Siete años en mi Extraño Mundo, o un Mundo de siete años. Todavía, sí, aunque los blogs están pasando de moda. Resisto porque puedo y porque me da la gana. Y porque estoy segura de que crecí mucho gracias al blog. No sólo por todo lo que aflojé la mano, la cabeza, las estructuras desde que camino por acá, sino por todo lo que el blog me dio: amor, amistad, buenos momentos, catarsis, inspiración, excusas, distracción.
Cuando empecé tenía veinticinco años, pelo largo, era soltera, recién dejaba de estudiar, estaba bloqueada y había decidido que, ya que no podía volver a escribir como a mí me gustaba, al menos iba a intentar escribir algo. Encaucé mis vergüenzas y frustraciones y la verdad es que me fue bastante bien. Hoy estoy haciendo cosas que jamás pensé que me atrevería. Cosas que me hacen bien y que confirman, justifican mi inmenso apego a la Vida. Además, el 7 es uno de mis números preferidos, y esto amerita que haga lo que nunca hice hasta ahora, algo que también es parte de este cambio de actitud: una foto mía. Siguen sin gustarme las fotos, pero ya no soy la persona que era: ahora me acepto y me doy un lugar en el mundo. Siete años después de la debacle, ya no soy invisible.