Hay cosas que mejor te lleguen tarde que demasiado temprano. Mientras lo escribo advierto que siempre lo supe, incluso cuando era demasiado chica para saber de nada: todo tiene su tiempo bajo el sol. Cada impulso que seguí me plantó frente a un abanico de incertidumbres. La línea invisible que no crucé, el tacto bajo el cual no quise ceder, sin ningún tipo de estridencias ni culpas. La intuición es una herramienta infalible en las manos adecuadas. Si no he sido más acertada en mis decisiones de vida no fue por falta de ella: es que era tan fácil hacer las cosas siguiendo la intuición, que parecía una trampa. El sabio puede perder el rastro de la intuición en el camino que lo lleva a través de la experiencia puramente analizada.
No quiero perder ni la intuición, ni la curiosidad. Ni mis sueños diurnos.
Ya hablé aquí de la pantalla que se extiende frente a mí cuando voy caminando por la calle, presa de las más violentas obsesiones, para separarme de una realidad que no quiero vivir. Frente a mí, están proyectados mis sueños y fantasías diurnos. Soy gajos de una fruta unidos por la matriz terrestre, pero voy toda dividida por dentro. Siempre. Nací partida en dos, lo único que hicieron el tiempo y la experiencia vital fue partirme en más pedazos, desafiando a mi poca inteligencia y capacidad de sobrevivir para que me mantenga hilvanada. No se me cansaron los brazos todavía, pero a veces sueño que revoleo todo para arriba y terminan cayendo las piezas todas mezcladas, una al lado de otra que ni se reconocen de tan distintas.
Los sueños son de otros mundos y cada vez se mezclan más en el presente. Caminan conmigo, se vuelcan en una escritura libidinal, inconexa. Sé que estoy despierta porque hay un hilo que me une a todos los demás y mantiene la coherencia en las horas, en los días.
Somos sobrevivientes de los pequeños terremotos que nos dejaron solos, outsiders eternos. Y sigo creyendo que podría vivir sólo dentro de mi cabeza, que es caótica y complicada y llena de nudos. Intentando el equilibrio hasta el último aliento, veré tus ojos y acariciaré con respiración de vida la existencia verde allí, frente a nosotros.