"When I call a name, it will be your name"
(esta es la primera escena de una película que amamos. Yes: we, the freaks.)
Son días extraños en los que leo mucho y lloro por cualquier cosa. Son días de aquéllos, con el cambio a las puertas y la zozobra en la punta de los dedos, todo el tiempo. Lo que me moviliza no es el miedo, al fin, ni el eterno pendular de esta mente llena de recuerdos. Son días de sonrisas mordidas para que no se note, de pañuelos de colores entre la ropa negra y de jugar con mi cabeza por última vez (mentira: no puedo ni quiero dejar de jugar conmigo).
Creo que ya harté, que ya cansé... pero me siento agradecida. Profundamente agradecida. La vida es generosa conmigo en personas y momentos. Qué me importan un par de cachetazos cuando todo lo demás es rojo, verde y mariposas. Cuando llego a casa y sé que en un rincón hay aceites esenciales y un burbujero para usar en caso de emergencia. Qué me importan las once líneas de colectivos desfilando a bocinazo puro bajo mi ventana, si vas a estar esperándome con los ojos llenos de sonrisas y los brazos colmados de bienvenidas.
Ambiciono la paz y sólo la paz. Es tan invaluable tenerla al alcance de mi mano cada vez que la necesito, sólo estirarme un poco y respirar... y ya. No más habitaciones grises de un metro cuadrado con el sueño de un profundo bosque en su núcleo; simplemente abrir los ojos y ver que estuve siempre allí, en el bosque que creía sueño y que era la realidad en la que tenía que construír todo lo demás.
Mi paz han sido estas caminatas, chicas, con ustedes. Estos días de mate, de cosas ricas y poca ansiedad. Mi paz fueron las lágrimas que no quise guardarme. Mi paz fue el fin de semana de descanso y diversión en las dosis exactas. Son las imágenes y las voces que nunca me abandonan.
Mi paz es, por sobre todo, llegar molida de cansancio y aún así acompañarte en tus labores hasta que las piernas y la espalda no dan más y piden cama. Mi paz es esa cama donde una luz clara se derrama sobre tus dedos curándome la nana del pie y deslizándose por mis pantorrillas.
Mi paz es esta música perfecta en la que flotamos hasta quedarnos dormidos, un ratito nomás; mi paz son los sueños de ruta y de mar, de montañas y seres queridos a quienes abrazarnos. Mi paz es trabajar por todo esto, no importa cuánto, no importa dónde. Y nombrarte cada día, como un mantra. Nombrarte aunque sea evocando la línea de tus manos, la forma increíble de tus ojos y tus cejas, silabeando todo lo que sé de vos durante seis horas al día con Hisaishi en segundo plano.
Gracias a esta energía que me rodea soy color en el gris. Un núcleo cálido en medio de tanto invierno que late y se expande donde quiera que voy. No hay tristeza que no pueda derrotar riendo entre las lágrimas, ni ansiedad que no se calme gastándome el cuerpo en bailes catárticos. A veces, la danza está en mi mente y por fuera apenas soy una sonrisa en la ciudad que pocas veces ríe. Casi nunca soy la que sale en las fotos, ni siquiera en las que me gustan.
Pero sí quiero ser paz, siempre que pueda. Música, siempre. Y palabras y colores. Esto, hoy. Esta vida presente, pasada y futura.
Buena semana a todos.
1 comentario:
Un a-bra-zo. Graciavó.
C.
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