienes directamente recurren al imán de la heladera o a la conserva express, con lo que los tiempos también son relativos.

Da un poco de bronca que todavía haya personas que desprecien o subestimen el trabajo hogareño, al que se suman otras no pocas labores cuando hay niños de por medio. A mí me criaron con profunda conciencia de que se puede laburar fuera y llevar adelante una casa, sabiendo organizarse (qué tema, este) y con voluntad. Además, es bueno hacer participar a todos los habitantes en esas tareas para que el día de mañana, si les toca vivir solos, no les sea difícil agarrar los bártulos de limpieza y orden en caso de tener que hacerlo.

Tengo que aclarar que mi roommie es tan buen amo de casa como yo, aunque sólo disfruta haciendo la mitad de estas tareas (yo sólo detesto con toda mi alma planchar, y un poquito menos repasar los muebles). Y que aún así la cosa está bastante repartida, excepto cuando tengo horas libres y un completo ataque de amadecasismo.
Como ayer, que festejé el Bicentenario dando vuelta el depto y dejándolo prolijito para arrancar la mini-semana.

Cuando me vaya acordando de más tareas, edito. Mientras, les invito a que me cuenten en qué invierten su tiempo de amxs de casa.


*Calculado en base a dedicación absoluta a la tarea, sin dispersiones ni paradas a tomar el mate. Bueno, un mate sí, si tenés quién lo cebe. Cuack.

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Cero ganas de escribir posts en estos días, aunque sí estoy leyendo mucho y sigo musiqueando. Chusméense esto, ideal para el día después. Y porque leer a Unser siempre está bueno.

domingo, mayo 16, 2010

sábado, mayo 15, 2010

Rollercoaster-ing

Siempre encontré muy terapéuticos la limpieza y el orden. Si bien soy lo menos ortodoxa del mundo a la hora de lavar platos, sacudir el polvo y acondicionar pisos y muebles, hacerlo a mi tiempo y con la misma intensidad con la que me ocupo de otras cosas (hobbies, berretines) me llena de gratificación y alivio.
Raspo la suciedad de las cacerolas y de los platos y de a poco siento que me quito mi propia costra de frustración. Siento la limpieza del wok con los dedos mientras mi alma se libera del peso que la agobia. De repente, todos los problemas del día y algún que otro berrinche se vuelven insignificantes, tan pequeñitos que me provocan una sonrisa. No somos las estrellas más brillantes del Universo, pero estamos cerca en las promesas de un día como el de hoy.
Aún así, al final de una jornada o de varias sesiones de limpieza, tiene que caer al piso una media o romperse algo; un mueble improvisado con dos o tres cajas finalmente se desarmará, el viento revelará pelusas escondidas y soplará papeles cuando abramos la ventana para dejar entrar al fresco. Echaremos de menos tener un estante o dos de más, una habitación extra, un buen par de fundas con onda para los almohadones y un puff donde despatarrarse para sentir una canción.



Y así seguiremos el eterno camino en la búsqueda del equilibrio.

martes, mayo 11, 2010

Sangrar conmigo

Me levanto a la mañana cuando apenas sale el sol. Kilómetros al norte, se apaga una (otra) vida y de la forma más inesperada, no me afecta enseguida. Al levantarme soy una, otra, la misma que fui ayer y la semana pasada, la de hace tres o diez o quince años atrás. Me peino, me pongo una vincha para no atarme el pelo y las mismas zapatillas medio rotas de ayer.
Subo al colectivo y mato los minutos leyendo "El eternauta".
Estoy contenta porque hace un par de días no siento ese mareo molesto culpa de las cervicales (que no duelen pero joden igual) y entonces suena el teléfono y tengo que salir porque el corazón me late fuerte y se me llena el cuello de manchas rojas como siempre que estoy nerviosa o excitada.
Las lágrimas encuentran el camino; yo ya no veo nada. Otra vez ella: recurrencia número uno, causa primera de muerte. Recuerdo sin que venga a cuento el frío de ayer en la nuca cuando no había una sola coladera de aire y la vieja sensación de que la parca me stalkea justo cuando menos pienso en ella. El segundo recuerdo es feliz y huele a tripa cruda, a carbón y a pasto cortado, a agua con cloro y sol en los frutales.
En el presente soy yo en medio del pasillo gigante de una fábrica cuadrada donde por suerte nadie está circulando. Soy yo y la cara deformada por el llanto que mis manos secan furiosas mientras camino de regreso a mi puesto de trabajo.
Suena de fondo Julieta Venegas y lo único que puedo escuchar es el estribillo que se repite deforme "di-me-si... quisieras sangrar conmigo ooo, oooooohhh, cuéntame si quisieras sangrar conmigooo".
Quisieras. Sangrar. Conmigo.
Sangrar. Sangrar. Sangrar conmigo.

