lunes, enero 22, 2007

Cuando suena el río...

Hace un tiempo ya, la gente de mi pueblo se levantó un poco mosqueada de que la pisotearan tanto. Hicieron escuchar su voz en un reclamo que pretendieron llevar a todo el país. Desde mi pequeño lugar, y por el amor que le tengo a esa tierra que me dio algunos de mis mejores años, participé difundiendo y generando discusiones sobre ese conflicto.

Tomé conciencia de muchas cosas. Primero que nada, de que Argentina como país no existe. No hay conciencia nacional, no hay solidaridad entre provincias, no existe esa pavada del federalismo tal como la quieren inculcar los politiqueros. La causa por las papeleras, con suerte, la trajimos a Buenos Aires. Pero, ¿cómo involucrar en ella a gente del noroeste, a gente de la Patagonia? Todos con sus propias causas, que muchísimas veces elegimos ignorar.

¿Cómo pedir lo que nunca dimos?

Aunque nunca es tarde, y todo nos termina dejando una enseñanza. Aprender. Esa es la clave. Una de las patas de mi blog y de mi vida diaria. Aprender.

De todos modos lo que más duele es esa gente que teniendo la posibilidad de aprender, abrir la cabeza, entender un poco, elige cerrarse. Era fácil aprobar los cortes de rutas mientras hubiera alternativas de salida al Uruguay, ahora... si les tocamos la terminal del Buquebús somos unos piqueteros de mierda. Todos se quedaban muy panchos en sus casas del Tigre y el Delta, hasta que se sugirió el traslado de una planta a un lugar "estratégico" que los incluía. Ah, cómo cambia la cosa, entonces...

Pobre mi Gualeguaychú... tan lejos de la Argentina profunda, y tan cerca de Buenos Aires.

Y una nota marginal a todo esto. Ayer, el diario Perfil dedicó un generoso espacio a profundizar (relativamente... aunque es bien cierto que no hay otro medio que trate el tema como lo hacen ellos) sobre cómo está afectando el tema a los habitantes de Gualeguaychú a nivel social, económico, familiar.

Incluye, en un momento, análisis de una psicopedagoga sobre dibujos realizados por niños de entre 5 y 9 años... en los cuales la especialista se asombra y se preocupa de la conciencia que tienen estas criaturas sobre la muerte, o cómo la asocian a la situación que están viviendo.

Cualquiera que haya vivido en Gualeguaychú el tiempo suficiente conoce algo de la idiosincrasia local. Gualeguaychú es, básicamente, una ciudad pequeña, con alma de pueblo. No existen seis grados de separación entre los vecinos... sino que prácticamente se conocen todos entre sí.

Es una ciudad de poetas, de gente amable y pequeñoburguesa, de laburantes y de "personajes" también. Una ciudad en la que es muy fácil quedar estigmatizado de por vida por cualquier pavada. Un pueblo donde el morbo es cosa de todos los días, como en casi cualquier ciudad con alma de pueblo chico.

En ciudades así, donde el río es calmo en la superficie y arrastra todo en corrientes subterráneas, los chicos crecemos de otra manera. No es fácil soslayar la melancolía que sobrevuela las calles en otoño e invierno, cuando la atención del turismo está puesta en otros puntos. La conciencia de muerte es tan palpable como en cualquier otro lugar, y si se da más temprano es sólo porque los chicos están más alertas, y menos "distraídos" que en las grandes ciudades, donde hay más cosas para hacer, o bien donde el poder adquisitivo de los padres va más allá de un televisor con video casetera o DVD player.

No sé, qué se yo. Lo digo desde mi lugar de desangelada antes de tiempo. Siempre tuve mucha conciencia de la conciencia global de mi ciudad. Tan individualistas a veces, y tirando agua para su molino en las pequeñas mezquindades cotidianas. Pero tan solidarios y aguerridos cuando la situación lo requiere. Tan "no-te-metas" cuando la cosa se ponía espesa con el vecino, y tan propensos a interesarse cuando la cuestión rozaba un morbo insano.

