Mi cabeza a veces es como el hamster que se sube a la rueda y no sabe cómo parar, o no quiere parar, y a la vez no llega a ninguna parte. Fluctúo entre esos días y un caos organizado, entre el querer y el deber hacer, entre los proyectos y la inmediatez de lo cotidiano, entre lo que más me cuesta y lo más sencillo. Procuro fluir de un lado a otro con naturalidad y en ese fluir se me escurre la vida. Días, semanas, años. Los preciosos minutos con vos a mi lado. Las palabras en el teléfono, los afectos que extraño y que sin embargo siempre están allí.
Ya tengo casi treinta y dos, unos cuantos buenos amigos, muchísimos excelentes conocidos y compañeros de la vida, cientos de miles de experiencias y otros tantos sueños por realizar. Aprendí a vivir sin apuro, a dejarme ser, con mis contradicciones y conflictos a cuestas. A estacionar en dos maniobras (después me olvidé), a tenerle respeto a las causalidades, a fijarme siempre en lo que hace el otro pero sin dejar de hacer foco en mí misma (aunque doy bandazos). Sigo acumulando conocimiento inútil y postergando lo supuestamente útil para "más después". Me caso en un poco más de un mes, firma de papeles sin suelta de palomas ni música, ni risas; después será agarrar el auto y salir tranquilos a donde nos lleven la ruta, el clima y las ganas, con lo mínimo indispensable para no pasar frío ni hambre y arreglarnos donde se pueda, como se pueda.
Ya no tengo miedo a pelearme, no tengo miedo a decir lo que pienso, no tengo miedo de mi muerte. Hace poco más de diez años decidí que el miedo nunca más sería una variable de mi vida. ¿Temerosa o temeraria? me pregunté en el ´95, sentada en el pupitre después de terminar la tarea de la clase del día, y garabateé un test como si fuera a publicarlo en la revista Querida. Un cuestionario que jamás le hice a nadie y que debe estar durmiendo en alguno de mis cajones de escritos del pasado. Ya hice mi testamento en vida para que les sea más fácil dejarme ir, dejé indicaciones varias aunque no es obligación de nadie cumplirlas. Y si sobrevivo a todo lo que me rodea y llega el momento en que no pueda valerme por mí misma, sabré qué hacer. No me ata la nostalgia. Vivo para ver el futuro y para regalar todo lo que tengo. Fluir, circular, todo es lo mismo. El mundo sigue. Yo sigo.
Feliz domingo para todos.
Ya no tengo miedo a pelearme, no tengo miedo a decir lo que pienso, no tengo miedo de mi muerte. Hace poco más de diez años decidí que el miedo nunca más sería una variable de mi vida. ¿Temerosa o temeraria? me pregunté en el ´95, sentada en el pupitre después de terminar la tarea de la clase del día, y garabateé un test como si fuera a publicarlo en la revista Querida. Un cuestionario que jamás le hice a nadie y que debe estar durmiendo en alguno de mis cajones de escritos del pasado. Ya hice mi testamento en vida para que les sea más fácil dejarme ir, dejé indicaciones varias aunque no es obligación de nadie cumplirlas. Y si sobrevivo a todo lo que me rodea y llega el momento en que no pueda valerme por mí misma, sabré qué hacer. No me ata la nostalgia. Vivo para ver el futuro y para regalar todo lo que tengo. Fluir, circular, todo es lo mismo. El mundo sigue. Yo sigo.
Feliz domingo para todos.