martes, abril 28, 2009

Cuando una amante muere

Pasó hace once años. Me regalaron un libro con una dedicatoria que hoy yace pegoteada entre dos hojas porque no quise volver a leerla. Oculté con ese gesto la letra dolorida del primer amor, del primer muchacho-hombre al que le rompí el corazón. Con un dolor que no querría haber sentido nunca, le dije "no te quiero" y, un poco, lo maté. Un poco, me morí. Porque sí lo quería; en realidad, recién había empezado a olvidarlo y la culpa la tuvo el otro amor, el que yo creía único, el definitivo. Que llegó tan de golpe que hizo que quisiera deshacerme en caliente de los primeros besos, aunque los extrañara un tiempo después. Que me hizo distinta, más yo y menos aquella que quería conformar a todo el mundo. El Amor, le llamé, con mayúsculas. El que se sentía como deben sentirse las épicas de la primera juventud.

El mismo amor que seis años después de eso me rompió el corazón, pero en serio. En mil pedazos. El mismo que con una sola frase me quitó de un solo golpe todo el aire del pecho. El que me llenó la cara de tristeza, de ojeras, de noches ásperas, y el pecho de una sensación de estrangulamiento permanente. Entonces, casi sin querer, en la mudanza con la que lo dejaba atrás para siempre (al segundo, al Amor con mayúsculas, al que me fracturó para siempre), reapareció ese libro. Recordé el poema, el último, el que más me había gustado y que me parecía tan triste. Las dos palabras:

YA
NO

Y el nombre de la autora, un nombre poderoso. Como su historia.
Porque aunque sólo conocí esa historia algunos años después, en el momento de releer el poema, con lágrimas en los ojos, la columna doblada de dolor y el pecho cerrado de angustia, yo era igual que Idea extrañando a Juan, jurándole su herida de amor para siempre.
¿Qué pasará con este amor cuando muera? habrá pensado, como pensé. ¿Alguien lo recordará? ¿Entenderán qué significó para mí? ¿Morirá conmigo?
Idea, con su vida y con su obra, eternizó su amor para siempre. No es un sentimiento extemporáneo con olor a nafalina. Es el mapa de sus emociones, grabado para siempre en el papel y en la memoria.

Por eso, llegué a casa y escribí este post.

Gracias por lo que perdura, Idea.
Gracias por Idea, que perdura.

lunes, abril 20, 2009

Sueño con tornados

Me encantan los tornados. Me fascinan. Me asustan, me llenan de vértigo y adrenalina.
A menudo sueño con tornados gigantes que se arman a pocos kilómetros del lugar donde estoy. Escucho el aullido del viento. Los veo formarse y crecer, cambiar su curso. Huelo a azufre y a polvo. Pienso "es imposible" y aún así estoy clavada al piso sin poder correr, maravillada. El corazón me va a explotar de tanto latir, lo siento en el ardor de la garganta. Corro a un lugar seguro, llego justo a tiempo y nunca me alcanzan.

Hasta hace un par de días.

El último sueño que tuve con tornados terminó con uno de ellos alcanzándome. Creo que nunca había soñado uno tan inmenso. Lo último que recuerdo es la fuerza con la que el viento me levantó del suelo y que quedé ciega instantáneamente por un chispazo de luz blanca casi al mismo tiempo en que sentía un "crac" en el cuello.

Me desperté transpirada, de cara a la ventana. Afuera llovía mansamente.

Hoy, Oli posteó algo sobre tornados y supe que este video tenía que estar, también, en este blog.


domingo, abril 19, 2009

Contra la desesperanza

(inspirada por este post de Jerome en Un Dios Danzante)

