jueves, diciembre 18, 2008

Visión de Navidad

Ya no me hace falta cerrar los ojos para volver a ver aquellas navidades, las que fueron. Esta ciudad de la que a veces reniego me dio esa capacidad.
Antes cerraba los ojos.
Ahora puedo estar escribiendo esto y viendo en la memoria, alterada o ficticia (a esta altura da igual), las cosas como yo las veía en esos años.

Soy una vez más una nena desgarbada y alta que no sabe dónde poner las manos y que ronda la cocina esperando ligar un sandwichito, espantada repetidamente por una madre muy laboriosa. "No me podés ayudar, mi amor, sos muy lenta".
Y es cierto, las manos de mamá Kuki vuelan, mis dedos todavía no encontraron la agilidad necesaria para cerrar una empanada en menos de cinco minutos.
Estoy vestida de organza, con medias cancán y una mediacola de caballo tirante que siempre remata en un pirincho parado, aunque el pelo haya crecido y tienda a buscar la vertical con su textura escobosa. Camino a golpecitos de guillermina por las líneas de granito viejo del suelo, que rezuma humedad, y tarareo seguramente algún villancico. Cuando me ven así, "ida", mis hermanos, primos y vecinos piensan que tengo cara de idiota. Algo así, supongo. Uso anteojos y ortodoncia y mi boca acorazonada casi siempre está entreabierta. No puedo pensar con la boca cerrada, por si los pensamientos tienen que abrirse paso de golpe. Entonces, canto.

Atravieso en diagonal la habitación (que algún día será living) y voy a sentarme un rato junto al pesebre. La ventana que da a la calle está abierta, un poco desgonzada por la humedad. Pasan pocos autos y ya se escuchan algunos petardos. Casi no queda sol. Enchufo las luces del arbolito y me quedo mirándolas sin parpadear, hasta que se calientan un poco y se apagan. A partir de allí, se encienden y apagan a razón de cuatro veces por minuto.

Tengo algunos arañazos en las manos y mordeduras junto a las uñas, de tanto sacarme los padrastros. Me arden los hombros por culpa del primer sol del verano. En apenas semanas voy a estar usando desodorante axilar y corpiño, porque me falta menos de un mes para "hacerme señorita". En ese momento no lo sé, pero lo presiento porque mis pechos han crecido y empiezan a doler. Tengo una congoja en el alma que no sé de dónde viene. Busco la soledad, cada vez más.

Mirando las luces, el pesebre y mi falda de princesa, siento que el Espíritu de la Navidad se va derramando en mi corazón. Es como un almíbar tibio en el medio del pecho, que reconforta y despeja todas las angustias. Canturreo un poco más fuerte, pero no tanto como para que me escuchen. Pienso en todo lo que tengo en ese momento y que me gusta tanto:

Mis padres
Mis hermanos
Mis abuelos
Mis primos
El colegio
Mis libros
La música (y mi guitarra redescubierta)
La bicicleta de carreras heredada
Los fines de semana en la casita del río
Mis mascotas adoptivas
Pesca con lombrices
Lechón frío y sandwichitos
Un par de patines
El diario intimo recién estrenado

La sensación dulce y tibia se expande con cada recuerdo y alienta pensamientos relacionados con el futuro.
En ese futuro no hay abuelos muertos ni primos distanciados por mezquinas diferencias familiares. Los tíos Raúl y Edgardo ni siquiera se han casado. Una hermana que no conozco está a unos días de distancia de llamar a nuestra puerta. Mi futuro se extiende apenas un pcoo más allá de este verano y el próximo año escolar. Se mide en circunstancias felices y unas pocas zozobras que mamá sabrá curar, algunos miedos que papá podrá despejar.
De a ratos suena el timbre y sé que son las señoras B y M, buscando la ropa y los juguetes que mi mamá separó para ellos. Se escuchan los saludos efusivos de Tiatá y Maruca que llegan. Como la mesa ya está puesta, me demoro un poco más junto al pesebre y le rezo al Niño que brilla en la penumbra.

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Si tuviera que hacer una comparación a vuelo de pájaro entre la niña que era y la persona que soy hoy, tendria que admitir unas cuantas decepciones personales.

En aquellos días estaba convencida de la inmutabilidad de los afectos. Ni se me pasaba por la cabeza que quizás llegaría un momento en que las personas que compartian mi dia a dia podían llegar a faltarme.
No creia posible el distanciamiento de mis amigos del barrio y del colegio, aunque es cierto que nunca tuve amigos tan íntimos...
Admiraba a mis referentes adultos.
Estaba muy apegada a mi propia visión de la religión católica, e incluso era un poco mística.
Tenía una enorme fe en mí misma y optimismo respecto del futuro.
Escribía todos los días.
Cumplía todas mis promesas.
Cultivaba cada relación nueva.
Expresaba mi afecto y mis emociones sin dudar.
Terminaba la mayor parte de lo que empezaba.
Creía en la existencia de la magia en todas las cosas.


