domingo, septiembre 15, 2013

Manifiesto

Más que nada, habría querido ser normal.

Querría haber sido normal más que ninguna otra cosa. A la gente normal les pasan cosas tranquilas, habituales, seguras. Eso creía. Después me di cuenta de que la normalidad apestaba. Que afuera estaba lleno de egomaníacas como yo que se sentían especiales igual que yo, y que esa era la normalidad de la que realmente quería escaparme. Mi verdadero deseo era desencajar, no volver a pertenecer a ningún lugar, a ningún ghetto, a ninguna omertá. Nunca más un clan, del tipo que fuera. Ni siquiera el de las mujeres especiales llamadas a algo.

Yo quería escribir y empecé a escribir, y a medida que crecía, más se despegaba esa escritura de las formas habituales, más se alejaba de aquellos referentes que me habían inspirado en un principio. Llegó internet y el boom de los foros y redes sociales me ayudó a afianzar esa decisión de volverme outsider, de una vez y para siempre. Los perdedores como yo eran legión; las mujeres de carácter se volvieron trendy. Internet dotó de máscaras de fuerza a todos los inseguros del mundo. ¿Qué iba a hacer yo con todas mis certezas y con todo lo que aprendí a fuerza de escribir y equivocarme, de leer y amargarme porque ya no había más nada que decir? A partir del surgimiento de la era de los raros, nada lo era. Fue liberador, pero profundamente traumático también.

Ya no era especial, nunca más lo sería. Salvo para mí misma.

No me interesan los circuitos ni la aprobación ajena. Muy en lo profundo, esa egomanía que nunca vencí (tampoco me interesa) me volvió áspera, intolerante. Estaba empezando a vivir dividida otra vez: una cara para la tribuna, sólo de vez en cuando alguna turbulencia que me revelaba entera, y después de ese impulso la profunda vergüenza de haber entregado al olvido inmediato de cien desconocidos una emoción valiosa, algo muy representativo de mí misma que nadie estaría en condiciones de valorar.

Ahora quiero escribir como me siento: convulsa, rumiante, introvertida; un volcán que prepara la erupción que cambiará la faz de la tierra. Como una fuerza de la naturaleza. Quiero escribir como revancha, eso es. Para enseñarles a los que saben cómo hacer todo que no hay reglas ni por qués. Que una puede haber nacido de culo y aún así ser un cero en el cero. Que te pueden gustar cosas contradictorias y banales, que podés sentirte monstruo y aún así tener instantes de profundo amor.

No hay reglas. No hay límite de tiempo. Ya no hay obstáculos al frente, y mis obsesiones ahora son mi fuerza. Me asumí, mostré mis cartas, mi cara sin photoshop, la fealdad de mis sentimientos. Estoy desnuda frente al mundo.

Todo lo que haga a partir de hoy es mi revancha. Mi carta definitiva de presentación al mundo. Necesito generar un espacio a empujones donde instalarme en paz y que nadie llegue hasta ahí. Espíen si quieren, pero sepan que el portazo expulsor está ahí nomás. No los soporto. No me interesan. En este mundo de cartón pintado elijo prescindir de la emoción y la empatía.

Estoy sola y desnuda en la oscuridad. Y nunca fui más libre ni más fuerte.



miércoles, septiembre 11, 2013

Caminar en la lluvia

A veces es todo lo que queda, lo único que se puede hacer. Caminar en la lluvia. Ser parte de todo y disolverse al mismo tiempo en nada. Aún así, si pudiera retroceder el tiempo y volver a verme en esa noche de marzo bajo la lluvia caliente del verano entrerriano, caminando sobre un puente a medianoche... No, no sé si me diría algo. No sé si me abrazaría a la yo de aquel entonces para decirle "ahora estás mal, pero muy pronto todo cambiará para bien. Te lo prometo. Y esta angustia se habrá ido lejos". 
No creo. Porque intuyo que habrá más caminatas bajo la lluvia en mi vida. Y no sé si querría que mi yo futura saliera de atrás de un árbol o de la misma oscuridad para decirme "esto también pasará". Prefiero obligarme a recordar este mantra cuando el momento llegue.



