martes, octubre 10, 2006

Endorfinas

Aunque me lleno de granos y estornudo sin parar, o puteo por alguno que otro día excesivamente caluroso, es indudable que la primavera tiene sus encantos.

Me doy cuenta especialmente en las noches, que por estos meses son casi el único momento en el cual me siento cómoda. Entiéndase por "cómoda": Sin demasiado calor, sin estornudos, sin chocarme con tanta gente andando por la calle.

Está bueno esto del olor a paraísos en el barrio de Flores, el verdor de los árboles y las plazas (sobre todo plaza Irlanda que está hecha un sueño... lástima me queda tan lejos), el viento suave de cada noche alrededor de las nueve. Las mañanas bien temprano, cuando los pájaros nuevos chillan y me olvido por algunos minutos que estoy en Baires para imaginar que ya llegué a algún lugar más tranquilo.

Sobre todo está buena esta inyección de endorfinas en la sangre y en el ánimo que predispone tan bien a los mejores placeres de la vida, y dulcifica un poco a la gente. Hace falta amor... del lindo, del real. Hay que abrazarse más, quererse más... sí: son frases hechas pero encierran enormes verdades.

La única manera de vivir la estación en plenitud es tomando sus principios como propios. Aunque sea por las noches, trato de hacerlo. Está bueno. ¡Prueben! ¿Qué pueden perder?

2 comentarios:

donnie dijo...

Hay que abrazarse más, quererse más... ¿vos decís que funciona?

No sé, estos días volvieron a tomarme por la retaguardia, y con las defensas emocionales bajas.

Aunque las endorfinas se ponen como locas con un buen chocolate. Voy al quiosco y vuelvo.

Fender dijo...

Voto por la abolición de la primavera...
Doble otoño YA!