Estoy acodada tomando datos en un stand en la Feria. Es uno de los más grandes y notorios, y está ahí... bien a la entrada del Pabellón Ocre. Viene una pequeña comitiva. Me preocupo: es feriado, ya está suficientemente lleno de gente como para sumar caos al caos; quiero decir, el stand no es TAN grande (aunque dicen que el sábado estuvo Telerman y fue peor...). Detrás de la comitiva, un puñado de fotógrafos.
Alguien se separa del racimo de señores trajeados y señoritas delicadamente arregladas, se instala al lado mío sin mirarme, saca una laptop que deja sobre el mostrador. Lo miro ostensiblemente, logro que me devuelva una mirada rasante de arriba-abajo; saludo con un tímido "buenas tardes" y una sonrisa. Él (vaya a saber qué cargo ocupa en la importante multinacional), que lleva pantalones de vestir, camisa Lacoste y chaleco, no responde y clava la misma mirada hastiada, un poco irritada de quien tiene demasiadas preocupaciones como para saludar a una promotora más, en la pantalla.
Pienso en todos los robos que hubo en el stand desde que empezó la Feria, aunque muy pronto está claro que no me van a dar espacio a más reflexión. Una horda de visitantes me toma por asalto: quieren saber dónde queda el baño, cómo llegan al pabellón Blanco, qué es lo que sorteamos, por qué hay tantos fotógrafos, cuándo van a poder pasar a usar las computadoras. Me deshago por atender a todos mientras todo el staff va a posar para la foto, incluído el "ejecutivo" de chaleco y copetuda indiferencia.
De repente, un tipo con acento raro y hablando bajo me llama desde uno de los laterales. Le explico amablemente que la información que necesita la tienen mis compañeras, que espere a que se desocupen. Le hago gestos a una, que me mira como diciendo "no puedo salir de acá, están sacando la foto". Miro la laptop abandonada en el escritorio. El hombre que habla raro me tira de la manga. Le explico con un poco menos de amabilidad que no puedo ayudarlo. Flash. Los fotógrafos disparan una y otra vez sobre el cuadro de autosatisfechos ejecutivos, sonrientes promotoras, atildadas gerentas de marketing. Vuelvo al mostrador. Ya no hay laptop.
Claro, me digo. El tipo que hablaba raro, ese segundo que logró que me diera vuelta (como si supiera que no me simpatiza demasiado que me toquen).
El ejecutivo de chaleco vuelve al mostrador, encuentra el espacio vacío, modula "me robaron la laptop" una y otra vez en el mismo tono entre imperativo y asombrado. Cómo me va a pasar esto a mí, le escucho pensar, cómo puede pasar esto acá, en "nuestro" stand, con tanta gente "nuestra" dando vueltas.
Lo miro despotricar, agarrar el blackberry y hacer llamado tras llamado con la vista prendida de los carteles colgantes, de las luces del techo, del respaldo de las butacas. A mí no me mira ni una sola vez. Ni por un momento (ni antes, cuando tenía su laptop, ni ahora que la perdió, ni después, cuando se me acerque un cabo a tomarme la descripción del hombre que hablaba raro) he existido para él.
Cruzo las manos por encima del escritorio, respondiendo a las preguntas de una señora que quiere presentar un proyecto. Mientras vuelvo a mi propia normalidad ignorada, pienso...
1. Qué afortunados somos los proletarios a veces.
2. Es maravilloso ser palurdo en un ambiente de gente "bien".
3. Mi capacidad de asombro se desborda cuando me doy cuenta de que todavía existen personas capaces de sentir que sus pertenencias y standard de vida están a salvo en un galpón lleno de gente de todas las extracciones, un 90% de los cuales jamás podrían ganar en un año lo que costó esa laptop (ni hablar de la información que habría dentro...)
3. Mi capacidad de asombro se desborda cuando me doy cuenta de que todavía existen personas capaces de sentir que sus pertenencias y standard de vida están a salvo en un galpón lleno de gente de todas las extracciones, un 90% de los cuales jamás podrían ganar en un año lo que costó esa laptop (ni hablar de la información que habría dentro...)
8 comentarios:
Ahhh si si....es como yo digo, pavotes y cascotes hay en todas partes.
Interesante que, tras encontrarte pensando en la cantidad de robos que hubo, un horda de visitantes te haya tomado por asalto.
Cuantas más pertenencias, más preocupaciones. Jodido mundo.
je
pobre tipo
pero igual, je
(y no es maldad para con el señor, es que tu texto le sacó una sonrisa a maldita...)
por que esas ganas de despotricar contra la gente de traje?
por que!?
si esta buenisimo! y si encima le agregas sombrero!!!
lo mejor
que ganas che...
...cuanto postmodernismo!
Cuando le damos demasiado importancia a las cosas, estas nos poseen.
En mi vida terminé dejando tanta cosa en el camino, que descubrí que yo no soy esas cosas. Despojado, puedo ser libre de moverme sin demasiado problema.
Claro, hay que acostumbrarse a no tener alfombras persas, vajilla de porcelana china ni televisor de plasma.
Hasta los libros, una vez leídos, pertenecen a otros (a sus futuros lectores).
Lady: asi es...
Donnie: u got me!
Ge: Seguro le vino bien. Y yo tampoco pude evitar una sonrisa.
YHVH: welcomeback, y si no te gusta el despotrique mepa que no tenes que visitar Malasondas ;-) (aunque te lo recomiendo)
Fender: Con los libros no, eh?
(igual, ya regalé un par. Algunos, involuntariamente... claro. Y me dolieron, claro).
jajajajajajaa
yo también me hubiera reído de la situación....
pobre.
Maldito ladrón, ojalá
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