(Publicado originalmente en
ProfundoBosque, me pareció pertinente dejarlo aquí también)
Camila tiene 11 años y vive en Gualeguaychú. Dinámica, pasa sus días entre el colegio, las clases de danzas e inglés y su vida familiar. Le gusta navegar por Internet y leer. Me la imagino escribiendo poesía, como hacía su hermano mayor a su misma edad.
Camila es bella. Tiene los ojos de un verde-parduzco, dudo haber visto otros iguales en algún lugar. Tiene pómulos altos y una nariz perfecta donde se insinúan algunas pecas y el primer acné. El pelo, de un rubio más oscuro que el mío e igual de abundante. Es esbelta, no muy alta, y usa cancanes y polleras con zapatillas porque también le da por ser coqueta. No se pinta. Juega con su hermano menor y su sobrinita de tres años y si bien tiene modales correctos, de nena madura y seria, sigue siendo apenas eso: una nena.
A Camila le empezaron a crecer los pechos este año, al poquísimo tiempo de hacerse señorita. A mí me pone incómoda pensar que aquella prima diminuta que sostuve en brazos una tarde de verano, recién salida de la incubadora del sanatorio, ya esté suscitando las miradas y los piropos (algunos subidos de tono) de los muchachones de la ciudad-pueblo. Y me pone incómoda porque yo fui igual. Demasiado grande para ser niña, demasiado niña para ser grande. Y me asustaban los tipos. Con razón, me asustaban. Ahora que soy adulta, me doy cuenta del peligro que corrí no una, sino diez, veinte, cien veces a manos de ciertos "adultos" pretendidamente confiables.
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Camila tiene 11 años y vive en Villa Carlos Paz. Le gustan los animalitos, es católica y muy familiera. El cronista, sin que se le mueva un pelo, destaca como datos simpáticos el hecho de que se convirtió en la Lolita más joven de la Argentina y que, pese a pertenecer a una familia a todas vistas acomodada, va a un colegio público. Sí señor, ¡y además, es abanderada!.
Yo la conocí recién hoy vía Critica Digital y a medida que leía se me iba sublevando la sangre. Basta con rescatar algunas líneas de su testimonio para entender un poquito el por qué de mi indignación.
"Quiero que todos recuerden: los niños no tenemos pecados. Hay que tener fe en Dios, que todo lo cumple. Yo les digo a todos los chicos que luchen por sus sueños. Que peleen por lo que quieren. Que tengan esperanzas.” Aconseja Camila Colombero, 11 años, la nueva Lolita argentina, la más joven de la historia: desbancó a Nicole Neumann, que debutó a los 12. Camila aclara: “Yo los cumplo el 29 de octubre. Falta poco”.
"–¿Y quiénes son tus modelos preferidas?
–¡Nicole Neumann! Ella es la más linda. ¿Sabés qué me gusta de ella? (...) Me gusta porque ella quiere a los animales. ¡Como yo! ¿Sabés que en Santiago del Estero mi papá tiene una finca? Y ahí está lleno de animalitos. Hay cabras y gallos kiki. Son unos gallitos enanos, re lindos. ¡Ah! Y de las actrices me gusta Emilia Attias."
"–Y tus papás, ¿te ayudan con tu nueva ocupación?, ¿qué te dicen?
–Ellos me cuidan mucho. Pero no por esto que estoy haciendo ahora... Ellos me cuidan siempre. En el cole, en la casa, en todos lados."
(Y claro... qué va a contestar?? es una CRIATURA, por el amor de Jebús!!)
Once años, repito.
Creo que esta foto es bastante elocuente de por sí.
Ya pensé tantas veces que a los padres de estas gurisas habría que spankearlos a morir, que me temo estoy gastando el castigo. Lo peor es que nos estamos acostumbrando a este nivel de pelotudez. ¿Qué necesidad puede tener una pendeja de semejante grado de exposición a tan temprana edad? Ella es quizá muy chica para procesarlo, pero los padres, los adultos que la rodean, siquiera algún amigo o amiga más grande que ella pueden perfectamente alertarla sobre cuestiones tan básicas como la reacción que causa en otras personas con su físico contundente expuesto de este modo. O sobre los riesgos de soñar con un futuro en el que tu cuerpo es a la vez una mercancía, tu herramienta de laburo y por ende, el objeto de tus desvelos. O sobre el peligro que encierra la premisa (errónea) de que porque sos inocente y "no tenés pecado" este mundo caníbal te va a respetar.
Mi querida Camila, a las lolitas como vos se las comen crudas hasta los lobeznos de esa industria nefasta. Las que sobreviven pagan un precio altísimo. Pero como no te ponen límites, y para tus papás es suficiente saber que estás contenta jugando a Patito Feo y Las Divinas en el Pretty College, lo vas a aprender muy tarde, cuando te cases con algún tipo platudo y algo complejo, al que le guste cogerse algún travesti de vez en cuando mientras vos te pasás el día en el gym para pilotear el estrago de los años y los embarazos sucesivos, lidiando con las niñeras que cuidan a tus hijos y esquivando a los medios que están alerta las 24 horas para saber de qué color son tus zapatos, cuántas veces los usaste o qué olor tienen los pedos que te tirás.
Después hablamos de explotación infantil en Sri Lanka o en Misiones, o en Moscú, o en Ciudad Juárez. Por favor. ¿Es mucho pedir que les den a los chicos la posibilidad de una infancia tranquila, con ritmos madurativos acorde a los biológicos? ¿Que les digan "hasta acá"?
Pretender que la burbuja salvadora de los principios y las creencias te van a cuidar de los hijos de puta del mundo no es más que un pensamiento simplista; indolencia y estupidez, detrás de una máscara de ingenuidad neurótica.
Si me preguntan, por más que termine preñada a los 15, aunque se llene de tatuajes y piercings y se pelee con sus padres, aunque se saque un cinco o un tres en Matemáticas y llore porque no puede tener todo lo que quiere, me quedo con mi Camila.