Hace algunos años me hablaron de la abulia de mi generación: Los de entre 20 y 30, años más, años menos. Hablamos de la ausencia del pensamiento crítico. Del hacer sin saber para qué, sólo porque podemos. De la obligación que te da ser portador de un talento específico y el lugar en que esa responsabilidad te pone (o te debería poner). De la angustia, otra vez, de no saber para qué. ¿Para conseguir fama, fortuna, status, reconocimiento de pares? ¿Para conformar a los que nos rodean a costa de nuestra propia inclinación abúlica?
Hablamos de cómo el factor "para mí mismo" nunca es suficiente. El factor "para otro" es motivo de risa. Pobre infeliz, ¿creés que tu sonrisa y tu buen trato van a salvar al mundo? ¿Que tu entusiasmo va a contagiar a tus compañeros de trabajo? ¿Que tu buen humor no llenará de envidia a todo aquel que no se permite una sonrisa hasta tanto no haya un buen motivo para sonreír? Como si no hubiera cientos de motivos a diario...
Pasaron cuatro o cinco años desde aquella primera conversación, y pasaron muchos más desde que descubrí que lo que yo creía normal no lo era tanto. A algunas criaturas se le acaba la inocencia a una edad muy temprana, y a gran parte de los adolescentes cuando se asoman al mundo tal como es. Tuve la suerte de ser de esas criaturas con la curiosa capacidad de conservar la inocencia y la autoconciencia al mismo tiempo. Seguí creyendo en magia y posibilidades de vuelo mientras caían en mis manos los primeros escritos racionalistas, filosóficos y nihilistas de la biblioteca de mis mayores y de la biblioteca pública. Algún punto de neurosis hubo, seguro. La sensación de escisión fue muy fuerte en el momento en que debía serlo, en la adolescencia.
Quizá debería haber elegido otra profesión, otro destino, mejores empleos.
Quizá. Pero todo me ayudó a conocer mejor a la gente. Incluso las pésimas experiencias. Y me ayudó a no ser indulgente conmigo misma: cada error fue mío, cada tropiezo me lastimó. Al mismo tiempo, me descubrí capaz de caminar con algún hueso roto, de aguantar varios días sin comer, de dar un poco más de mí cuando creía que ya no había nada más para dar.
La adultez me está trayendo un poco más de templanza, pero mi impaciencia ante la debilidad ajena sigue intacta. Puedo perdonar un momento de descanso en el camino, pero no el eterno flotar a favor de la corriente: alguna vez tendrás que aprender a nadar. La voluntad es un músculo que se ejercita o se pierde. Detrás de la voluntad perdida se va la vida misma.
Hay cansancio, hay hastío y está también la impotencia de quien se sabe incapaz de hacer lo necesario para que el cambio se opere a un nivel que parece inalcanzable.
Nos cansa la mediocridad, el gregarismo de masas acrítico y bienpensante, el wannabismo, el vacío ajeno que nos empuja a unirnos a una desesperanza universal.
Pero obviamente, dolorosamente y necesariamente hay esperanza.
Porque si no seríamos sólo una procesión de muertos yendo a lo inevitable.

Particularmente yo, una de esas acosadas por la muerte (le gusta andar pegada a mis talones, susurrando en mi oído palabras de tentación), prefiero sacarle la lengua por encima del hombro y correr hacia ella con los brazos abiertos, pero más adelante. En otro tiempo. Cuando me haya cansado de asombrarme, de gozar todo lo disponible, de quedarme seca de tanto dar, de reír hasta que se me descoyunte la mandíbula, de bailar hasta que no quede un hueso sano, de gritar y de pelearme con todo.
Pelearé para que cada muerto sea un otro significante, venga de donde venga. No voy a agobiarme de agobios ajenos. Quiero seguir haciendo escuela de pequeñas interpretaciones propias, por imbéciles que suenen, por más que parezcan formuladas contra un canon.
Quiero conformarme inconformistamente, como hasta ahora.

Por eso, ante todo y en consecuencia con el modo de vida que elegí llevar hace algunos años, este blog se pronuncia hoy oficial e ineludiblemente a favor de la esperanza y de la gente despierta. O que desea despertar.

Nada tiene más fuerza que un deseo formulado con el corazón y hacia el Corazón del Mundo.



viernes, abril 17, 2009

Abandono

... Parece, pero no es.
Increíblemente tengo mucho en borrador y nada para largar. La vida me (nos) despeina...

Gracias por el apoyo de siempre :-)

YAPA: Por si no lo vieron (ya que está por todos lados desde ayer), véanse este videito de Youtube y emociónense hasta las lágrimas con Susan Boyle.

