Hermano mío, mi par.
Me sorprende muchísimo que la gente que te conocía antes que yo no se haya dado cuenta de lo increíblemente sensible que sos. Que vean en tu sinceridad brutal un defecto y no una virtud es algo que me asombra. Posiblemente, si les preguntás se definan como personas "que van de frente" o que prefieren que les digan la verdad. Ninguno admite que les gusta la mentira y que lo que les molesta de vos es, justamente, que no perdonás la mentira ni la dejás pasar.
Me sorprende muchísimo que la gente que te conocía antes que yo no se haya dado cuenta de lo increíblemente sensible que sos. Que vean en tu sinceridad brutal un defecto y no una virtud es algo que me asombra. Posiblemente, si les preguntás se definan como personas "que van de frente" o que prefieren que les digan la verdad. Ninguno admite que les gusta la mentira y que lo que les molesta de vos es, justamente, que no perdonás la mentira ni la dejás pasar.
Se me escapa una sonrisa cuando reconozco nuestras similitudes: nos la pasábamos escribiendo y leyendo desde niños, curioseando y debatiendo. Siempre nos gustó la expresión oral y escrita. Aún así, amigos y familia, novios y entenados, se asombran cuando leen lo que escribimos. Algunos no nos han leído jamás y asumen que todo esto son palabras a la basura. Me revuelco de risa pensando que, así como nosotros pasamos por delante de su indiferencia, de las burlas, de su ceguera selectiva, se les pasa también la vida con todas sus bellezas. Mientras ellos tipean en las redes sociales, declaman en televisión o cultivan vidas estáticas, sin asombro ni inquietudes, nosotros atrapamos el paisaje con los dientes, con las manos, con todos los sentidos.
A veces me preocupa que aquellos que dicen querernos nos conozcan tan, pero tan poco. Al rato, cuando volvemos a la ciudadela, todo desaparece de mi mente. Incluso esos seres queridos que no son vos y que también forman parte de mi mundo.
Hermano mío, mi par: Como alguna vez te escribí, como alguna vez pensamos al mismo tiempo, el mundo no está preparado para nuestros "modos". Aprendimos nuestra propia forma de amar. Ni mejor ni peor que otras; sólo... más sana. Más libre.
La diferencia entre nosotros va un poco más allá de los años; posiblemente, con el paso del tiempo, me parezca más a vos que a mi propia familia (la afinidad que nos unió trasciende la genética) y necesite estar más aislada. La raíz de la sociabilidad y la tolerancia se aloja, cómoda, en la parte dulce de mi carácter; es la porción que más me cuesta, la que cultivo con más cariño, para tener algo que ofrecer a los amigos y la gente que importa. Mi raíz ermitaña, la más natural, sintoniza con vos a la perfección y con unos pocos más, que no dejan de aprenderme y todavía tienen la paciencia de comprenderme(nos). Cuando hayamos terminado con el mundo, sólo nos quedarán los afectos que hayan hecho el esfuerzo de entender que sólo podemos ser como somos, y que sólo podemos amarlos de esta manera porque de otra forma seríamos hipócritas, deshonestos. Ni ellos lo merecen, ni nosotros.
Hermano mío, mi par: Como alguna vez te escribí, como alguna vez pensamos al mismo tiempo, el mundo no está preparado para nuestros "modos". Aprendimos nuestra propia forma de amar. Ni mejor ni peor que otras; sólo... más sana. Más libre.
La diferencia entre nosotros va un poco más allá de los años; posiblemente, con el paso del tiempo, me parezca más a vos que a mi propia familia (la afinidad que nos unió trasciende la genética) y necesite estar más aislada. La raíz de la sociabilidad y la tolerancia se aloja, cómoda, en la parte dulce de mi carácter; es la porción que más me cuesta, la que cultivo con más cariño, para tener algo que ofrecer a los amigos y la gente que importa. Mi raíz ermitaña, la más natural, sintoniza con vos a la perfección y con unos pocos más, que no dejan de aprenderme y todavía tienen la paciencia de comprenderme(nos). Cuando hayamos terminado con el mundo, sólo nos quedarán los afectos que hayan hecho el esfuerzo de entender que sólo podemos ser como somos, y que sólo podemos amarlos de esta manera porque de otra forma seríamos hipócritas, deshonestos. Ni ellos lo merecen, ni nosotros.
La retorcida en mí te agradece la transparencia. Agradezco que no puedas disimular con los ojos lo que tu cara pretende esconder por decoro, por diplomacia. Agradezco ese daño preventivo de saber cuándo golpear con tus dudas y certezas. Agradezco tu facilidad para soltar y tu falta de paciencia, que se parece mucho a la paciencia misma. Agradezco todo lo que es tuyo y que no te enseñó nadie, tanto como lo otro que nos hace parecidos y que aprendimos (que seguimos aprendiendo) por separado.
Desde que apareciste en mi vida, las pocas cosas que elegía no ver se han vuelto transparentes, con todo lo que eso implica. Dolor, rabia, impotencia, hacia afuera y hacia mí misma por permitirme la neurosis. Todavía trato de encontrar la forma de manejar esa espita que abre y cierra las emociones, las epifanías. Todavía intento no dejarme arrastrar por la pretensión del control sobre los demás.
Una vez, al poco tiempo de cruzar nuestras primeras palabras, escribí un post catártico que me hizo darme cuenta del poco valor que le daba al futuro, pese a la presión de un entorno que te impone pre-fijar tus pasos. Sigo sin verlo, Marius. Sólo puedo soñarlo y caminar hacia él. A fuerza de sueños y caminatas erráticas llegué a encontrarte. ¿Qué tengo que pensar, entonces?
Entre tantos errores, algo habremos hecho bien.
Que venga el futuro, con todas sus sorpresas y desengaños. Que nos encuentre vivos o muertos, juntos o separados. Pase lo que pase, aún si es algo que me quiebra en mil pedazos, te pido que seas como sos.
Entre tantos errores, algo habremos hecho bien.
Que venga el futuro, con todas sus sorpresas y desengaños. Que nos encuentre vivos o muertos, juntos o separados. Pase lo que pase, aún si es algo que me quiebra en mil pedazos, te pido que seas como sos.
Sin absolutos...
Pandora.
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