(Escrito a vuelapluma en un cuaderno hace dos años. Dedicado a los tantos que, a fuerza de ser "inflados" por parientes y amigos de poca lectura, creen que escriben).
No compares mi escritura con la tuya. Mi escritura nace de la pasión con la que vivo. Escribo como me sale, a los tropiezos y escupidas, a veces carajeando, siempre incendiada. Vivo como escribo: a veces intensa (las más), otras helada, calculadoramente indiferente. No creas que escribís sólo por hacer catarsis en un papel. Cuando vos empezaste yo ya era letras en una hoja Canson en jardín de infantes. Cuando vos empezaste a cuestionar mínimamente tu estructura, yo ya había desbaratado a manotazos mi existencia y no una: muchas veces.
No me compares, por favor, tu prosa hipócrita con la mía. Vas por la vida enmascarado, neurótico; yo estoy desnuda, más de lo que a cualquiera le resultaría cómodo. Asumo y abrazo mis partes oscuras, despreciables. No quiero aparentar valores que no tengo, condescendencia, perdonavidismo. A diferencia tuya, si tengo rencores los asumo y los expongo. No juego a la superada detrás de las letras. Ya ves, mi manuscrita es tan caótica como la forma en que me expreso. Y sin embargo hay conciencia en este caos. Tu escritura es tan neurótica como vos mismo y delata todas tus inseguridades. No creás nada cuando escribís: nada. Ni siquiera tu historia me conmueve en el papel. ¿Sos capaz de hacer llorar a las piedras o excitar sentimientos con tu escritura? Yo sí. Y es la mejor credencial que tengo.
Estas palabras posiblemente se transformen en algo que va a ser leído por muchos pares de ojos y ya no podré desdecirme.
Tus palabras no valen nada, ni el caro papel en el que están escritas.
Tus palabras no tienen belleza, profundidad, sentimiento. No cuentan ni lo hermoso de la vida ni describen con delicadeza las miserias que te habitan. Si no podés con tu propia imagen en el espejo, al menos tendrías que poder escribir sobre eso. ¿Y que hay, nomás, en estas prolijas letras continuadas? Un reflejo falso: quebrado y recompuesto, impostado. Imposible. Cercado por tu propia conciencia e incapaz de soltarse de las ataduras del yo.
¿Cuántas veces soñaste que volabas? ¿Cuántas veces te mordiste las manos para no golpear?
En mi escritura cede y se desarma el último bastión de sociabilidad y de civismo con el que me recubro para enfrentar el día a día. Cada vez más Emily y menos Charlotte, muchísimo menos Anne. Asumo lo corta que me estoy quedando, mi capacidad de verbalización restringida por las circunstancias. Pendulando contenida, como quien se agita entre paredes acolchadas. Ayer D. me preguntó cuánto tardaría en explotar. Me preguntó si me acordaba de la última vez que exploté. Dije que lo tenía muy presente, pero de inmediato tuve que reconocer que no podía aislar esa emoción y recordarla con tanta precisión... ¿Olvidé qué se siente? No. Pero hace un tiempo no entro en punto de ebulición y me doy cuenta que algo en mi cuerpo lo necesita. Bullir, como sí me permito bullir aquí, o en la cama. Bullir.
Quemarme por dentro hasta que de las cuencas de mis ojos salgan llamas.
4 comentarios:
Imagino que no habrás tirado ese manuscrito, deberías escanearlo así lo vemos. Digo, porque creo que toda esa furia se vería reflejada en el trazo y se me ocurre que debe ser una obra de arte!
Ya te lo he dicho mil veces. Va otra vez: me gusta mucho como escribís, la manera en que te sacás de encima todo lo que te aplasta.
Sabi, nunca tiro nada... alguna vez quemé, pero mayormente recupero todo :-)
Sí, efectivamente, en el trazo se nota. Y en cuanto a poder sacarme de encima todo... es un ejercicio sin fin. Vivo de echarme dos piedras encima cada vez que consigo sacarme una, je. Gracias por tus palabras!
Impresiona toda esa tensión. Leí despacio la primera vez y la segunda con cada oración más rápido y me reconocía. Una avalancha lenta por sus detalles y vertiginosa por toda esa energía.
Saludos, mm., el neurótico
Lo dicho: gracias por leer :)
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