martes, octubre 14, 2008

Finalmente, la lluvia...

...Me estaba olvidando cuándo fue la última vez que escuché el golpeteo de las gotas en el techo de mi habitación, los relámpagos como flashes, el ruido del trueno ahí nomás.

Ahora que miro bien, me doy cuenta que es muy raro que se formen frente a la casa aquellos surcos de agua que corrían paralelos al cordón y en dias de mucha lluvia llegaban a inundar la calle. Hace mucho que no llueve como antes. También es cierto que los sistemas de desagüe mejoraron y el agua escurre más; ni siquiera la casa es la que era, y el año pasado el fresno que adornaba la entrada también sucumbió a una mejor urbanización (bueno, al menos los fresnos de las otras casas siguen ahí, y algunas palomas en los zócalos también).

Llueve. Es un fin de semana gris, como los de antes, cuando me decían que hacía falta que llegara yo para que se largara a llover. Ya hacía casi dos años que no veía semejante colchón de nubes. Me fue inevitable pensar en el post anterior cuando salimos a la calle y vimos pasar las hojas dando bandazos entre los charcos.

En un minuto recordé las carreras de barcos de papel que seguíamos con la corriente hasta que doblaban la esquina y se perdían rumbo a los barrios más bajos, a una velocidad que ya no podíamos sostener con las piernas cortitas y las botas de goma. Cuántas veces mamá nos dejó bailar en esos charcos, calzados y descalzos, a veces completamente vestidos de fiesta, al regreso de un cumpleaños, con la única recomendación de que nos cuidáramos de los autos. En aquellos días, había todavía menos tránsito en mi cuadra que el que hay ahora (¿un auto, dos, cada diez minutos?) y si nos manteníamos cerca del cordón aprovechábamos mejor la corriente de agua, ya límpida, que bajaba desde las calles del centro.

Pocas cosas importan tanto como el goce cuando sos chico. Después llega el otoño de la vida y te quedás mirando por la ventana esos charcos donde antes saltabas.

Hay otros goces, como el de las madrugadas con las gotas cantando en el techo de zinc y los truenos que ya no asustan, y los pájaros del amanecer sacudiéndose la última humedad.

Eso no cambia, aunque hayamos crecido.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

(Este post iba a salir el sábado, pero me encapriché con ponerle una foto, o quizás un video de esa lluvia entrerriana y lo verde que se veían los árboles y el pasto... pero ninguna salió como quería. Suele pasar. A cambio les dejo una canción que me acompañó incidentalmente alguna de esas madrugadas)




12 comentarios:

Fender dijo...

Cuando pienso que esa canción fue escrita para despedir a un amigo, me agarra como una tristecita.

Después me acuerdo que el que canta es Zakk Wilde para Dimebag Darrel y no hago más que sonreír.

Me encantan los truenos.

El rincòn de mi niñez dijo...

Un post maravillososo
De verdad también me hizo recordar aquellas tardes donde detrás de la ventana observaba la lluvia caer, y llenar la calle de agua..Esperando ansiosa salir a chapotear,siempre descalza ...
"LLega el otoño de la vida y te quedás mirando por la ventana..."
Con ganas...con ganas de mas!!!

Estrella dijo...

Los recuerdos de la infancia son tu fuerte, cass, nos llevás de un plumazo hasta allá, así nomás...

Fodor Lobson dijo...

qué lindo salir a mojarse bajo la lluvia y a meterse en los charcos...

claro que después viene la pulmonía y la ropa llena de barro, pero quélindo mientras dura.

Rapote dijo...

Bueno, si sale a chapotear en los charcos volverá al verano de la vida.

Lo mas difícil es meter el primer pie en el agua estancada. Lo demás, viene solo.

Saludos,
Rapote

El Profe dijo...

¡Que frescura de post Cass! Sentí la lluvia y un millar de recuerdos, sensaciones y sentimientos.
¡Gracias Cass!

Elio Puntieri dijo...

Muy lindo. Muy melancólico. Supongo que todos tenemos recuerdos con la lluvia, de tiempos en que llovía y queríamos salir a mojarnos, a saltar sobre los charcos y a levantar la cabeza mirando el cielo.

Pucha, ¿seremos más adultos ahora?

Anónimo dijo...

Barquito de papel
sin nombre, sin patrón y sin bandera,
navegando sin timón
donde la corriente quiera.

Aventurero audaz,
jinete de papel cuadriculado
que mi mano sin pasado
montó a lomos de un canal

cuando el canal era el río,
cuando el estanque era el mar
y navegar era jugar con el viento.
Era una sonrisa a tiempo.

Cassandra Cross dijo...

Fender: Es por eso que nos llevamos bien. Porque nos gustan los truenos. Y las madrugadas apacibles...

Marisa: Encontraremos la manera de volver a chapotear. Uno nunca sabe en qué calles lo agarrará la lluvia, no??

Rapote: Me los imaginé a ustedes dos, con Joaco, por los charcos... y me agarró una ternuraza!! Gracias por tu visita!

Profe: ^^ el gusto ha sido mío.

Waitman: Sin duda. Pero quién nos quita lo bailado! (O lo chapoteado)

Nano: Es una de mis canciones preferidas, y una de mis compañeras de carreritas de barco solía pedírmela en la guitarra.
Creo que esta tarde llego a casa a tocarla, eh...

Gracias a todos por pasar. Ahora, a aguantar el calor!

Sunshine dijo...

Creo haber pasado alguna vez por este blog. Sin embargo hoy realmente lo descubro.
Las anécdotas de la infancia tienen algo especial. Cuando pasa el tiempo y nos empezamos a poner grandes es probable que las idealicemos (bah... creo eso porque yo lo hago...)

Me fascinó la imagen de la lluvia, el barquito de papel yéndose por la esquinita.
La verdad la felicito. Este post es genial.
Pasaré más seguido!
Saludos

malena dijo...

Ay que nostalgia me dieron estas líneas.
La lluvia durante la infancia, que lindo rasgo para destacar.

Cassandra Cross dijo...

Sunshine: Bienvenid@ de vuelta, entonces. Cuando quiera, eh!

malena: esas cosas no nos las quita nadie, es lo bueno de los recuerdos :-)