sábado, julio 18, 2009

Sueño con muertos / Sobre la memoria

Hace tres días que me despierto boca abajo, posición en la que jamás duermo porque me da pesadillas.

Hace tres días que sueño con muertos. Con películas de muertos, con muertos queridos, con situaciones de muerte, con la oscuridad de edificios derruídos donde ya no vive nadie.

A diferencia de otros sueños recurrentes, mis sueños de muerte siempre se dan seriados. Duran entre dos días y una semana entera. Algunos me angustian mucho. Otros me dejan impotente.

El de anoche me hizo llorar como hacía mucho que no me pasaba. Soñé con mi abuelo paterno, ese que es leyenda en la familia por su mal genio y que tuvo hacia mí sólo palabras y gestos de cariño. Al que conocí menos, y al que llegué a querer todo lo que su reserva y secotez de tano conservador me lo permitieron. Justo al que dicen que me parezco más: igual de grande, igual de gringa, mandíbula cuadrada, los mismos ojos.

Hoy cumpliría años mi otro abuelo. Al que llegué a conocer más, al que quise todo lo que mi propia reserva de chica rara y tímida me lo permitió. Al papá de mi papá lo perdí muy temprano, por esas cosas que tienen los conflictos familiares y porque no vivió más allá de mis doce años. Al papá de mi mamá lo disfruté todo lo que pude, por la mayor proximidad afectiva y geográfica y porque fue el primer adulto con el que pude hablar de muchos intereses en común: la música, el arte, las lecturas, la televisión.

A mi abuelo paterno no recuerdo haber llegado a decirle que lo quería. Al materno se lo dije muchas veces, y aún así tenía deudas pendientes con él cuando murió. Las deudas que no se saldan antes de que la persona querida se vaya son las más dolorosas. Con los dos las tuve y siento que voy a llevármelas conmigo impagas, no importa cuántas palabras les dedique o cuánto me esfuerce por cumplirles.

Anoche, entonces, soñé con un abuelo y hoy me desperté pensando en los dos. Abrazada a los dos, como si volviera a tener doce o veinticinco años, como si supiera que la pérdida es absoluta y para siempre porque pese a que ya no los tengo, sigo sintiéndolos. Algo en mí los recuerda como eran, con su olor característico y su entorno, el tono de su voz, sus huesos y sus manchas en la piel. Todo.

Y para terminar esta cadena de casualidades, hace quince años (mi abuelo materno cumplía sesentaypico) volaban la AMIA.
Hace diez años, el 18 de julio de 1999, escribía esto en uno de mis cuadernos:

¿Qué pasaba en mi mundo hace 5 años?
Yo tenía 14,
granos en la cara,
usaba anteojos y acababan de sacarme la ortodoncia.
Hace cinco años era lunes,
yo tenía el pelo más oscuro
y la cara más redonda.
Parecía altísima y me sentía un poco gordita.
En Radio Colonia, la única estación de radio que pasaba el aparato de "La Llanura", escuchamos la noticia del desastre y el relato de los pormenores me acompañó toda la semana.
En ese entonces, todavía estaban en casa V..., V... y la P...
Nosotros (papá, mamá y los gurises) pasábamos nuestras primeras "vacaciones de 5" en mucho tiempo.
Hacía mucho frío y la casa era inmensa, con una chimenea hogar que calentaba toda la noche.
Yo me peleaba con mis hermanos y empezaba a congraciarme con mis padres, en plena rebeldía adolescente.
No creía en el amor, sólo en las escenas de besos y de intriga en mis romances inventados, escritos.
(¿Quién va a necesitar amor cuando "lo sabe todo" sobre él?)
Menem preparaba la reelección y Cavallo era ministro de economía (aunque esto no me interesaba en lo más mínimo).
Simultáneamente yo escribía la continuación de mi primera novela, e iba gestando a las protagonistas de otra.
Hace cinco años estaba nublado como hoy,
yo estaba en 2º de secundaria y todavía no me había chocado con la miseria humana,
ninguna amiga me había desilusionado, ningún chico llamaba realmente mi atención (ni yo la de ellos)
Sin embargo, en ese mismo momento un chico del Pío XII organizaba sin saberlo nuestro encuentro, mi primer amor.
Hace cinco años exactos, no soñaba siquiera que pudiera existir alguien así.
Y casi quinientos kilómetros al sur, un adolescente dolorido y callado comenzaba sus vacaciones de invierno pensando "en agosto será mejor",
y se dormía soñando con motores y carreras.
El tampoco pensaba que cinco años después nuestros caminos se cruzarían.
Hace cinco años se rompía la cáscara y nacía una nueva yo,
más callada, más espontánea, más fuerte y menos niña.

Nucna más volví a tener miedo.


(la hoja que señala esa página en el cuaderno, un Rivadavia amarillo de tapas duras, es la noticia de un suicidio que salió publicada en un diario de Gualeguaychú el 29 de marzo de 1999, copiada por mí a mano).

Cerrando:
Mi recomendación para dentro de dos semanas es que, si pueden, vean la película "Anita" de Marcos Carnevale (el mismo de "Elsa y Fred"), que también toca el tema de la AMIA y de los afectos y está muy pero muy bien hecha. Aprovechen los espacios INCAA, que son más económicos que los multisalas si no quieren gastar mucho.
Les dejo el trailer. Buen fin de semana para todos... y ante todo, memoria.


1 comentario:

Mona Loca dijo...

Cassie, pásese por el blog uqe le he dejado algo.
besos!