Si alguien vio Ally McBeal se van a acordar que la protagonista comenzaba cada día con una canción en su cabeza.
A medida que le pasaban cosas o se enfocaba en distintos pensamientos, la canción cambiaba... O veía (cual Roxie Hart) que sus compañeros, clientes y hasta los ocasionales desconocidos que la rodeaban, comenzaban a bailar al ritmo de su música interior.
Así me siento yo en momentos como este. Verano. Pasó un año devastador (sigo pagando las consecuencias), cada vez soporto menos el ruido y a la gente... Ergo, cada vez me interno más y más adentro mío.
Cuando no estoy escuchando música, en casa o la oficina, o el auto... la estoy pensando.
No puedo pensar en nada sin música de fondo.
Y lo bueno de todo esto es que estoy empezando a aprender de la música lo mismo que aprendí de los libros (y que espero aprender del cine): que nunca se sabe lo suficiente. Siempre estamos aprendiendo.
No hay nada más lindo que aprender, todo el tiempo.
Me quedaría a vivir aquí dentro, en esa dimensión que apenas yo, y algunos más, conocemos.
Invitaría a todo el mundo a vivir allí dentro, donde se puede ser mejor persona, y eventualmente aprender a vivir colectivamente muchísimo mejor. Solidariamente.
Que a través de mi mirada se vea la luz, y que el que escuche mis palabras o interprete mi sonrisa corra a refugiarse en ese lugar personal donde están su propia música, sus propias palabras.
Y que después salga a la calle, a contagiar al mundo.
(sí, sé que es demasiado idealista para el mundo en que vivimos, pero qué perdés con intentar???? Vos que podés, que tenés menos preocupaciones y más neuronas que unos cuantos...)