El sábado fue tan extraño como puede serlo un día cualquiera con el conflicto a las puertas de casa.
Si lo primero que olés al asomarte es el humo de las gomas quemadas y sabés que viene en camino un cargamento precioso de seres queridos, en lo último que vas a pensar es en el fin de semana largo. Sí, un poco más, tal vez, en el día del padre y el feriado que Belgrano nos legó (y la conveniencia consumista, que no descansa pese a los paros, corrió de fecha).
Qué extraño resulta ver en la televisión lo que está sucediendo a apenas quince kilómetros de la misma puerta por la que entraron mis sobrinas, envueltas en toses y mocos. Vecinos contra vecinos, el mutismo incomprensible de quien debería dar respuestas. Forcejeos y pese a todo la voluntad de no estallar el puño contra el rostro del que ayer te cebaba un mate. Disculpas cruzadas de súplica, papeles de por medio; la Constitución, nada menos.
Más extraño aún: Un llamado, atendido por mi hermana; la voz de una mujer detrás de la característica desconocida.
- ¿Señora, estoy llamando a Gualeguaychú?
- Sí, pero ¿quién habla?
- Le estoy llamando desde Chaco. No me corte, por favor. Aquí estamos como ustedes, peor que ustedes, y tenemos los pueblos movilizados pero no nos escuchan. A nosotros nadie nos presta atención, pero ustedes pueden hacerse ver, tienen a todos los canales allá. Por favor, avísele a sus vecinos y que salgan todos a la ruta a defender a los suyos. Aprovechen a reclamar y que los oigan, por favor.
No estamos de acuerdo con los cortes (si bien hace una semana y pico que dejaron de frenar transporte, la gente sigue acampando ahí), pero qué podés hacer cuando vos, que tenés la panza llena y el corazón contento, ves por televisión que hay gente que creció en tu barrio saliendo a ponerle el cuerpo a una protesta sectorial sin más armas o escudos que los mates y las banderas. Es ir o ir, porque no te animás a dejar sola a tu vieja y a tu abuela y al vecino y a los ex compañeros de colegio frente a Gendarmería, porque éstos son todos gente "de acá" pero si mandan a gendarmes de otras provincias, quién sabe. Y si vamos a rodar, rodemos todos. Y si alguien grita, que el grito sea tan fuerte que se escuche en la Capital dormida donde recién se están dando cuenta que el desabastecimiento y la inflación la hicimos entre todos; por inacción, por desconciencia política, por comodidad, por no tener menos, por sobrevivir, por nada.
Llega la tarde. Volvemos a casa ateridos de frío esperando un mensaje del gobierno, pero nada ocurre hasta bastante tarde, que es cuando los ministros de imponentes bigotes se deciden a espetar más de lo mismo en una payasada que quiere ser conferencia de prensa y termina dejando gusto a nada, como siempre, como hace días.
¿Dónde está ella, dónde está? Si no está en Calafate, ni en Olivos, ni en la Plaza, ¿dónde está, por qué no habla? ¿Cuál es el resultado de la sumatoria de tres poderes ausentes, más un terrateniente patagónico atravesando la plaza antioligárquica, recibiendo sólo vítores y aplausos de aquellos que tan furiosamente reclaman menos pobreza? ¿Apoyo soberano, o anhelo de pertenencia? ¿Ser fieles adictos nos garantizará la jubilación, el pan para nuestros hijos, nietos, sobrinos? ¿Nos garantizará no terminar en anarquía, o en la calle indiferentes a todo, excluídos para siempre? ¿A quién defiendo? ¿A este anónimo o a aquél, a este garca o a este otro? ¿Vale decir que estoy cansada?
Extraño, extraño sábado. May no duerme en casa, Fini tose y llora, llena de mocos. Suspiramos. Cenamos restos del mediodía. Todavía no lo sabemos, pero no hay agua en toda la ciudad (nos enteraremos el domingo Día del Padre, cuando se nos antoje pasar por el baño y el tanque se haya agotado). La mitad de la familia no duerme bien hace varios días y aparentemente no hay ansiolíticos ni tés antigripales que reviertan el cuadro.
La nena está molesta, quiere dormir y no puede. Vamos al auto, salgamos un poco a despejarnos este día extraño.
Vamos, munidos de una mamadera y un par de CD's que no llegamos ni a mirar; alguien dejó un CD de Sui Generis en el reproductor.
- ¿No es de ustedes?
