Las cosas que quiero escribir en estos días reposan en el papel por la sencilla razón de que no encuentro el ánimo para sentarme a pasarlo. El tiempo frente a la computadora me resulta penoso cuando hace este calor. Las temperaturas subtropicales y yo no nos llevamos bien desde que tengo memoria. La sangre me quema, las tripas me arden. Tanto, que a veces fantaseo con cuchillos helados por todo el cuerpo. Sueño que me corto con esos cuchillos y dreno ácido, vapor sulfuroso, hasta quedar exangüe y fría. No puedo caminar ni correr, ni coger, ni bailar, ni siquiera comer con temperaturas arriba de los treinta grados. Aunque esté en un ambiente climatizado, el cuerpo sabe. Incluso en invierno me siento desnuda frente a la computadora para escribir y sudo a mares, desde la raíz del pelo hasta los tobillos.
Hace años sueño que vivo en otras latitudes y cada cosa que hago tiene como único objetivo escapar del verano subtropical en el que pasé toda mi vida. Frío y silencio es todo lo que necesito. Frío y silencio. Frío y silencio. Frío y silencio.