viernes, enero 11, 2008

Fragmentos

Me temo en estos días extraños.

En momentos donde el cuerpo se abandona al mandato de las hormonas, de la sensación térmica o la chinche cotidiana, soy capaz de absolutamente cualquier cosa. Cualquier cosa. De gritar lo que estoy pensando en lugar de murmurarlo, de cantar a voz en cuello, de pelearme con los transeúntes, los choferes particulares y públicos, de devolver una pelota reventándola con el pie, de largar una carcajada y perder del todo la pátina de invisibilidad que me rodea. Mis dedos revuelven ligeros las góndolas de Corrientes, con un tap-tap-tap-tap nervioso de libros sobre libros sobre libros. Apreto los dientes y me llevo a la gente puesta. Simplemente me es inevitable. Es el verano. Detesto el verano. El noventa por ciento de los días, al menos.

Pero hoy hacía un fresco casi otoñal y el cielo azul era pura simpatía cósmica. Terminaba la semana (una semana odiosa, tortuosa); iba al encuentro de una ventana abierta a una calle sin ruidos (bendito fin de semana! váyanse, váyanse todos... lejos, déjenme la ciudad por dos días) y a un interludio de puro placer ocioso. El aire olía gris azulado por primera vez en meses.

Atravesaba una plaza silenciosa, luego otra. Crucé en rojo; ahí fue donde caí en la cuenta de que faltaban los autos. En medio de la segunda plaza, desaceleré a mínimo; una paloma bajaba aleteando, sin prisa. Casi en cámara lenta. La imagen se congeló del todo y de pronto recordé otra plaza

...cuatro años antes,
May caminando con decisión, las manos llenas de maíz
segura sobre sus 60 centímetros de altura
rodeada de palomas que le picaban los cordones de las zapatillas, las manos abiertas
sus labios relajados en una sonrisa quieta, entreabierta, mientras una bandada de palomas la cubre de los pies a la cabeza.

Viéndola, viéndome en esa misma plaza, fue como si el tiempo se hubiera deshecho en muchos fragmentos. El tiempo, que a fuerza de fragmentarse y recomponerse en mi memoria, me hace oír la música que no ha sido escrita y los sueños aún no soñados, retoma su ritmo más o menos dos metros más allá del semáforo de Tribunales.

Quedan los ojos de May revoloteando en el aire de la tarde.
Y me doy cuenta que la extraño. Extraño sus ojos que saben mirar sin miedo a todas las criaturas de la Tierra. Porque en eso se parece a mí, y sólo nosotras podemos comprendernos.

En estos días extraños (ahora me doy cuenta), quizá ella sería una de las dos personas en el mundo capaces de serenarme.


9 comentarios:

Estrella dijo...

Cuando me encuentro con textos así no sé qué comentario dejar: "muy bueno", "lindo", "me encantó". Todo lo que se me ocurre me parece poco.
Sepa que e gustó mucho, que me sentí identificada en algunas sensaciones, que lo leí dos veces.
Y que siempre paso, aunque no deje comentario.
Saludos!

YHVH dijo...

eeeh pero, pero, tribunales!?
uy que masa, estas recerca!
por donde vivis?

Signaturio dijo...

Hay que valorar los buenos recuerdos. Hacerlos presente. Revivirlos. Saborearlos. Concederles suma importancia. Quien no saca provecho de un grato recuerdo no merece vivir un gran momento.

La gente quiere tener hijos, yo prefiero tener sobrinos. Y prometo "malcriarlos".

Algún día, quizás no tan lejano, escucharás a tu lado, justo en el anaquel de los clásicos, el sonido de los libros manipulados por las manos más ligeras de corrientes. Y cuando tu mirada me descubra te ofreceré sin pudor la espalda. Me retiraré sin pronunciar palabras. Pero eso sí, sólo te dejaré parte de la duda. A la otra parte me la llevaré yo.

Hasta pronto.

gerund dijo...

Yo iba a poner algo más relacionado con el post, pero llegando al final, leo "Y me doy cuenta que la extraño", y recuerdo esto...

:P

besits

Nene Tonto dijo...

Siempre hay buenos recuerdooos, dice Coiffeur. Pero qué lindo que escribe usted! y esa sensación de complicidad del final. Relajante es pararse a mirar libros (aunque sea unos minutitos) y tener un par de personas preciosas que funcionen de sedantes.

Estoy en tu ciudad natal! Mañana me voy a Concordia a ver el castillo ruinoso y embrujado de Saint Exupéry. Ay, ojalá usted anduviera por acá!.
Abrazo
P.

Vontrier dijo...

Aunque, quizás a usted, querida mía, no le parezca, éste post está lleno de cosas positivas. Veamos:

1- Somos un montón los que odiamos el verano.
2- Bajó un poco la temperatura.
3- Hay menos gente/autos/transito/transeuntes.
4-Hay plazas casi vacías.
5-Hay recuerdos que fragmentan el tiempo.
6-Hay ojos que miran sin miedo y hay más de un par.
7-Hay, al menos, dos que la pueden serenar.

Siga extraña, querida.
Qué más quiere.

Abrazo.
V.

Cassandra Cross dijo...

Estrella: Oh! muchas gracias. De verdad. Glup :-$

YHVH: Por ahí, justamente :-) (no esperarás que de paso ande publicando mi dirección! jajajaja!)

Signaturio: De estos momentos vivo. Cuando la cosa se pone sombría, tenerlos presentes siempre es bueno. Qué intriga... ahora deberé despedirle con un "gracias por pasar" y "Hasta pronto".

Gé: Gracias por hacer que me diera cuenta DE que soy una burra cuando escribo con unas copas de más :-)
(Bienvuelta!!!)

Nene: Te odio!!! Finalmente te fuiste sin avisar! jeje. Que lo disfrutes. Y a ver cuándo, cuándo, cuándo, cuándo... tomamos esos mates.

V: No puedo querer nada más. Pero una siempre quiere más, y así se va la vida, entre conformismos y anhelos que la tironean a una.
La felicidad nace de todas las cosas, y sentirme extraña no es necesariamente malo para mí (aunque sí suele ser recomendable no andar tanto tiempo sola por ahí :-) )

Gracias a todos por pasar.

YHVH dijo...

bueh... pero ni siquiera un mail. un algo...
re mala ondaaaa!!!

Cassandra Cross dijo...

Si, claro :-P

(no, mentira :D)