domingo, marzo 30, 2008

Autista

[Autismo. (Del gr. αὐτός, uno mismo, e -ismo).

1. m. Repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma.

2. m. Med. Síndrome infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente estable su entorno.

3. m. Med. En psiquiatría, síntoma esquizofrénico que consiste en referir a la propia persona todo cuanto acontece a su alrededor.

Más información aquí. Y aquí.]


Cuando Cass no era Cass sino una nena de tres o cuatro años, entró por la puerta chica al universo de la rareza, precedida por todos los prejuicios que corresponden a una familia notoria (no siempre por motivos felices) en una ciudad pequeña.

Mucho tiempo después, en almuerzos o reuniones familiares donde se rescatan infaliblemente las anécdotas de las criaturas que ya no son, mi mamá reconocería que durante un tiempo se planteó la posibilidad de que yo tuviera algún tipo de autismo. En ambas ramas de la familia ya existían incidentalmente un par de casos inexplicables, que se agudizaron en la generación siguiente a la mía con dos nacimientos. Pasada mi adolescencia, ya me habían asumido como un bicho raro. Jamás se me cruzó por la cabeza que pudiera tener algún tipo de perturbación psiquiátrica y nadie me hizo analizar por un especialista.

Una tarde del año 2000, derivando entre mesas de saldos de la ciudad de las diagonales, encontré un libro atractivo por su precio (2 pesos) y su título ("Aquí no hay nadie: La extraordinaria biografía de una niña autista"). Lo compré sin pensarlo, junto con la historia real de los devoradores de hombres de Tsavo... me duró dos días, entre apuntes de Comunicación y Cultura y talleres varios. Lo llené de anotaciones, subrayados a lápiz y símbolos marginales. Cuando Donna hablaba de "perderse en las manchas", de su indiferencia al dolor, de sus bruscos enclaustramientos, sonaba una alarma dentro de mí. A Donna, igual que a mí, sus padres la habían hecho analizar por episodios considerados erróneamente como sordera, y que obedecían en realidad a una excesiva concentración en determinada tarea (en mi caso, lecto-escritura y dibujo).

Retengo ese vicio en mis momentos de lectura. Cuando estoy leyendo, sea donde sea, siento que el libro me absorbe absolutamente: me pierdo en lo que estoy leyendo y nada más importa. Si fuera leyendo por la calle, no sería capaz de medir el entorno y posiblemente me atropellaría un auto o me robarían hasta los calzones. Esto no me pasa con la música, tal vez por la costumbre de escucharla todo el tiempo sin que interfiera con el entorno (más bien lo acompaña).

Con algunos añitos y alguna calle encima, estoy logrando sacarme de los hombros el saco de piedras de la opinión ajena. Irme de allá fue lo mejor que pude hacerle a mi psiquis. Irónicamente, los episodios de enclaustramiento y alguna que otra crisis neurótica me siguieron a todos lados, pero estoy aprendiendo a manejarlos cada vez mejor, como quien interviene en un sueño consciente.

(No, todavía no hago terapia. Me dijeron que para hacer terapia tengo que estar convencida, querer cooperar, creer que la terapia me va a ayudar. Y mientras más lo pienso, menos lista estoy para afrontar el paso, así que no jodan).

Analizándolo en perspectiva, encuentro que el autismo como enfermedad de múltiples síntomas es uno de mis temas recurrentes. Leo todo lo que cae en mis manos desde el secundario (antes de Donna, había conocido a Sally, en esta película que me encantó -con una gran banda sonora, nunca editada, de James Horner-) y miro todos los casos documentados de los que puedo enterarme. Algo me dice que esta enfermedad es un tema bastante complejo y que lo único que hacen aplicándolo a mansalva (para definir a la clase política argentina, al academicismo canónico y a ciertas personas -por no hablar de "clases"- con complejo de ombliguismo) es desvirtuarlo.

Y acá me voy a permitir desvirtuar yo, porque escuché y leí un par de cosas que me enfermaron mal. Muy mal.

Al pan, pan y al vino, Toro. Vivimos épocas alienadas, en un país alienado de gente bienpensante y malactuante, con la conciencia más sucia que mis pañuelos por estos días. Autistas, my ass. Lo que hay en este país en este momento, es mucha jeta pugnando por opinar y poca cabeza pensando, pocos oídos puestos a escuchar, pocos culos levantándose de la silla. Mucha bajada de línea y poca militancia. Mucho ruido y pocas nueces.

