martes, mayo 23, 2006

Tormenta en ciernes

Hoy me levanté con un empuje que viró hasta convertirse en esto que hay ahora.
Lo escribo porque no me banco guardarlo. Porque se me canta y porque tengo bloqueados los comentarios... Así que ni siquiera el más remoto de los ocasionales visitantes de este blog (que creo que a esta altura es... NADIE) puede opinar al respecto. Por una vez, someto mi cinismo a la consideración muda e impotente del que lee.
Detesto mi tendencia a perdonarlo todo, a no pedir, a no reclamar y por ende, a no ser tomada en serio.
Es tan fácil... no es cierto? cuando estoy bien... chispita... con todas las pilas y con la mejor predisposción aguantarme, quererme, dar señales de vida, estar.
Es tan fácil. Pero cuando las papas queman... cuando empiezo a pedir, a mostrarme, a reclamar a gritos, es cuando realmente puedo ver con quién cuento.
Sí, a no hacerse los boludos... todos lo sabemos: en la cancha se ven los pingos, en momentos incómodos las verdaderas caras, los lazos genuinos. No hay pose que valga.
Sabés qué? Estoy chinchuda. Estoy triste. Frustrada. Estoy terrible!!! Demencial, fóbica. De a ratos partiría piedras con las uñas. De a ratos mataría. Sólo con la mirada. El veneno me muerde la garganta. Y no puedo volcarlo más que contra mí misma, y soy como Ouroboros, sin final, sin agonía... apenas un lento destilar y eliminar veneno mientras elaboro la realidad que siempre veo de frente sin miedo, pero que hoy (justo hoy...) me molesta:

ESTAMOS TODOS SOLOS

no hay otra verdad que ésa...
Al momento de la verdad, cuando las puertas se cierran y te quedás adentro, con vos mismo, con una persona con la que no podés contar y te das cuenta que no podés contar con más nadie... y con vos tampoco... ESTAS SOLO.
Y si no te ayudás, no te ayuda nadie.
Hacete a la idea, de una puta vez: Si todo el mundo está de fiesta y vos estás de duelo, les va a importar un carajo verte llorar ahí, al costado. Es más: van a rogar para sus adentros que te vayas, porque arruinás la fiesta. Nadie quiere ver miseria, tristeza, angustias o frustraciones ajenas.
A nadie le importa lo que digas, hasta que les pasa.
Ahí se acuerdan. Cuando la fiesta se acabó.
Pero lo más probable es que yo ya me haya ido.
Y cada día que paso fuera de mí, es un día que pierdo.
Y cuando me necesites acordate del día que dejaste mi alma sola... y no te quejes de que no te di bolilla.
Aviso desde ahora: no cuenten conmigo, para nada. Estoy demasiado ocupada tratando de reconstruirme, y no le sirvo a nadie. A nadie. A nadie. Sépanlo.