Hacía un tiempo que no salía de vacaciones en enero. Verdaderas vacaciones en las que la primera parte del viaje fuera un destino incierto, un cambio de planes constante. Viajar en compañía como si viajara sola: lo necesitaba. Los años y las batallas, especialmente las interiores, me volvieron una solitaria "amigable" que no desprecia a la humanidad pero la estudia con cautela, de ser posible a una cierta distancia. El flujo continuo de cariño que agradezco y alimento (aunque todavía no sé bien cómo, lo confieso) ha sido la marea que me mantuvo a flote cuando lo que más quería era sentarme en el silencio del fondo del mar y pensar hasta que la vida se agotara.
Vacaciones en enero funciona también como una forma de empezar el año en blanco, dicen. Por acá diciembre, sin embargo, está tan fuertemente enlazado con enero que son casi un solo mes en continuado. Mis hojas en blanco son otras, distintas. Cuando parecía que no había excusas para volver a escribir, las excusas volvieron y también las palabras. Por eso desaparecí de la vida virtual tal y como la conocía; por eso me cuesta volver a conectarme. En las montañas, junto al sol, los argumentos y fundamentos se presentaron muy claros. Entendí cuál es mi clase y por qué no la había visto antes.
Las palabras dejaron de danzar en mi cabeza y ahora luchan por abrirse paso en el papel. Me desquician, termino transpirando como si hubiera corrido hasta el límite de mis fuerzas, pero es bueno recuperar la sensación de estar creando algo que tendrá un destino fuera de mí. Ya no me importa si gusta o no, quiénes lleguen a leerlo o cómo lo critiquen. Lo único que sé es que tengo que sacarlo de una vez, que envenene a otros, que los contamine o los llene de furia, o de alegría... qué se yo. Mi pequeño mundo interno tiene destino de imperio falso y yo no se lo voy a seguir negando.
1 comentario:
Qué lindo leer esta nueva hoja en blanco.
Saluditos :-)
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