Me gusta pensar que no "me escapo" de la ciudad. Escapar siempre entraña una huida de uno mismo, de lo que uno es. Y yo me llevo todo esto conmigo. Soy siempre Cass, en Baires o Entre Ríos, en Córdoba o Uruguay, en Cuyo o la Patagonia. Cambia el escenario, cambia la predisposición, a lo sumo; la gente, a veces... Principalmente, lagente-masa-anónima que rodea nuestra cotidianeidad y que no nos sigue a todas partes. ¡Por suerte!
Lo más probable es que no use ni tacos/plataformas ni maquillaje en estas vacaciones. Es fija que voy a pasarme 18 de 24 horas untada de bloqueador solar. Casi no voy a usar los anteojos; totalmente lo contrario de lo que va a pasar con la cámara de fotos. El celular será apenas una forma de mantener el contacto con los seres queridos que se preocupan a distancia o se ocupan de la casa. No enviaré ni contestaré mensajes o mails. No voy a extrañar la televisión ni el teléfono. ¿Y?
Al mismo tiempo que enumero todo esto, me pongo a pensar y advierto que muchas de esas cosas también las hago (mejor dicho, las no-hago) acá: no tacos, no maquillaje, no tele, no responder mensajes... No necesito escaparme porque en la perra gran ciudad también puedo hacer lo que quiero cuando se me da la regalada gana. Ventajas del trabajo de data entry por las mañanas y el freelancismo de la tarde. Caretaje reducido a la mínima expresión, cada vez más reductos donde ser una misma. Lucky bastard...
Si mi espíritu y mi capacidad de goce no cambian, sino que se adaptan... ¿para qué escapar?
La palabra "escapada" define cada vez menos esos paseos cortos o largos que hago (hacemos) fuera de Buenos Aires. Lo único que diferencia este viaje de los pasados viajes o de los que vendrán en el futuro es la sensación de aventura inminente. Una sensación diferente todas y cada una de las veces. El salto alegre del vértigo en la panza porque seguimos recorriendo juntos un camino compuesto de puntitos rojos en un mapa y muchas líneas más o menos convergentes. Y porque el mapa, que no se acota solamente a la geografía, nunca termina...
Emi y yo solíamos decir "¡A huir!" en tono cartoonesco cada vez que salíamos de viaje, así fuera a las canteras, Magdalena o Villa Gesell. Pero era apenas un código entre dos almas inquietas que se rebelaban contra la rutina y que sólo se liberaban por completo en un ámbito propicio, lejos (sobre todo) de las estructuras familiares y la gente conocida. Emi se llevó todo eso a Villa La Angostura y hoy es su propio Castillo Ambulante. Un tipo auténticamente libre, prescindente, que ya no necesita escaparse. Para preservarme, yo tuve que aprender que puedo ser Castillo y bosque, prado y fortaleza siempre y cuando tenga el coraje de reconocerme libre, de asimilar mis limitaciones (tiempo, dinero, objetivos, proyectos) y poner al karma a trabajar en mi favor.
El día que dejé de sentir que esta ciudad era una jaula, se acabaron las escapadas y empezó el verdadero camino de mi vida.
¡A celebrar, entonces!
2 comentarios:
Para no googlear y volver a los tiempos en que un humano preguntaba y otro respondía, inquiero: ¿de dónde viene Cassandra Cross?
Si toco fibras íntimas, como dice esa canción de Bersuit, no responda y listo, ya me imagino yo una respuesta.
Jajaja! Mire, le contesto nomás porque es usted, porque alguna vez lo dije (pero ya pasó mucho tiempo) y estoy seguro que fue USTED quien lo preguntó!
El nombre siempre me gustó por sus múltiples referencias (el mito griego, el alter ego de Charly García...), pero fundamentalmente le agregué el "Cross" porque la sonoridad me gustaba mucho y a la vez, me parecía que el nombre lo tenía de antes. Al toque de registrarme como Cassandra Cross recordé de dónde lo había sacado: de un personaje totalmente secundario del dibujito Los Centuriones, que apareció en sólo dos episodios y era básicamente una Wicca, hasta donde sé.
Ahí cerró todo. Ah, pero hace un par de años también me enteré que hay una banda con ese mismo nombre. Terrible! espero que no se enojen conmigo :P
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