Ojos claros al cielo, apagados para siempre.

Morir sangrando, morir matando.

lunes, mayo 10, 2010

Aguante



Podría decirles que estoy en un buen momento, pero sabemos que la vida es buenos momentos hilvanados. Los malos son el hilo que sustenta la trama. Lo que nos queda es la belleza, la felicidad, la pureza, el alivio. La borra tira y se remueve en el fondo, no se los voy a negar. Si somos sabios (o aspiramos a serlo) es imposible ignorar la trama o soslayarla, hacerla a un lado o ningunearla. Creo que deberíamos concentrarnos en la pura felicidad, el destilado esencial de la vida, que es lo que nos saca a flote cuando pesan los pies y el alma.
Podría decirles que estoy escribiendo, que tengo entre las manos un tesoro y en el alma una ansiedad de esas que me explota cuando el corazón llegó al rojo total.
Podría contarles que tengo una puta salud de hierro pese a los achaques, que no me agito al caminar o al correr, que siento la luz en cada poro del cuerpo y que no me interesan las comparaciones pasado-presente-futuro, ni siquiera me comparo a mí misma con otras bestias que andan por allí germinando todavía, y que tanto me inspiran. Me limito a disfrutarme. Me asombro de mí misma, gozo de lo que tengo.
Podría decirles que no paro de leer ni de tocar la guitarra. Que cada hora de mi vida es música o letras y que mientras más revuelvo más sale. Memorias del pasado, palabras que había relegado a fuerza de no usarlas, arpegios y acordes.

Si pudiera decirles todo esto, llegaría tarde con las noticias.
Es que la felicidad no vende. Inspira este post sonso, promesa de alguno que, algún día, volverá a valer la pena. Todo lo demás espero cuaje en frutos que valgan la pena.
Sepan que si pudiese tenerlos a todos acá ahora la megarave de Zion sería un poroto (además de una pedorrísima escena en una película zafable).

Y eso nomás.
Aguante.

Citas de la semana:

La felicidad está en el queso
Calíope - Estatua de Sal


Si una persona tiene los deberes de cualquier ciudadano, por ejemplo pagar impuestos o respetar la ley, pero no tiene los derechos, por ejemplo, casarse con quien quiera, pues esa persona se convierte en un ciudadano de segunda. Y en un estado de derecho, no debería haber ciudadanos de segunda.

Fodor Lobson - The Happiest Corpse

domingo, mayo 02, 2010

Cosas que (me) importan

Importa el futuro de los nietos porque nosotros ya fuimos, dice mi mamá. Importa el futuro, estemos o no. Alguna vez quise ser abono y lo sostengo; toda nuestra utilidad práctica como individuos animados termina allí, donde comenzó. Polvo al polvo.
Importa la huella que germina. Importan la muerte y los cambios fundacionales. Importa el amor de esos pocos, cercanos, íntimos. Importa el presente inmediato.
Importa comer, beber, dormir. Importa brindarle algo a alguien, chiquito o grande. Importa el presente por acción (no por omisión).
Importan la convicción y la conciencia, la humildad y la capacidad de amar, de perdonar. Importan la salud física y espiritual. Importa el impulso creador.

Importa lo que hacés ahora, en el presente continuo que se estira para los demás.
Lo que importa, lo que verdaderamente importa, es vivir y dejar vivir. Es contribuir a la vida y al balance. Importa servir para algo. ¿Te acordás de las máximas del silencio? Me gusta pensar que algo aprendí a fuerza de meditarlas.

Aquellas lágrimas, aquel amor, aquel error, esa caricia furtiva, tu trauma más profundo, los miedos que te inhabilitan, toda esa destrucción, el rencor y el veneno ajeno puesto en la sangre son agua que corre en el río de la vida.

Lo pasado, pasó.
Lo presente, pasará.
Lo pasado, pasó.


Cita de la semana:

"La felicidad fundada en la desgracia ajena es engañosa y voluble; dura lo que tarda la retribución en alcanzarte. Pensá dos veces antes de alegrarte de las desdichas de otros."

martes, abril 20, 2010

The end is the beginning is the end.