Si lo primero que olés al asomarte es el humo de las gomas quemadas y sabés que viene en camino un cargamento precioso de seres queridos, en lo último que vas a pensar es en el fin de semana largo. Sí, un poco más, tal vez, en el día del padre y el feriado que Belgrano nos legó (y la conveniencia consumista, que no descansa pese a los paros, corrió de fecha).
Qué extraño resulta ver en la televisión lo que está sucediendo a apenas quince kilómetros de la misma puerta por la que entraron mis sobrinas, envueltas en toses y mocos. Vecinos contra vecinos, el mutismo incomprensible de quien debería dar respuestas. Forcejeos y pese a todo la voluntad de no estallar el puño contra el rostro del que ayer te cebaba un mate. Disculpas cruzadas de súplica, papeles de por medio; la Constitución, nada menos.
Más extraño aún: Un llamado, atendido por mi hermana; la voz de una mujer detrás de la característica desconocida.
- ¿Señora, estoy llamando a Gualeguaychú?
- Sí, pero ¿quién habla?
- Le estoy llamando desde Chaco. No me corte, por favor. Aquí estamos como ustedes, peor que ustedes, y tenemos los pueblos movilizados pero no nos escuchan. A nosotros nadie nos presta atención, pero ustedes pueden hacerse ver, tienen a todos los canales allá. Por favor, avísele a sus vecinos y que salgan todos a la ruta a defender a los suyos. Aprovechen a reclamar y que los oigan, por favor.
No estamos de acuerdo con los cortes (si bien hace una semana y pico que dejaron de frenar transporte, la gente sigue acampando ahí), pero qué podés hacer cuando vos, que tenés la panza llena y el corazón contento, ves por televisión que hay gente que creció en tu barrio saliendo a ponerle el cuerpo a una protesta sectorial sin más armas o escudos que los mates y las banderas. Es ir o ir, porque no te animás a dejar sola a tu vieja y a tu abuela y al vecino y a los ex compañeros de colegio frente a Gendarmería, porque éstos son todos gente "de acá" pero si mandan a gendarmes de otras provincias, quién sabe. Y si vamos a rodar, rodemos todos. Y si alguien grita, que el grito sea tan fuerte que se escuche en la Capital dormida donde recién se están dando cuenta que el desabastecimiento y la inflación la hicimos entre todos; por inacción, por desconciencia política, por comodidad, por no tener menos, por sobrevivir, por nada.
Llega la tarde. Volvemos a casa ateridos de frío esperando un mensaje del gobierno, pero nada ocurre hasta bastante tarde, que es cuando los ministros de imponentes bigotes se deciden a espetar más de lo mismo en una payasada que quiere ser conferencia de prensa y termina dejando gusto a nada, como siempre, como hace días.
¿Dónde está ella, dónde está? Si no está en Calafate, ni en Olivos, ni en la Plaza, ¿dónde está, por qué no habla? ¿Cuál es el resultado de la sumatoria de tres poderes ausentes, más un terrateniente patagónico atravesando la plaza antioligárquica, recibiendo sólo vítores y aplausos de aquellos que tan furiosamente reclaman menos pobreza? ¿Apoyo soberano, o anhelo de pertenencia? ¿Ser fieles adictos nos garantizará la jubilación, el pan para nuestros hijos, nietos, sobrinos? ¿Nos garantizará no terminar en anarquía, o en la calle indiferentes a todo, excluídos para siempre? ¿A quién defiendo? ¿A este anónimo o a aquél, a este garca o a este otro? ¿Vale decir que estoy cansada?
Extraño, extraño sábado. May no duerme en casa, Fini tose y llora, llena de mocos. Suspiramos. Cenamos restos del mediodía. Todavía no lo sabemos, pero no hay agua en toda la ciudad (nos enteraremos el domingo Día del Padre, cuando se nos antoje pasar por el baño y el tanque se haya agotado). La mitad de la familia no duerme bien hace varios días y aparentemente no hay ansiolíticos ni tés antigripales que reviertan el cuadro.
La nena está molesta, quiere dormir y no puede. Vamos al auto, salgamos un poco a despejarnos este día extraño.
Vamos, munidos de una mamadera y un par de CD's que no llegamos ni a mirar; alguien dejó un CD de Sui Generis en el reproductor.
- ¿No es de ustedes?
- No, creíamos que era de ustedes. Se lo habrá olvidado alguien.