Hoy me doy cuenta que no existen afectos inmutables. Cambiar es tan inevitable como morirse. Si no cambio yo, cambiará el otro.
Me distancié prácticamente de todas mis amistades de la infancia, de una manera geográfica o afectiva.
La bajada a tierra de mis referentes adultos fue rápida, dolorosa y decepcionante.
No creo en nada. Sólo soy una curiosa de las religiones.
Con la envidia ajena y la competitividad dañina, llegaron la inseguridad y los abandonos preventivos (¿Para qué presentarme en esto si me van a pasar por arriba?)
No escribo más que cuando tengo el imperativo de hacerlo. A veces pasan semanas de sequía.
Ya no hago promesas, no puedo lidiar con el reproche si no puedo cumplir.
He abandonado a todos los amigos que dejaron de hablarme o escribirme. Y a algunos otros también: por lejania, por cansancio, por pereza. O porque nunca fuimos nada más que aves de paso mutuas.
El temor al rechazo frena casi todos los impulsos cariñosos que suelo tener.
Dejo sin terminar la mayor parte de lo que empiezo.
Creo que el mundo está demasiado enfermo como para que la magia dé abasto.


Sin embargo, hoy también me movilizan muchas otras cosas.
La experiencia trajo nuevas ganas de creer, más apertura mental y sobre todo una constante necesidad de aprender de todo lo que me pasa. Tengo mucho que agradecer. Muchísimo.
Y tengo que aprender que el tener muchos "perdón" atragantados en el pecho no va a hacer que quienes se sintieron defraudados, decepcionados, heridos o resentidos con mis acciones, me perdonen algún día. Que el daño o la omisión se reparan con actos de corazón y no con miles de disculpas.

¿Mis deseos? Pocos y buenos, como los amigos... Uno solo para mí sola: una nueva oportunidad.
Los deseo, como siempre, en armonía con todas las cosas y seres del Universo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi es el verano el que me hace acordar a la época en la que caminábamos por el barrio riendonos de todo y tratando de evitar las cuadras en las que seguro ligabas alguna bombita de agua. No había responsabilidades, angustias, trabajo, problemas económicos....tenía poco y no me faltaba nada! que increíble....

este post es para reflexionar..
si tuviera blog, hoy escribiría largo y tendido, seguro.

gracias Cass!!!!

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=JtSweDmPCGw

Estrella dijo...

Cass, leo tu increíble texto y yo también vuelvo a mi infancia: en algo nos parecemos, en lo altas y desgarbadas, en la necesidad de estar solas, en las expectativas puestas en el devenir.

Yo no sé mucho de vos, sólo lo que leo acá. Lo que sí sé es que tendrías que escribir más y más.

Este es uno de tus mejores post.
Beso.

Cassandra Cross dijo...

Chicas, les agradezco a las dos por sus palabras. Estas cosas largas y atravesadas muchas veces me superan y no sé cómo hacen para leerlas hasta el final. Yo no lo haría!

Rub: Qué ganas de una buena guerra de bombuchas... mon dieu!

Estrella: Te juro que trato de escribir más. Pero a la vez estoy en un frenesí de lecturas que me da vuelta la cabeza. Supongo que trato de disfrutar todo en la medida que se va dando, pero habrá un momento en el que no pueda evitarlo y termine encerrándome, desapareciendo del mundo (virtual, al menos) para dedicarme a lo que llevo pendiente hace meses y meses.

Buen fin de semana!

El Profe dijo...

La verdad es inevitable las remembranzas en épocas festivas y en momemntos cualquiera, la vida pasa con nosotros a través de cambios y recorridos intrincados... lo importante es que hoy somos, hemos llegado aquí por una razón, lo importante es buscar esa razón... Mis deseos para ustedes, prosperidad, alegría, amistad y muchisíma felicidad... lo merecen, son grandiosos :)
¡un abrazote!

Manuelita dijo...

Una vez mas, el merecido elogio: sigue asombrándome tu virtud para
contar, sin esfuerzo, delicadamente (sí, esa es la palabra).
Podrían ser las primeras líneas del primer capitulo de esos libros que jamás olvido, y que atesoro en mis recuerdos.
Besos muchos

Vill Gates dijo...

La Navidad, como bien decís vos, ha ido mutando y, en algunos casos las cosas han perdido su sentido pero en otros lo han profundizado. La mayoría de las cosas cambian, si.
Lo que no ha cambiado y sigue igual desde que tengo memoria de las navidades, es el aroma de los jazmines que mi madre tenía cerca del arbolito.
Hoy, cada vez que veo o mejor dicho huelo jazmines, indefectiblemente me acuerdo de la Navidad y ahí todo se dispara.

Un beso Cass, espero que F. esté bien (abrazo para él).

Cassandra Cross dijo...

Profe: Gracias por los buenos deseos, aprovechamos a hacerle llegar a usted y su flia, lo mejor para estos años por venir. Gran abrazo.

Manuelita: El asombro es mutuo. Muchas veces tus recuerdos conectan con algunas de mis vivencias de una forma difícil de explicar! Así que en todo caso es una retribución justa. Que tengas paz y bienestar en estas fechas (y en adelante) junto a los tuyos.

Vill: Qué gustazo volver a verlo! Todo bien ya, por suerte. Los jazmines navideños!! Eso es algo que realmente nunca cambia. El jazmín del país en flor!

Gracias a todos por pasar.