Todos hablan de salir a batir la olla cuando nadie movió un dedo jamás por un pibe en una villa y se mueren de miedo cuando ven cartoneros en la esquina de sus casas. Ahora se rasgan las vestiduras porque no pueden comer fresco y jamás sostuvieron entre sus brazos a una criatura desnutrida. Llenan páginas y páginas de libelos correctísimos donde se pronuncian en contra de todo y a favor de sí mismos, aduciendo una conciencia política que sólo pueden tener desde la intelectualidad y nunca desde la acción directa. Y por supuesto, cuando un grupo acude a la acción directa todos saltan a la garganta con el "dónde-estaban-cuando".

Pero por qué no se miran un poco al espejo, manga de hipócritas. Dónde estaban ustedes? A quiénes votaron ustedes? Por qué no se hacen cargo de que, mal que bien, vivimos en un revuelto de mierda orgánico-transgénica, parida por la misma generación de garcas a los que siempre critican, pero jamás combaten?

Caminen las calles, las rutas, las villas, los cortes, métanse en los trenes llenos de piqueteros, enfrenten al que tiene la cara cubierta con un palo, agárrense de la mano de un desconocido sólo porque piensa como ustedes. Hagan lo que predican desde la tribuna, vamos.

Aprendan de sus errores de una puta vez, no sea cosa de que un día se despierten y tengan al peor de sus miedos golpeándoles la puerta de casa, sin posibilidad de defensa. Las armas están ahí, manga de pelotudos. Ahí las tienen. Tómenlas. Solos, no somos nadie. Solos, nos pasan por arriba como alambre caído. Solos, tenemos siempre el circo y jamás el pan. Solos, predicamos en un desierto donde el que grita más fuerte es al único que se lo escucha. Y todos quieren gritar, todos quieren ser escuchados, pero nadie escucha. Nadie.

Los llaman autistas. Para mí son simplemente Alienados Imbéciles.

Fin del desvirtúe. Sigamos participando.


lunes, marzo 24, 2008

Una vez más... Otoño

Vengo de pasar cuatro días lejos de la computadora (totalmente lejos).

Recibí todos los mensajes el 21, y no contesté ninguno (sepan disculpar...).

Me abrumaron de cariño, de aceptación, de pequeñas revelaciones y de regalos.

Tengo enfrente todo un camino nuevo, siempre sorprendente, y la mejor compañía para recorrerlo.

No pasa un solo día en que me despierte sin sentirme enormemente afortunada. No soy una gran "poseedora"; tengo lo poco que he podido ganarme y aún así es mucho más de lo que esperaba cuando empecé a caminar sola, hace más de diez años.

Me asombra el mundo, la gente, respirar, estar viva. Me asombra ya no cuántos somos (somos muchos); sino la energía que nos mueve. Que haya ese "amor potencial" dando vueltas en el aire, palpable, contagioso.

Estuve llorando un poco, escuchando mucho, mirándolo dormir y pensando en los afectos que tengo lejos, aunque sea momentáneamente. Olí el río, me senté en el pasto, me mojé las manos, me emocioné con imágenes que quizá merezcan otro post. Quizá. También estuve demasiado fiaca para compromisos, demasiado ausente para otros afectos más relegados.

Esta entrada debería estar fechada 21 de marzo, por mis propios motivos y porque una causalidad cósmica quiso que otro blog cumpliera años el mismo día que yo. (Y que yo no me diera cuenta hasta que estuve enredada en cuerpo y alma).

Hoy ya es otoño, o al menos fantaseo con la posibilidad de que ya no haga más calor. Me duele todo el cuerpo y no estoy en la mejor forma posible, pero aún así espero el momento de bailar y de cantar, y de llenarme la panza de canto y de risas.

Ya es otoño. The witch is out. Y, como dijera una amiga de la casa, esta es la canción de estos días:



(Este es el típico tema de BSO personal, al que le haría mi propio video!)


miércoles, marzo 19, 2008

Subeibaja

Todos los días tengo al menos una o dos ideas rondando mi cabeza que tratan de materializarse en palabras.

Todos los días. Como hace tiempo no me pasaba esto de tener la compulsión de escribir (las planillas excel, las obligaciones diarias, los repentinos y repetidos olvidos del cuaderno de apuntes por el cambio constante de mochila / bolso desplazan fácilmente mi atención) empiezo a asustarme de las palabras que se me amontonan en la cabeza y que no paran de hablarme al oído.

Cada vez que intento capturarlas algo está distrayendo mi atención. Seguramente cuestiones importantes que hacen a mi supervivencia diaria. Siempre hay algo por delante de esas palabras. Cuando vuelven a ellas mis sentidos se tornan esquivas, inasibles. Ya se fueron, hartas de mi momentáneo desprecio y posiblemente tan impacientes como yo misma.