P.S. La diferencia (lo diferente) incomoda.

domingo, septiembre 01, 2013

Gratitud / Karma

Lo que sos se encontró con lo que yo era y hubo una chispa entre los dos. Así de simple empiezan las relaciones humanas. A veces la chispa no se siente en el momento cero, aunque qué bueno cuando te podés dar cuenta (enseguida, sin necesidad de que hayan pasado días, meses o años). 
Lo que somos es imposible sin lo que fuimos. 
Antes de la chispa, antes del día de hoy, tuvimos infancia, adolescencia, juventud adulta, errores y aciertos, experiencia todo. Los errores, básicamente, pero también los aciertos nos condujeron acá, a este living donde nos abrazamos con los ojos cerrados para bailar, aunque bailar sea una excusa para abrazarse, acariciarse. 
Nada cambió y cambió todo. Seguís siendo un gruñón, yo me sigo quejando de boludeces del mundo y sufriendo más o menos calladamente las cosas más graves, mientras los demás miran una cara que no es exactamente la que guardo para vos, para el final de cada día (de los días) aunque también sonrío, también me quedo mirando el vacío con cara seria. Seguís oponiendo a mis planes delirantes la fuerza de la razón. 
Si nos está pasando es porque lo merecemos. Si no hubiera debido ser, no habría sido. ¿O no fueron pocos los planteos, las dudas? ¿Cuántos puentes podrías haber elegido volar y retuviste la mano? ¿Cuántas formas tenía yo de romperte el corazón? Los escenarios que ahora parecen lejanos y ridículos fueron posibles en un mismo momento de la línea. 
Pero jamás dudamos que esa decisión era correcta.
A veces (incluso hoy) leo la incertidumbre en tus ojos. No importa si te abrazo o si te digo con la mayor de las convicciones "todo va a salir bien" "podemos" "abajo hay agua".  Está en tu naturaleza, como está en la mía esta ridícula, delirante confianza que algunos llaman Fe. Para ser tan parecidos somos bastante opuestos, también. Hasta nuestras inseguridades son distintas.
Esto no puede ser amor. Estamos obsesionados el uno con el otro y nos necesitamos para estar completos, así que no puede ser amor. Verte, tocarte, es mejor que cualquier cosa en el día y desde que te conocí cambiaste incluso mi forma de percibir a los demás. Soy mucho mejor persona porque ahora tengo más ganas de serlo. Pero no, no puede ser amor porque nos enseñaron que amar es sufrir, es darse celos y sentirlos, es marcar territorio, es aislarse del entorno y vivir en exclusiva para el otro. Irrespetarse, incluso. No puede ser amor, porque hablamos de la muerte y de cómo seguir el uno sin el otro, porque podemos pasar mucho tiempo separados y extrañarnos como el primer día. Porque nos destruímos y nos reconstruímos todo el tiempo, y eso no es lo que se suponen hacen dos personas sanas que se aman.
Nos lo decimos cada vez que bailamos en el living, y cada vez terminamos entre risas. Mejor que hace siete años, cuando empezamos a conocernos. 
Hay un solo deseo sostenido desde aquella otra primavera. Esto no será amor, ponele, pero es tan bueno que me hace desear que todos los que nos rodean tengan algo así, al menos una vez en la vida. Dure lo que dure: que lo tengan, que sepan que lo tienen. Que lo valoren. Y que, llegado el momento, lo dejen ir en paz. 
Te amo libremente, con el pensamiento, con el cuerpo y con las palabras. Con todos los chakras. Con las tripas y el corazón. A pesar de los defectos y las discordias. Salvando distancias y errores. Te amo como me sale, como aprendí y desaprendí tantas veces: sin veneno. Pensá cuánta gente no sabe vivir sin veneno, cuántos de los que queremos o quisimos lo dejaron entrar y no se fue jamás, y se les quedó ahí, envenenando cada ángulo de sus vidas, cada posibilidad perfecta. Pensá cuántas soledades derrota un sentimiento como éste, el equilibrio que pone en el Universo un deseo como este que deseo todos los días. 
¿Que cuál es el secreto? Viste cuando la gente que te quiere se preocupa: "No digas esas cosas. No presumas de tu felicidad, que te van a envidiar". Bueno... nunca les hice caso. Nunca me enteré de envidia alguna, sus efectos no me hicieron efecto. Seguí adelante en la mía, sin joder a nadie. Y llegué hasta acá. Por suerte acompañada, aunque sola hubiera sido lo mismo y lo puedo decir porque sé lo que es estar sola en las horas más oscuras. 
Tenemos mucho. No ambicionamos por encima de nada ni de nadie. No nos comparamos con otros. Vivimos en paz. Si no es amor, tal como lo conocen otros, realmente no me importa: es amor porque yo lo decreto, porque me sirve y porque hace felices a más de dos personas. Y porque amor es una palabra (igual que karma), pero las conexiones de sentido que implica son la chispa que mueve absolutamente todo.
Por eso vivo esta vida, mi pequeña vida, agradecida y sin odios.
No hay otro secreto.