lunes, abril 06, 2009

Descubrimientos sobre mí misma

Hace una semana exacta, se cortó la luz en casa. Por casi una hora y con la comida a media marcha ya en el horno, prendimos las dos últimas velas y nos tiramos boca arriba en la cama a conversar sobre música.
Los dos somos autodidactas, pero él ha sido muchísimo más dedicado que yo y tiene horas de práctica encima. Incluso ha tocado en bandas, cosa que yo no hice jamás (a menos que cuenten algunos cerámenes musicales de mi adolescencia, con formaciones caóticas que duraban lo que un pedo en una canasta). Prefiero rasguear, inventar acordes y escalas de los que no sé el nombre ni la progresión. No se me da el punteo, ni el solfeo, ni nada. Soy puro instinto, y además siempre abrevio por el camino más corto: si requiere práctica, ni lo intento. ¿Con qué tiempo?
Él insiste, casi desde que nos conocemos, en que si hubiera vencido esa pereza atávica podría haber llegado a ser muy buena música. Para probarle que está equivocado, empiezo a intentar algunos ejercicios básicos de velocidad y coordinación: secciones breves de piecitas clásicas que se usan para ganar agilidad y familiarizarse con los trastes, todo eso.
Saco dos piezas en dos minutos, tirada boca arriba en la cama, sin mirar dónde pongo los dedos. Por puro instinto. Otra vez, el que tiene la razón es él; pero en vez de enojarme, me alegro.
Nunca se es lo suficientemente grande para descubrir cosas sobre uno mismo.
Cenamos a la luz de una vela casi consumida y siento el corazón muy cálido, lleno de propósitos.
Tengo tantas ganas de cumplirlos...

Nothing brings me down
(Emiliana Torrini)
Home alone and happy
Nothing brings me down
Full of wine and steady
Nothing brings me down
What's left of the rain runs down my roof
Nothing brings me down
The night is lush the air is still
Nothing brings me down
Dum dum dum dum dum dum
The windows are open, the flies are in
Nothing brings me down
The phones are off the music's on
Nothing brings me down
Dum dum dum dum dum dum
Home alone and happy
Nothing brings me down
My love for you is ready
Nothing brings me down
My love for you is ready

miércoles, abril 01, 2009

Los lugares vacíos

Anoche llamó papá. Tenía esa voz alegre que detrás es pura ansiedad contenida: una marca de familia para las angustias indefinidas, esas que no podemos verbalizar o determinar. Necesitaba que le hiciera "un favor en la compu" y mientras tanto, como quien no quiere la cosa, me dijo "se murió Alfonsín". Hablamos un ratito del tema. Estaba emocionado, no sé si por este suceso en sí o por las fechas, o por esas angustias que nunca cuenta pero que tampoco exorciza del todo.

Nada más cortar, me vino a la mente una imagen de papá hace casi veintiseis años, cuando yo pisaba los tres y Alfonsín acababa de ganar las elecciones nacionales. Él, afiliado radical desde que puedo recordar y antes también, se había prestado (con todo el tiempo del que disponía siendo padre de tres hijos y laburante a destajo) a ayudar en el comité de nuestra ciudad. Como era (y es) un tipo macanudo, que da hasta cuando no tiene, puso auto, nafta, plata y parte de su herencia a favor de una campaña en la que creía y que lo entusiasmaba muchísimo. Me acuerdo que el 3CV en el que mi mamá re-aprendió a manejar había una calcomanía que, leída del revés, decía "SELACIDAR ETNALEDA". Se me quedó grabada de tanto mirarla: blanca y negra y roja en letras de imprenta grandes.

Atrás habían quedado los años de sobresaltos y paranoia de mi Tiatá, que escuchaba en Radio Colonia las noticias de Malvinas y que a veces decía que convenía hablar en voz baja "por si nos estaban grabando". Gracias a ella yo fantaseaba con que había micrófonos en las patas de las camas, bajo los muebles y hasta en las canillas de la cocina, pero ingenuota como era, me arrimaba al lugar sospechoso para cantar alguna canción. Atrás habían quedado los primeros pasos de mis hermanos, la varicela que nos tumbó a los tres y la epidemia de ratas que nos siguió hasta la casa nueva.

Tengo memorias de la época de la híper, cuando papá y mamá apenas ganaban para comer y él empezaba a tener problemas de espalda (que eventualmente lo dejarían sin trabajo), pero nunca le flaqueó el bolsillo para dar en la colecta de Cáritas o para comprar un sachet de leche de más para los pobres que golpeaban a nuestra puerta. Jamás lo escuchamos quejarse o hablar de política, pero se lo notaba caído y amargado con los traspiés de ese gobierno en el que había puesto tantas esperanzas.

Más allá de los acuerdos y desacuerdos que con la perspectiva de los años fui teniendo con Alfonsín y su gobierno, estoy convencida de que hoy se fue un gran hombre. Uno de esos que dejan un espacio irremisiblemente vacío, sin sucesores ni recambios. Uno de esos que hicieron historia, primero desde un perfil moderado a bajo y luego desde el lugar de responsabilidad que le tocó cubrir.
Les recomiendo que pasen por lo de Unser, si no lo hicieron ya, y lean el magnífico post que escribió sobre Raúl Alfonsín. Creo que todo lo importante está allí.

Y mañana será otro día.