Las personas somos lenguaje. El verbal y el corporal. Hay quienes se expresan mejor con el primero. Aunque me gustaría, no es mi caso. El lenguaje que me define es el otro, el atravesado por y en el cuerpo. Nada dice más de mí que la forma en que me levanto cada mañana, los crujidos de mis huesos y el paso vivo.
Creo que soy exactamente como camino. Creo que estoy hecha para caminar.
Me cuesta horrores aceptar algunas cosas que no puedo modificar. El cambio y el perdón los doy por hechos. Pero esas otras voces en la base de la nuca a veces me complican. He pasado gran parte de mis horas de vigilia, durante toda la vida, intentando llenar ese rumor con otras cosas. Música, libros, ejercicio. Y comida. Muchísima comida. Pero lo que mejor acallaba el ruido era dar largas caminatas. Volvía a conectar con mi cuerpo, del que me sentía ajena la mayor parte del tiempo. Prestaba atención a cada latido, creía percibir incluso el rumor de la sangre que llegaba a mi cabeza. Soñaba despierta, escribía muchísimo al andar. Si había hecho algo malo o recibido un reproche, una buena caminata bastaba para procesar el mea culpa y el remordimiento. Si alguna situación me enceguecía de ira, trataba de salir de la escena caminando.
Alejarme y poner distancia, fueron decisiones que nunca lamenté. Como sí lamento muchos golpes que di por no saber tomarlas a tiempo.
La mayor parte de las ciudades que visité las conozco principalmente por recorridos a pie. Si lo pienso, abruma un poco la cantidad de veces que me detuve a hablar con extraños y caminar junto a personas que recién conocía, o que quizá no volvería a ver nunca más. Caminando somos más observadores, por ensoñados que parezcamos a cualquiera que se nos cruce. Caminar es escuchar, ejercitar la paciencia, la resistencia y la voluntad de autoconocerse. Es un gran ansiolítico, bueno contra la ira y la frustración.
Así las cosas, camino por gratitud hacia la vida. Porque estoy viva y sana y puedo hacerlo. Camino muy cansada, cuando llueve, cuando hace calor. Camino incómoda, con la espalda dolorida y las piernas agarrotadas. Dialogo conmigo misma. Estoy pendiente del entorno, pero en lo más profundo de mí corre otra película. Los recuerdos, las fantasías proyectivas, el libro que estoy leyendo, las vivencias del día, las últimas enseñanzas.
Mientras camino me habilito todo. La vergüenza y la culpa. La tristeza y los recuerdos. Todo aquello que me deja mal parada y desguaza la subjetividad que con tanta dificultad construyo. Si estoy pensando en algo que me genera estas emociones, canturreo y chasqueo los dedos. Qué importa si te miran los demás. Me vacío, abstraigo cada sonido hasta alcanzar un sucedáneo de silencio.
En el universo que se abre mientras camino no es obligatorio ser buena persona, intachable, perfecta. Soy lo que soy, lo que quiero ser y por unas horas consigo perdonarme.
Camino en vacaciones y feriados, camino por el living entre soliloquios a la nada, camino del trabajo a casa porque cada paso me salva de mí misma y pone a trabajar mucho más que el cuerpo y la cabeza.
Camino para mantener un universo en movimiento.
3 comentarios:
Escribí todo un comentario acerca de lo identificada que me siento con el acto de caminar y... se borró. :(
Adoro caminar. Y me encantó eso de *ejercitar la paciencia*
Escribí todo un comentario acerca de lo identificada que me siento con el acto de caminar y... se borró. :(
Adoro caminar. Y me encantó eso de *ejercitar la paciencia*
Fuaaaa! Qué mal que se borró, pero qué bueno que hayas leído y encontrado ese punto de amor a caminar :-D
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