Valga de ejemplo la anécdota de los múltiples suicidios que tenemos año a año, y de cómo se vuelven tema de conversación en una sobremesa, sin importar si hay criaturas escuchando.

Papeleras o no, me llena de un confuso orgullo el hecho de que esa gente a la que considero mi gente haya sostenido su forma de ser en el tiempo. Que las criaturas sigan teniendo básicamente las mismas taras de conciencia que tuve yo en su momento, o muchos de mis compañeritos de sala, no deja de ser un dato sumamente revelador. No hace falta ser sicopedagoga para darse cuenta de cómo nos está afectando a futuro este conflicto.

El tema es... ¿Se darán cuenta los gobiernos?

O peor. ¿Les importará, en algún punto?

5 comentarios:

YHVH dijo...
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YHVH dijo...

voy a comentar sobre el anterior post
pueden pasar 3 cosas:
-que explotes y te vuelvas loca
-que germines y te vuelvas flor
-que pase el tiempo y te termines apagando(esta es la peor y la mas comun de las 3 opciones)

sobre este post:
yo soy una rata de ciudad... tengo todo lo que una rata de ciudad tiene encima(pulgas y suciedad) y de verdad que siento mucha envidia(de la sana...) por esos bellos cuentos que trae la gente de el interior y por esa sana envidia es que tengo mucho respeto y cariño...no tengo patriotismo pero si tengo conciencia poca...pero la tengo
un abrazo

Fender dijo...

Todo esto es lamentable. Y lo expresas mejor que yo. Siento cuánto estamos perdiendo, por pobres, idiotas y mezquinos, día a día.

Donde vivo, las mineras se están llevando las montañas y sus acuíferos (el oro, que se lo pierdan ya sabés donde). En Tucumán, que es dónde quedan los residuos de esos acuíferos, quedará la contaminación y ahi la indiferencia es pavorosa, como la pobreza en la que viven los habitantes de esa provincia, quizá la mas rica de la Argentina.

Pido perdón por citarme a mi mismo, pero como le dije a Lucho en el post sobre Cromañon: "Cromañon es la muestra cabal de un pais que no sabe que se hunde, porqué se hunde ni quienes lo hunden.
Pero todos persisten en tomar agua haciéndole un agujerito, cada vez, al casco..."

Creo que aplica, maldición. Sí que aplica.

Y no jodan con los niños.

(Bueno, escribí tanto que va post en mi blog. Y ojalá todos pongamos un poquito de esta realidad, que vale la pena).

gerund dijo...

no estoy de acuerdo ni con las banderas ni con las fronteras. pero sí, de alguna manera, creo en los pueblos, o en las personas. y todo esto que está pasando es muy triste, desde todos los puntos de vista. aunque tengo que admitir que lo que vos escribiste me llegó más que nada de lo que leí hasta ahora.

es como todo lo que pasa en el mundo. leemos que la gente se muere de hambre en africa o por la guerra de irak, pero son números. nadie nos transmite esto, un día a día de un chico que va a la escuela o una ama de casa.

y nos pasa a todos, en todas partes. el mundo interior de cada uno es tan vasto y complejo, que difícil es pensar en los otros múltiples mundos que andan por ahí.

me voy a callar la boca, porque si sigo profundizando, me voy a poner triste, y voy a transmitir eso.

D. (de Damián) dijo...

Es triste ver como se abandonan las causas de a poco, como se estigmatiza a sus protagonistas, como se relativiza la causa fundamental. Pasa siempre. El periodismo sistemáticamente desgasta los hechos. La gente elige poner de lado. Siempre. Porque claro, está la nueva zanahoria. O porque me tocaron el bolsillo. O porque los que protestan son unos negros. O, como en este caso, porque me cagaron las vacaciones en punta.
Las causas perecen en la costumbre de las masas y en la tumba de los convencidos. Y por supuesto, enferman en la prisión del poder.
Es lamentable, pero los hechos indican que es así.
Tal vez algún día nos cansemos de acostumbrarnos. Tal vez la naturaleza humana no sea tan inamovible.