Empieza el paseo rumbo a la Costanera desierta, bajamos al parque mudo e inmóvil, suspendido en un aire quieto de invierno como si fuera un bosque submarino, iluminado cenitalmente. Cantamos. Los cuatro. Los dos que vivieron los '70, la treintañera en ciernes; hasta la bebé de un año y medio, tararea a tropezones "Aprendizaje", agarrada a su mamadera.
Qué extraño es esto, justo hoy, con este frío y estos trastornos, silenciosos de a ratos y de a ratos cantando, pensando siempre, cada vez menos angustiados y más esperanzados "porque estamos juntos, pese a todo". Las preocupaciones quedarán para mañana.
Pasan los minutos. Fini cabecea y cae en el regazo de la abuela. A regañadientes se deja aupar hasta el sillón del living, junto a la estufa. Abro el garage para que entre el auto, suena "El tuerto y los ciegos". Nos miramos, sonreímos.
Él me hace una caricia que es mimo y dedicatoria. Los dos pensamos en la charla que tuvimos por la tarde sobre Charly y las profecías autocumplidas.
(El día termina en medio de esquivadas furiosas de zapping a los noticieros y una última mirada a los libros. Afuera, caminan y se ríen los chicos que van a bolichear. Y apenas es un sábado más).
Empieza el paseo rumbo a la Costanera desierta, bajamos al parque mudo e inmóvil, suspendido en un aire quieto de invierno como si fuera un bosque submarino, iluminado cenitalmente. Cantamos. Los cuatro. Los dos que vivieron los '70, la treintañera en ciernes; hasta la bebé de un año y medio, tararea a tropezones "Aprendizaje", agarrada a su mamadera.
Qué extraño es esto, justo hoy, con este frío y estos trastornos, silenciosos de a ratos y de a ratos cantando, pensando siempre, cada vez menos angustiados y más esperanzados "porque estamos juntos, pese a todo". Las preocupaciones quedarán para mañana.
Pasan los minutos. Fini cabecea y cae en el regazo de la abuela. A regañadientes se deja aupar hasta el sillón del living, junto a la estufa. Abro el garage para que entre el auto, suena "El tuerto y los ciegos". Nos miramos, sonreímos.
Él me hace una caricia que es mimo y dedicatoria. Los dos pensamos en la charla que tuvimos por la tarde sobre Charly y las profecías autocumplidas.
(El día termina en medio de esquivadas furiosas de zapping a los noticieros y una última mirada a los libros. Afuera, caminan y se ríen los chicos que van a bolichear. Y apenas es un sábado más).
8 comentarios:
Recién ahora me entero de que vivís allá. Pensé que estábamos mucho más cerca.
Sebastián: No, no vivo allá desde hace diez años... pero siempre estoy volviendo. A mis viejos no hay quien los mueva de allá, y la fecha ameritaba una visita. El resto es anécdota :-)
Muchas gracias por pasar.
¿Gracias por pasar? Pero si yo también siempre estoy volviendo... a este blog.
Yo tenía (pero no sé de dónde la saqué) la idea de que eras platense.
Nos leemos...
Que alegria Cassandra saber que hay alguien del interior que tampoco aguanto mas y tuvo que escribir sobre esto.
Me sentia un poco raro, por publicar algo de este asunto pero ahora que paso por acá me siento un poco mejor, como en compañia de pensamiento.
Gracias.
PD: Te linkee en mi blog.
Me gusta mucho lo que leo por acá cada vez que paso.
Sebas: Ahhh! es que viví cinco años en La Plata. Después me vine a BsAs. Muy honrada con su visita :-)
Pablo: Me encantó lo que escribiste. Acá lo vas a ver, compartido. Y retribuyo la atención. Saludazos!
se me llenaron los ojos de lagrimas.
duele tanto escuchar y ver la protesta sin banderas ni armas de los que menos tienen. a ellos les duele la panza del hambre, el cuerpo del trabajo, la vida por lo que no pueden darle a sus hijos.
y por otro lado escuchas a gente que habla de estrategias de acuerdo a conveniencias.
y en el medio uno.
Cuando la angustia es profunda inquieta el adentro y el afuera, y es contagiosa. Y eso, como ya te dije una vez, es bueno. Sobre todo cuando no basta con uno para hacer algo al respecto.
Saludos
María: ... Y en el medio, uno. Qué cierto. Y a veces duele muchísimo, aunque no se vea.
Gracias por pasar, bienvenida.
Manuelita: Tantas veces lo decís mejor que yo, y con menos palabras... Gracias :-)
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