Todos los días tengo al menos una o dos ideas rondando mi cabeza que tratan de materializarse en palabras.
Todos los días. Como hace tiempo no me pasaba esto de tener la compulsión de escribir (las planillas excel, las obligaciones diarias, los repentinos y repetidos olvidos del cuaderno de apuntes por el cambio constante de mochila / bolso desplazan fácilmente mi atención) empiezo a asustarme de las palabras que se me amontonan en la cabeza y que no paran de hablarme al oído.
Cada vez que intento capturarlas algo está distrayendo mi atención. Seguramente cuestiones importantes que hacen a mi supervivencia diaria. Siempre hay algo por delante de esas palabras. Cuando vuelven a ellas mis sentidos se tornan esquivas, inasibles. Ya se fueron, hartas de mi momentáneo desprecio y posiblemente tan impacientes como yo misma.
Últimamente tuve la "genial" idea de matar un poco esas palabras con música. Contraviniendo mi propia aversión a llevar auriculares en la calle, ahora los uso casi todo el tiempo como un paliativo del bochinche ambiente. Pero su finalidad termina corrompida: no puedo, nunca pude, tapar las palabras con música.
Las palabras se apoderan de cada pista de audio, volviéndola background para su juego de escondidas.
Cuando no las estoy escuchando del todo, pasan a un discreto segundo plano y reaparecen en las noches, a través de sueños que me dejan pensativa y que a la luz de la mañana se disipan como la niebla del invierno con el primer rayo de sol.
Se acerca mi estación preferida y voy en camino a las mañanas verdeazuladas que tanto extraño en esta época del año. Junto a los libros que difícilmente lea entre caminatas, mateadas y reuniones familiares en el césped del patio a la tarde, viajará el cuaderno azul donde alguna vez quise escribir lo que sentía mientras caminaba por aquellas calles y éstas... y tantas otras cosas que a diario me marcan la piel con un nuevo "pendiente" en la lista.
Todos los días. Como hace tiempo no me pasaba esto de tener la compulsión de escribir (las planillas excel, las obligaciones diarias, los repentinos y repetidos olvidos del cuaderno de apuntes por el cambio constante de mochila / bolso desplazan fácilmente mi atención) empiezo a asustarme de las palabras que se me amontonan en la cabeza y que no paran de hablarme al oído.
Cada vez que intento capturarlas algo está distrayendo mi atención. Seguramente cuestiones importantes que hacen a mi supervivencia diaria. Siempre hay algo por delante de esas palabras. Cuando vuelven a ellas mis sentidos se tornan esquivas, inasibles. Ya se fueron, hartas de mi momentáneo desprecio y posiblemente tan impacientes como yo misma.
Últimamente tuve la "genial" idea de matar un poco esas palabras con música. Contraviniendo mi propia aversión a llevar auriculares en la calle, ahora los uso casi todo el tiempo como un paliativo del bochinche ambiente. Pero su finalidad termina corrompida: no puedo, nunca pude, tapar las palabras con música.
Las palabras se apoderan de cada pista de audio, volviéndola background para su juego de escondidas.
Cuando no las estoy escuchando del todo, pasan a un discreto segundo plano y reaparecen en las noches, a través de sueños que me dejan pensativa y que a la luz de la mañana se disipan como la niebla del invierno con el primer rayo de sol.
Se acerca mi estación preferida y voy en camino a las mañanas verdeazuladas que tanto extraño en esta época del año. Junto a los libros que difícilmente lea entre caminatas, mateadas y reuniones familiares en el césped del patio a la tarde, viajará el cuaderno azul donde alguna vez quise escribir lo que sentía mientras caminaba por aquellas calles y éstas... y tantas otras cosas que a diario me marcan la piel con un nuevo "pendiente" en la lista.
7 comentarios:
La pucha.
Y será como decís. Pero lo has dicho de una manera tan completa, redondita e íntima, que deberías tachar la expresión de todo eso en el "pendiente" de tu lista.
Y darle la oportunidad a los verbos en pasado a volver a conjugarse en presente.
Las palabras que no se escriben aparecen de forma irreverente. La compulsión les pertenece a ellas. A uno le corresponde hacer bailar los dedos en el teclado, c.cross, nada mas.
A mí me pasa algo parecido, pero como soy obsesivo compulsivo lo que se queda revoloteando de manera infernal son sílabas, letras, sonidos a repetición.
¿te fascina el otoño? ¿el rojo de los liquidambar y de los robles sedosos? ¿el amarillo de los alamos y fresnos? aun junto hojas coloridas en los otoños al caminar
Ana: Van queriendo. La paciencia de la araña, que le dicen...
Tomás: Trato, pero sigo garabateando más que nada en papel. El teclado me sirve como catarsis, la profundidad y la compulsión están en otra parte.
Sebastián: Lo que debe ser apagar ese barullo! Compadézcole sanamente.
Minombre: Y sí. Nací con el otoño, nada menos. Es mi estación.
Cuánta gente nueva en este pequeño espacio... Saludos a todos, y gracias por pasar.
Mi hija menor nacio el 22 de marzo, saludos afectuosos
Minombre: Felicitancias a usted entonces, por su hija! Déle mucha cuerda porque le va a salir inquieta, seguro.
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