Últimamente tuve la "genial" idea de matar un poco esas palabras con música. Contraviniendo mi propia aversión a llevar auriculares en la calle, ahora los uso casi todo el tiempo como un paliativo del bochinche ambiente. Pero su finalidad termina corrompida: no puedo, nunca pude, tapar las palabras con música.

Las palabras se apoderan de cada pista de audio, volviéndola background para su juego de escondidas.
Cuando no las estoy escuchando del todo, pasan a un discreto segundo plano y reaparecen en las noches, a través de sueños que me dejan pensativa y que a la luz de la mañana se disipan como la niebla del invierno con el primer rayo de sol.

Se acerca mi estación preferida y voy en camino a las mañanas verdeazuladas que tanto extraño en esta época del año. Junto a los libros que difícilmente lea entre caminatas, mateadas y reuniones familiares en el césped del patio a la tarde, viajará el cuaderno azul donde alguna vez quise escribir lo que sentía mientras caminaba por aquellas calles y éstas... y tantas otras cosas que a diario me marcan la piel con un nuevo "pendiente" en la lista.


domingo, marzo 16, 2008

Panza

Al final, no hubo festival celta. Poca plata y un ánimo flaqueante que terminaron con algo de fiebre definieron a último momento el derrotero: el Borges, 12 y media de la noche (hora vieja).

Allí no sólo me reencontré con un grupo de buenos músicos, que gustan notablemente de lo que hacen, sino con la memoria emotiva que una canción disparó en mí.

Para que no me olvides, voy a coserte
a mi cintura.
Como hermanos siameses, estamos unidos
Para siempre...

¿Quién era yo hace mil años, antes de estas palabras?
¿Quién era yo? ¿Por qué me escondí tanto tiempo pensando que era lo mejor para mí y para los demás, si ya una vez había comprobado que todo eso era pura falsedad?

Sobre el show en sí, ¿qué puedo decir que no sepan los que hace tiempo siguen a esta banda?... Mariana Bianchini me parece una buenísima performer y me hace mantener los ojos en el escenario todo el tiempo. Indudablemente, además... una de las mejores voces que escuché en el ámbito local. Y toda la actitud.

En algún momento subiré la canción a la que me refiero, pero no hay buenas versiones que no sean en CD... y acá no tengo el material, no way. Mientras, disfruten del último video. Los CD's se consiguen en Zivals, Gandhi y en los shows de Panza.

Y no dejen de visitar el sitio web, que no tiene desperdicio.



martes, marzo 04, 2008

What´s wrong with you, people?

¿Con nosotros? Muchas cosas. Pero con ustedes...

Me aterra pensarlo. En días como hoy, me aterra.

(Empecé a leer el libro "Estúpidos hombres blancos" de Michael Moore, y si bien trato de ser escéptica respecto de los datos - como siempre-, ni todo el sarcasmo del mundo me quita el mal sabor de boca que me genera el profundizar en una sociedad capaz de engendrar semejantes monstruos)


IMPORTANTE UPDATE: La imagen no es apta para personas sensibles. Están avisados (Una vez más, el Extraño Mundo tiene una deuda de gratitud con Gerund por hacerme acordar de cosas obvias que se me pasan... sepan disculpar)



sábado, marzo 01, 2008

Jeckyll / Hyde


Recién en los últimos dos años vengo derrapando hacia una realidad propia que siempre me negué a aceptar.

La cuestión es esta: Soy una drama-queen de lo peor que existe. Mi histrionismo me juega malas pasadas cuando sobreactúo síntomas o emociones de cualquier tipo, porque me sé perfectamente capaz de obligar a los demás a actuar en consecuencia. El dramatismo es como un boomerang: si bien a vos se te pasó el berrinche, siempre vuelve el rebote y te pega de pleno.

Alterarte altera a los otros, y cuando se lo hace adrede (no importa si la intención es inconsciente), las consecuencias pueden ser cruentas. Nadie lo debería tener tan claro como una persona con cabal conocimiento de cómo la energía afecta a la gente. Y sin embargo... hay ocasiones en que simplemente me desborda. No consigo evitarlo.

Todos tenemos algo de dual en nuestra naturaleza. Cuando la dualidad toca los extremos de un espectro determinado y uno no puede evitar pendular como loco, sube a sus "otros significantes" a una montaña rusa capaz de crispar los nervios más templados. El tema es darse cuenta antes de que el péndulo oscile como loco y empiece a golpetear todo alrededor.

Una herida tan insignificante como un rasguño al orgullo, no debería ameritar un daño alevoso en devolución.