Lo bueno del data entry es que en días como hoy podés escuchar de un tirón las tres horas que toma la lectura de un fallo, el debate del mismo, etcétera. Lo malo es que te podés agarrar calambres de bronca previendo las barbaridades que se van a decir antes, durante, después de la lectura de ese fallo.
Los desaforaditos de siempre, los que se compraron todas las leyendas urbanas sobre que la coima que pidió Uruguay era más chica y que por eso, sólo por eso la pastera no se instaló de nuestro lado (como si no hubiéramos ido a activar contra la pastera si eso sucedía), sobre que los gualeguaychenses somos todos una manga de piqueteros gorilas y fascistas; esos que no sólo no se molestaron en escuchar jamás la otra campana sino que en su putísima vida se interesaron por cuestiones ambientales (pero que a la hora de hablar del derecho constitucional a circular por las rutas se para del mismo lado que usualmente critica) no tardaron en inflamarme la paciencia.
Me tomé la tarde libre y escuché buena música, escribí un poco, dejé este post para el final del día, sabiendo que ahora me importa un poco menos la imbecilidad ajena y que jamás hay que dejar de pensar en todo lo que sale como lo esperamos, o como no queremos que salga. Da igual. Mejor no parar de pensar. Pero pensar con la cabeza fría ayuda mucho.
Parte de mi sabático de martes incluyó una visita a otra gualeguaychuense. Mate, facturas, conversación de la linda, de la frívola y de la seria. Me gusta tener perspectivas distintas que sean, para variar, tolerantes y discutibles. Que no incluyan la automática descalificación de otros. y que impliquen información real, no mitos. Me gusta darme cuenta que hace tiempo dejé de ser "la sacadita" y que de a poco voy deshaciéndome de los sacaditos de mi entorno cercano y/o lejano. Necesito la paz que me negaron y me niegan los intolerantes de la vida misma, TN o 678, Palermo o Riquelme, Pando o D'Elía. Siempre busqué entender, no me arrepiento de ser diplomática. Pero hay cuestiones que son a todo o nada.
Lo demás es puro ruido.
En síntesis, pese a todo mi respeto por la actividad desarrollada por los asambleístas y el pueblo de Gualeguaychú, acompañándolos en acciones cuando me es posible, y en pensamientos siempre, soy consciente de que el fallo del tribunal de La Haya abre un nuevo episodio en el affaire Botnia/Pasteras-por-venir; se hace imprescindible una acción civil colectiva que suspenda los cortes (ineficaces desde hace un tiempo y contraproducentes en tanto alejan la protesta del interés público) y que se dedique, de ahora en más, a fogonear a ambos gobiernos para que juntos implementen una fiscalización activa y conjunta de este tipo de empresas. No importa que el daño sea a futuro o que se hable de una contaminación "no comprobable" o "potencial". ¿Por qué, si son tan inocuas, vienen las industrias sucias del hemisferio superdesarrollado a instalarse aquí, en un país pequeño del culo del mundo? Un país que en menos de un lustro ni siquiera tendrá dónde o cómo generar la materia prima de que estas industrias se nutren. ¿Son imbéciles los gobiernos? ¿Son inamovibles "las cosas como son", el status quo que nos condena a aguantar en función de la inversión prometida, pan para hoy y hambre para mañana?
Y nosotros, los argentinos, ¿recién descubrimos que el agua moja? Sí, sabíamos del Riachuelo, de Papel Prensa, de La Alumbrera. ¿Tuvieron que volverse pesados, repetitivos y molestos los ciudadanos de Gualeguaychú para que el tema pasara a la agenda y se saliera del Susanitismo?
"No es para tanto, otros están peor."
Yo pienso en los que ya están peor, cada día de mi vida. Vi brotar a los nuevos pobres cuando en mi casa había poco para comer y nos tambaleábamos en una línea incierta. Vi la desidia de mis gobiernos regionales abandonar al primer río que conocí. Esto no me impide, también, pensar en los que van a estar peor. ¿Saben qué? El "te lo dije" a futuro no me sirve, no me llena, no me cierra. No quiero tener razón sobre las ruinas.
Sencillamente quiero una salida. La exijo.
Es tiempo de reunirse a conversar, de dejar de gritarnos y de chicanearnos y de darnos las cabezas unos contra otros como animales. Es tiempo de acción.
Lo demás es puro ruido.


