Alguna vez leí que ciertos artistas y escritores nacieron con una alteración cerebral que les hace asociar impresiones producidas por los diferentes sentidos, como si se tratase de una sola. Esta condición tiene un nombre: Sinestesia. Tal era el caso de V. Nabokov, que asociaba un color a la sonoridad de cada letra.
Un día me choqué con una nota en la revista Viva (la vieja) y descubrí que esto que me pasa con los olores tenía nombre. Y condición clínica, además.
Así como tengo una clasificación musical antojadiza para cada momento (o playlist), tengo una clasificación de olores por colores. Una experiencia muy vívida de la semana pasada me lo trajo a la cabeza con una precisión que había olvidado.
En la infancia, dijera mi amigo E, somos esponjas. Desde los 2 hasta los 5 o 6 años, aprehendemos casi absolutamente todas las herramientas que nos van a definir ya de mayores. Es por eso que es tan importante estimular a las criaturas en todos los sentidos posibles. El tacto, el gusto, el olfato, son tan importantes como el oído o la vista. Pero tendemos a subvalorizarlos.
En mi caso, mi percepción del mundo es absolutamente sensorial en los tres primeros niveles. La vista me ha servido para capturar la imagen que da forma al resto, como si fuera una fotografía; pero a la hora de la evocación, siempre pesa más el olfato, o el tacto.
Mi memoria emotiva está muy ligada a lo olfativo.
Entonces, hay olores verdes que definen campos, árboles y flores... Olores herbáceos, leñosos, con una nota ácida o tal vez cítrica. Olores tibios, con la temperatura de la primavera o del otoño. Hay olores cristalinos, frescos, evanescentes. El olor a lluvia, a agua que corre en un lecho de piedra.
Hay olores rojos: especiados, espabilantes, calientes. Como el olor y el sabor de las frutas rojas. Ese es el olor rojo. O el olor de la pizza, que también se me antoja rojo.
Olores oscuros, sombríos, maderosos. La sangre tiene un olor oscuro, sobre todo cuando recién está brotando. Luego se azula. También la tierra tiene un olor oscuro. Las piedras, las paredes. Los cementerios, las iglesias.
Olores azules, salinos, marinos, pero también levemente metálicos. Conozco pocas personas que huelan a algún matiz de azul.
Olores naranja: frutados, eufóricos, con el nivel exacto de acidez. Aceleran el corazón. Como el olor de los espinillos, que es entre verde y naranja.
Olores violeta: nocturnos, con la pesadez de los aceites esenciales, un regusto a rosas mordidas.
Olores amarillos... No empatizo mucho con ellos... son sumamente invasivos, y tienen una cualidad agresiva. Ciertos perfumes, como el Rumba de Balenciaga o el Paloma Picasso, son olores amarillos.
Y tantos, tantos matices más...
Lo complejo es cuando empiezo a sentirlos en los seres humanos, sus casas, las cosas que tocan: libros, cuadernos, ropa, muebles, autos.
No estoy lista para definir el color del olor del alma humana todavía. Pero no me canso de estudiar...
Un día me choqué con una nota en la revista Viva (la vieja) y descubrí que esto que me pasa con los olores tenía nombre. Y condición clínica, además.
Así como tengo una clasificación musical antojadiza para cada momento (o playlist), tengo una clasificación de olores por colores. Una experiencia muy vívida de la semana pasada me lo trajo a la cabeza con una precisión que había olvidado.
En la infancia, dijera mi amigo E, somos esponjas. Desde los 2 hasta los 5 o 6 años, aprehendemos casi absolutamente todas las herramientas que nos van a definir ya de mayores. Es por eso que es tan importante estimular a las criaturas en todos los sentidos posibles. El tacto, el gusto, el olfato, son tan importantes como el oído o la vista. Pero tendemos a subvalorizarlos.
En mi caso, mi percepción del mundo es absolutamente sensorial en los tres primeros niveles. La vista me ha servido para capturar la imagen que da forma al resto, como si fuera una fotografía; pero a la hora de la evocación, siempre pesa más el olfato, o el tacto.
Mi memoria emotiva está muy ligada a lo olfativo.
