Ante todo, el tema de fondo...
En honor a los negros pensamientos que dos por tres me abruman...
Soy digna?
Soy suficientemente agradecida?
Soy, pero... ¿Soy, realmente?
Y mientras mi cabeza se inunda de pensamientos frustrantes, recuerdo ...
...Una tarde bañada por el sol de noviembre. Es la última convivencia de mi último año de secundaria en ese colegio católico al que he ido desde niña. Es la última ronda y es casi la última vez que veré todas esas caras reunidas (aunque en esos momentos todavía no lo sé...)
Se acerca Fabián, el catequista, con un montoncito de arcilla para cada uno de nosotros. Nos da veinte minutos para construirnos. "La consigna: Cómo se ven a futuro". Dentro de cinco, diez años (que, dicho sea de paso, están a punto de cumplirse).
Las veo trabajar en la arcilla, dedos ágiles, lugares comunes. Un par construyen nidos. Otras, montañas. Otras, árboles. Una sola, mi ex mejor amiga, un pájaro...
Yo miro mi montoncito de arcilla, desganada, con rabia. Siempre detesté el futuro. No lo veo. Ni siquiera me veo al lado de este chico que es mi novio en este momento, no veo hijos, no veo trabajo.
En un acto de rebeldía manipulo trocito a trocito, mientras escucho las explicaciones. Aplano un círculo, esbozo un paisaje yermo, con unos terrones a su lado. La letanía se acerca.
"Elegí una montaña porque representan los obstáculos que quiero superar..."
"Elegí el código civil porque voy a ser una abogada exitosa..."
"Elegí el árbol porque mis raíces estarán siempre aquí y mis ramas buscarán el cielo..."
Fabián llega a mí. Levanto la cara. Lo miro de lleno a los ojos. Hablo, como siempre, para todas.
"Esto soy yo... Un montoncito de mierda. En una tierra baldía, al lado de una laguna. Posiblemente no dure más que algunos meses, unos años. Después cambiaré de estado y pasaré a formar parte de este paisaje. Por ahora soy una porquería que afea todo. Pero tu árbol, tu montaña y tu pájaro están hechos de mi materia. Soy el abono de la tierra, posiblemente ni siquiera viva para ver realizada la obra que tengo en mente. Pero estoy contenta de ser este montoncito de mierda... porque no le tengo miedo al futuro, y porque sé que lo que va a venir depende exclusivamente de lo que soy hoy. Y no me preocupa no visualizarlo ahora."
Sí, lo hice para provocar, y qué.
Lo hice de fiaca, también... para no pensar.
Años después, aparece esta canción de Capercaillie y me río sola, evocando esa última convivencia, las risas de mis compañeras, el desconcierto de los catequistas, mi rebeldía extraña de ratón de biblioteca. Y me doy cuenta que tan equivocada no estaba...
Todavía me estoy desintegrando.
Todavía me siento un desperdicio de talento esperando fructificar...
Soy la hermosa tierra baldía que nunca termina de transformarse en ese paisaje maravilloso que disfrutarán otros... no yo.
"Beautiful Wasteland, is me
Beautiful Wasteland, is me
If only you'll see, you'll believe.
I'll take you there, to the bracken slopes, where the summer's rolling in.
I'll take you there."
En honor a los negros pensamientos que dos por tres me abruman...
Soy digna?
Soy suficientemente agradecida?
Soy, pero... ¿Soy, realmente?
Y mientras mi cabeza se inunda de pensamientos frustrantes, recuerdo ...
...Una tarde bañada por el sol de noviembre. Es la última convivencia de mi último año de secundaria en ese colegio católico al que he ido desde niña. Es la última ronda y es casi la última vez que veré todas esas caras reunidas (aunque en esos momentos todavía no lo sé...)
Se acerca Fabián, el catequista, con un montoncito de arcilla para cada uno de nosotros. Nos da veinte minutos para construirnos. "La consigna: Cómo se ven a futuro". Dentro de cinco, diez años (que, dicho sea de paso, están a punto de cumplirse).
Las veo trabajar en la arcilla, dedos ágiles, lugares comunes. Un par construyen nidos. Otras, montañas. Otras, árboles. Una sola, mi ex mejor amiga, un pájaro...
Yo miro mi montoncito de arcilla, desganada, con rabia. Siempre detesté el futuro. No lo veo. Ni siquiera me veo al lado de este chico que es mi novio en este momento, no veo hijos, no veo trabajo.
En un acto de rebeldía manipulo trocito a trocito, mientras escucho las explicaciones. Aplano un círculo, esbozo un paisaje yermo, con unos terrones a su lado. La letanía se acerca.
"Elegí una montaña porque representan los obstáculos que quiero superar..."
"Elegí el código civil porque voy a ser una abogada exitosa..."
"Elegí el árbol porque mis raíces estarán siempre aquí y mis ramas buscarán el cielo..."
Fabián llega a mí. Levanto la cara. Lo miro de lleno a los ojos. Hablo, como siempre, para todas.
"Esto soy yo... Un montoncito de mierda. En una tierra baldía, al lado de una laguna. Posiblemente no dure más que algunos meses, unos años. Después cambiaré de estado y pasaré a formar parte de este paisaje. Por ahora soy una porquería que afea todo. Pero tu árbol, tu montaña y tu pájaro están hechos de mi materia. Soy el abono de la tierra, posiblemente ni siquiera viva para ver realizada la obra que tengo en mente. Pero estoy contenta de ser este montoncito de mierda... porque no le tengo miedo al futuro, y porque sé que lo que va a venir depende exclusivamente de lo que soy hoy. Y no me preocupa no visualizarlo ahora."
Sí, lo hice para provocar, y qué.
Lo hice de fiaca, también... para no pensar.
Años después, aparece esta canción de Capercaillie y me río sola, evocando esa última convivencia, las risas de mis compañeras, el desconcierto de los catequistas, mi rebeldía extraña de ratón de biblioteca. Y me doy cuenta que tan equivocada no estaba...
Todavía me estoy desintegrando.
Todavía me siento un desperdicio de talento esperando fructificar...
Soy la hermosa tierra baldía que nunca termina de transformarse en ese paisaje maravilloso que disfrutarán otros... no yo.
"Beautiful Wasteland, is me
Beautiful Wasteland, is me
If only you'll see, you'll believe.
I'll take you there, to the bracken slopes, where the summer's rolling in.
I'll take you there."