miércoles, abril 07, 2010

Homecoming


Cae la lluvia mansa. Estamos a mil y pico de kilómetros de ese lugar que llamamos hogar. Todavía no pasó una semana desde esta foto y siento que parte de mí se quedó allá (como en Merlo el año pasado, como en los paisajes y momentos por venir). Cae el agua de la ducha sobre el cuerpo que me pide pará, que me pide un respiro por favor, que me manda señales punzantes (un ojo que duele, la garganta que pica, los pies cansados). El pajarraco en mi cabeza martilla frases urgentes: la dieta, nena, la dieta de una vez, no podés seguir así. Correr, saltar, nadar, bailar. Urgente, todo es para ayer o para ya. Y yo sigo cadente. En cámara lenta, una máquina de emociones amontonadas y de recuerdos frescos que pasaron hace un rato, ayer.
Ahora, otro abril. Vuelve mi aliado, el frío. Quiero caminar a la Rural con el viento pinchándome la cara, ida y vuelta. Quiero pasteles de carne agridulces y el locro del 25 de mayo con mis hermanos. Estoy en casa, porque estoy conmigo misma. Estoy con él, sola-acompañada.
La dieta, nena. El médico. El gimnasio. Los pendientes, los pendientes de hace mil años para cuándo. Sonrío. Estoy borracha, loca de alegría. Miro fotos ajenas y me alegro de las caras de felicidad que, a diferencia de la mía, no cambiaron casi nada. Miro bebés que ya crecieron, lazos cortados. Miro el mar y la ruta y las montañas. Miro el campo. Toco la piel de los que ya no están, piso la casa de mis abuelos, cerrada para mí desde hace quince años o más.
Abrazo la guitarra y rasgo las cuerdas. ¡Esta explosión de notas en el pecho!... Me mata. Abro la boca para cantar; yo tenía una voz linda. Ahora es una voz hermosa. ¿Cuándo nació esta voz? ¿En qué momento volvieron la música, las palabras? ¿En serio sueno así?
No. No quiero tenerlo todo junto. Cuerpo, me vas a tener que aguantar un poco más. Apenitas, hasta que de tanto repartirme quede, por fin, entera.


miércoles, marzo 31, 2010

Nada que enseñar. Todo por aprender.

Lo que me dejó la celebración simbólica de mis primeros treinta años se parece a lo que me viene dejando desde hace mucho, mucho tiempo la Vida misma.

Primero que nada: no hay fechas. Nos gusta creer que tienen significado, atesorarlas. Algunas le dan sentido a momentos de nuestras vidas, para bien o para mal. Pero las fechas son engañosas. Se diluyen en la memoria, como los recuerdos; se desdibujan y pierden fuerza a medida que rompemos la telaraña de vínculos que nos unen al pasado. Al final, apenas queda esa raíz gruesa y algunos filamentos selectos. Un compilado somero y útil de experiencias, momentos, gente.
Claro que la memoria no funciona de la misma manera en todos los momentos de la vida, en cada situación puntual... y ni hablemos del transcurso del tiempo, que lima y pule asperezas pero también acrecienta los "cucos".
Al final, uno siempre se queda solo. Fue bueno darme cuenta siendo aún muy chica, y es bueno recordármelo cada tanto. Nadie comete tantos errores como aquel que vive en función del qué dirán, de la expectativa ajena. Se puede ser inmensamente generoso en la propia soledad. Sólo el que sabe explorarse es capaz de compartirse.
Aprendí, antes de todo esto, que se puede ser coherente con uno mismo independientemente de los tiempos ajenos. Mi ritmo es personal, privado. Llegaré. ¿Cuándo, cuándo? Cuando deba llegar. No antes. Ni tarde.

Sigo aprendiendo. Por ejemplo, a equilibrarme y equilibrar un poquito lo que me rodea. A devolver cachetazos con besos, y puñaladas con buenos deseos. Ya no me dura nada la sensación de veneno en la sangre. (Hoy tuve una larga charla con la compañerita de trabajo, una de esas charlas en las que me vuelvo un Hulk cebado y gritón; a los cinco minutos, mi corazón estaba tan tranquilo como esta mañana al despertar).

Eso, también eso: aprendí a despertarme feliz cada día, aunque haya dolor o enfermedad. Y a luchar por que esa sensación perdure. Elijo con más cuidado, tengo la vida que quiero y construyo el futuro sin otra incertidumbre que la inevitable: ¿cuándo moriremos?.

Entendí que no tengo ninguna gracia y me amigué con mi lado más jocoso. Por razones que se me escapan, aprendí a desarrollar la capacidad de rodearme de gente mejor que yo. Y a ser aceptada, incluso amada por muchas de ellas. Me conformo con que me acepten como decidí ser: yo misma, colgada, irritable, sociópata y cariñosa, "aparato" y ser humano todo-en-uno. Ya no hago el esfuerzo de caer bien. El que venga buscando eso, llegó quince años tarde.