Entonces, hay olores verdes que definen campos, árboles y flores... Olores herbáceos, leñosos, con una nota ácida o tal vez cítrica. Olores tibios, con la temperatura de la primavera o del otoño. Hay olores cristalinos, frescos, evanescentes. El olor a lluvia, a agua que corre en un lecho de piedra.
Hay olores rojos: especiados, espabilantes, calientes. Como el olor y el sabor de las frutas rojas. Ese es el olor rojo. O el olor de la pizza, que también se me antoja rojo.
Olores oscuros, sombríos, maderosos. La sangre tiene un olor oscuro, sobre todo cuando recién está brotando. Luego se azula. También la tierra tiene un olor oscuro. Las piedras, las paredes. Los cementerios, las iglesias.
Olores azules, salinos, marinos, pero también levemente metálicos. Conozco pocas personas que huelan a algún matiz de azul.
Olores naranja: frutados, eufóricos, con el nivel exacto de acidez. Aceleran el corazón. Como el olor de los espinillos, que es entre verde y naranja.
Olores violeta: nocturnos, con la pesadez de los aceites esenciales, un regusto a rosas mordidas.
Olores amarillos... No empatizo mucho con ellos... son sumamente invasivos, y tienen una cualidad agresiva. Ciertos perfumes, como el Rumba de Balenciaga o el Paloma Picasso, son olores amarillos.
Y tantos, tantos matices más...
Lo complejo es cuando empiezo a sentirlos en los seres humanos, sus casas, las cosas que tocan: libros, cuadernos, ropa, muebles, autos.
No estoy lista para definir el color del olor del alma humana todavía. Pero no me canso de estudiar...
Recomendación de la semana, asociada a este post:
La película "Perfume: Historia de un asesino", que se estrena el 15 de febrero. No llegué a leer el libro, pero me lo bajé y estoy en plena faena.
Y la música... fascinante... De muestra:
Meeting Laura - Perfume (Original Soundtrack)
7 comentarios:
muy buen post!
yo siempre pensé que la memoria olfativa es la más poderosa, pero nunca hallé fundamentación teórica.
Tengo una relación muy particular con algunos sentidos: se me despegan de los otros, como si cada percepción necesitara su propio espacio o momento.
Pero entiendo perfectamente el uso de colores para agrupar olores.
Voto por los verdes, los azules y los marrones.
Yo agregaría el blanco.
El amarillo es un color que detesto totalmente, aún disociándolo de los olores que representa.
Hace que parezca que me gusta el rojo, aunque no.
Espinillos...
leí tu post y me acordé de "el perfume" y, claro, jeh, terminaba con eso. no te pierdas el libro. no sé qué habrán hecho con la peli, no sé si será buena o mala, pero definitivamente, el libro tiene algo meramente literario que debe ser leído. aun cuando la peli sea excelente, y transmita bien los olores, los va a transmitir. pero no es lo mismo que leerlos.
no se entendió nada, no?
besits
Ya lo leeremos!
hay gente que también le asocia colores a la música o algo así leí. esas enfermedades cerebrales...
Abrazo
Polito
Ya lo leeremos!
hay gente que también le asocia colores a la música o algo así leí. esas enfermedades cerebrales...
Abrazo
Polito
Estoy indignadísimo ¿cómo "enfermedades cerebrales"? Nene tonto, son condiciones cerebrales. Como la memoria fotográfica, el oído absoluto, la intuición, los déjà vu, la percepción extrasensorial, son talentos innatos con los que conviven unos pocos afortunados entre miles o cientos de miles.
De cualquier manera, son talentos que pueden desarrollarse. En la música es muy común relacionar los climas musicales con colores, porque las diferentes frecuencias que el tímpano percibe estimulan ciertas areas del cerebro y deprimen otras, incluyendo el centro visual del cerebro.
La sinestesia es la excitación o depresión de un centro de percepción del cerebro por un estímulo sensorial ajeno al propio.
Cuando era chico no me gustaba que la sopa tuviera gusto amarillo. Algunas canciones de Björk son verdes.
Pero el color depende de cada uno, no hay reglas generales, cada uno huele, escucha o habla el color que siente.
Quiero saber quién canta ese tema pero no tengo suerte, ya vi varias webs alemanas y nada. Maldición con las cantantes líricas que son anónimas.
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