Alguna vez dije que no me gusta reconocer en mí algunas muletillas que deploro en otras personas.
En los últimos meses, descubrí que a fuerza de convivir con May y Finis se me pegó una de las peores: hablar del sobrinaje. Supongo que es algo que cualquier persona mínimamente emotiva es incapaz de evitar: para las madres directamente es una obligación. A mí se me sale a borbotones en los momentos más inoportunos, esa baba pegajosa de tía exclusivista, posesiva, que se muere por hablar de las cosas que hacen las gordis como si fueran maravillas, absolutas maravillas.
Sé que no son más que otros pequeños proyectos de seres humanos. Pero son tan maravillosas como cualquier otro proyecto de ser humano. Son un milagro.
Lo que me provocan es milagroso.
Podría contar mil cosas sobre la manera en que jugamos, las charlas que tenemos, la forma en que Finis estira una manito para apoyarla en mi antebrazo (siempre en el mismo lugar, siempre de la misma manera) cuando quiere dormir, o la sensibilidad infinita de May que la hace tan permeable a personas y ambientes (como yo cuando era chica).
Pero no voy a decir nada.
Las quiero tanto que intento no dejar rastro de ellas en ninguna parte, como hago con prácticamente todos mis seres más queridos. Ni una foto identificable en Internet, ni un dato sobre el lugar donde viven o sus actividades diarias.
Las quiero tanto, que necesitaba escribir esto... Nomás porque ya van como cinco meses que las cuido casi a diario. Porque hoy se cumple una semana desde la última vez que las abracé, y no veo la hora de volver a tenerlas cerca.
Y con ellas a todos esos seres queridos que extraño, que me muero por abrazar y que los vientos de la vida me quitaron por algún motivo.
Hay días en que estoy hipersensible, como hoy. Escribo para no gritar, y persiguiendo abrazos invisibles, termino abrazada a estas palabras.
Es inevitable.
Cuando el amor desborda, es inevitable.
Las quiero tanto, que necesitaba escribir esto... Nomás porque ya van como cinco meses que las cuido casi a diario. Porque hoy se cumple una semana desde la última vez que las abracé, y no veo la hora de volver a tenerlas cerca.
Y con ellas a todos esos seres queridos que extraño, que me muero por abrazar y que los vientos de la vida me quitaron por algún motivo.
Hay días en que estoy hipersensible, como hoy. Escribo para no gritar, y persiguiendo abrazos invisibles, termino abrazada a estas palabras.
Es inevitable.
Cuando el amor desborda, es inevitable.
5 comentarios:
No seré yo quien le diga que no aburren las anécdotas de travesuras poco salerosas, muy por debajo de los standards de un Huck Finn o de un Daniel el Terrible; ni que la chochera parental traducida en fotos por millones del renacuajo (no jodamos, los bebés son renacuajos) es una tradición que comparto con ímpetu y ansiedad.
No, esas cosas son una tortura para los pobres espectadores forzados (salvo, claro que sí, cuando ellos a su vez aprovechan la afrenta para embocarle 44.231 "momentos hilarantes" de su propio sapito, tan soporíferos como escuchar "Guerra y Paz" leído en idioma binario) y condena al que las impone al Purgatorio de los Imbancables, del que quizá nunca sea redimido.
Pero, siempre hay un pero, ¿quién le quita lo bailao? Si uno ama a alguien, se vuelve estúpido y ñoño por definición para el resto del planeta, ¿no?.
Sea feliz, entonces, con sus sobrinas ¡Y DÉJENOS EN PAZ!
Y...es una buena técnica escribir acá porque a veces uno no puede evitar decir lo maravilloso que le parece no sé, una simple mirada o una palabrita pronunciada graciosamente.
Besote. ;)
El contacto con los propios hijos ( o sobrinos, en este caso) nos hace más tolerante hacia la boludez materno/parterna de los demás.
Ande con cuidado...mire si se tienta?
Nada más lindo, placentero, reconfortante, amable, gratuito y reconfortante que los chicos, sean hijos, sobrinos o lo que fuera.
Fender, no me ponga a hablar de "sus" renacuajos... :-)
Tibu: Ni siquiera diciéndomelas a mí misma en voz alta puedo reproducir el efecto de cada momento invaluable. Después crecen y te dan otros momentos, otras impresiones. Para mí, presenciar ese crecimiento es de por sí un milagro y no hay palabra que le haga justicia, lo de aquí fue apenas un intento de desbloquear el taponón que tengo en el pecho y que a veces me enloquece un poco.
Mona: No hay peligro :-) Pero lo de la tolerancia es bastante cierto. Las madres como usted y Tibu rulean absolutamente.
Estrella: ... si se sabe entrar en ese mundo que rara vez comparten, es más que reconfortante. Para mí es magia pura.
Gracias por pasar!
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