(continúa desde aquí)
Para un palurdo...
- Un jogging, un buzo desteñido y medias con agujeros son un atuendo perfecto para el fin de semana.
- El "cuerpo ideal" es una apología de la anorexia.
- El bajo perfil está por delante del jetonismo.
- La vergüenza ajena es peor que la propia. ("¿Qué es vergüenza?")
- Es normal sentir un extraño gusto por el dolor, derivado de la conciencia del propio cuerpo, que empieza a manifestarse desde las anginas de la más tierna infancia.
- Si los reprimen, desarrollan conductas culposas de adulto (como darse atracones desmesurados a escondidas, pasar de la elegancia perfecta a la crotez absoluta o un peligroso gusto por la bebida en solitario).
Bonus (susceptibles abstenerse): Los palurdos, mal aprendidos como son(mos), van al baño sin cerrar la puerta con tal de seguir la conversación.
Cuando éramos chicos, mis hermanos me seguían al baño para que les contara cuentos. Se sentaban del espaldas al inodoro, con los pies adentro de la bacha de la ducha, y escuchaban mis historias sobre los conejos Pat, Pit y Pot.
(¿Qué esperaban? No todas son rosas en el mundo de Cassandra).
Para un palurdo...
- Un jogging, un buzo desteñido y medias con agujeros son un atuendo perfecto para el fin de semana.
- El "cuerpo ideal" es una apología de la anorexia.
- El bajo perfil está por delante del jetonismo.
- La vergüenza ajena es peor que la propia. ("¿Qué es vergüenza?")
- Es normal sentir un extraño gusto por el dolor, derivado de la conciencia del propio cuerpo, que empieza a manifestarse desde las anginas de la más tierna infancia.
- Si los reprimen, desarrollan conductas culposas de adulto (como darse atracones desmesurados a escondidas, pasar de la elegancia perfecta a la crotez absoluta o un peligroso gusto por la bebida en solitario).
Bonus (susceptibles abstenerse): Los palurdos, mal aprendidos como son(mos), van al baño sin cerrar la puerta con tal de seguir la conversación.
Cuando éramos chicos, mis hermanos me seguían al baño para que les contara cuentos. Se sentaban del espaldas al inodoro, con los pies adentro de la bacha de la ducha, y escuchaban mis historias sobre los conejos Pat, Pit y Pot.
(¿Qué esperaban? No todas son rosas en el mundo de Cassandra).