Fueron unos cuantos años de divagues y meandros en el trayecto, de escaladas imposibles y decepciones olvidables, pero el camino siempre estuvo allí. Y me llevó directo a la persona adecuada, esa con la que puedo estar sola en la mejor de las compañías. Me trajo a un lugar que no podía amar, pero al que me es imposible odiar. Me enseñó que siempre se puede empezar de nuevo y que a veces, el que creíamos el mejor Yo es en realidad el Enemigo mirándote con tu propia cara.

Aprendí a quererme. Aprendí a gustarme. Qué ironía: justo ahora, en pleno declive hormonal. En plena debacle física. Sin saber qué mierda va a pasar mañana con esta máquina infernal de pasarla bien que es mi cuerpo-alma. Con la frustración de no vivir (aún) en contacto a tiempo completo con la naturaleza; lejos de la tentación del fetiche libresco-artístico. Tal vez estoy logrando conciliar todo esto en una mélange que cristalizará cuando sea el momento, y por eso me doy mis tiempos, como puse más arriba. No soy un éxito, un trofeo, una persona-objeto. No quiero serlo. Quiero ser feliz. ¡Más!. Por eso estoy acá.

En fin, lo he pasado bárbaro estos treinta años.
Pienso seguir haciéndolo. Así que pónganse cómodos, porque la fiesta sigue.

lunes, marzo 01, 2010

Asquerosa alegría

El acto de escribir en tanto catarsis se me antoja a veces tan lejano a la felicidad que experimento en estos días que podría escudarme en esa excusa para justificar mis ausencias. Sin embargo, sigo escribiendo (aquí, allá, en privado, bajo otras identidades) y aprendo, de paso, a dejar ir el restito de energía malsana que me dejó el año pasado con actividades que, de a poco, se van ganando mi tiempo libre.

Entre tanto: viajes, planes de viajes, de futuro inmediato, decisiones que jamás imaginé tomar (siquiera plantearme) y nuevas actividades en el horizonte. Todas orientadas a mi perezosa creatividad, que se va despabilando de a cuotas. Amaso proyectos en silencio, no sea cosa que a fuerza de ventilarlos los mate antes de tiempo. Los atesoro, les doy forma, les pido paciencia, les hablo. La música inunda mis días. Ya queda poco del silencio y la modorra del verano; funciono en piloto automático (o casi) seis horas al día, el resto es pura euforia, apenas puedo creer que todavía consiga dormirme temprano con todas estas ideas en mi cabeza.

Ah, y encima viene Quidam.

Escuchen mis gritos de alegría en la noche. La noche, con sus murciélagos, sus grillos y su rumor de urbe dormida, aúlla conmigo.

lunes, febrero 15, 2010

Feliz sólo cuando llueve

El videíto de estos días (¡fuck inserción deshabilitada!)

Ya cociné, lavé, dejé cosas para hacer mañana cuando llegue del trabajo, ya fui al gimnasio y me saturé de alegría el cuerpo, ya comí duraznos en almíbar sin almíbar, ya pensé la lista de las compras para mañana y para más adelante, ya decidí la cena del martes y del miércoles, ya grité de felicidad por la lluvia, ya me bañé con agua tibia y me mimé un poco con aceites el cuerpo medio baqueteado de tanta exigencia. Ya me limé las uñas, ya empecé dos nuevas lecturas, ya llegué al objetivo en el trabajo y lo superé (feliz primer mes para mí...), ya estoy pensando en mis treinti, ya estoy organizando mi vida para volver a ver a mis amigos relegados, ya me despedí de una persona muy querida que se va (aunque no la voy a sentir lejos, nunca más), ya re-estrené el skype, ya soporté algunas cosas que me dan alergia con una sonrisa, ya perdoné, ya me olvidé, ya tapé los libros para que no se mojen por tener la ventana abierta, ya escuché las voces de May y Finis, ya me estremecí por hijos ajenos, ya me embronqué y me deshice de la bronca, ya le gané a la fiebre y a los mocos, ya empezó otra semana loca en Cassender Heighs....

Lo único que no puedo hacer... por ahora, es bailar a los saltos. Vivimos en una caja de zapatos, por Eru! Prontito, prontito, pronto.

Pero igual bailo. A mi manera. Entre risas y caricias. Entre voces queridas. Bailo y canto y revivo con la lluvia.