En estos días siento profunda nostalgia del mar, de viajar.
Tanta, que apenas soporto que nadie me cuente sus propios planes de viaje.
Tanta necesidad de alejarme que no puedo evitar llorar todos y cada uno de los días desde que empezó el año, porque me siento presa.
Con todo mi corazón me encuentro deseando tener la capacidad de aislarme y viajar con la mente, pero no me alcanza.
Ya sé. Seguro. Es super común tocar la arena, meterse al agua, respirar otro aire y todos lo han hecho alguna vez. Ya sé.
Pero yo valoré todas y cada una de las veces que pude hacerlo.
Estar "afuera", aún "dentro de mí" (traducción: En contacto con lo natural, aún introspectivamente) equivale a meses y meses de meditación y descanso.
Sentir el viento, el olor del mar, del césped. Tocar la tierra, estrujar la arena, caminar descalza aún sobre piedras, caracoles, espinas. Sentir el sol quemando piel, cabeza, ojos. Sentir la lluvia pincharte y empaparte; con frío o con calor. Nadar desnuda. LLegar al fondo, y mirar el cielo a través del agua. Hacer silencio total y sentir que el Universo canta.
Pronto. Muy pronto.
Dependo de eso para volver a armarme.